En España tenemos muchos restaurantes y muchos cocineros de éxito, pero son pocos los que se atreven a hablar abiertamente de lo que ganan y del camino que han seguido para llegar a la situación en la que se encuentran en la actualidad. Dani García, es uno de los chefs que no tienen miedo a hablar.
Cuando un chef reconocido internacionalmente decide hablar sin filtros sobre cuánto gana, es difícil no prestar atención. Dani García, el marbellí que convirtió sus fogones en una pasarela de estrellas Michelin, ha hecho justo eso.
Con la misma naturalidad con la que presenta un tartar de atún o una ostra ahumada, ha hablado de dinero. Sin rodeos y sin adornos. Sus palabras, lejos de provocar polémica, han abierto una ventana a la realidad del sector culinario.
Ya sabemos que la gastronomía también es un negocio. Y de los exigentes. Pero también puede ser un proyecto de vida, una manera de regalar felicidad en forma de plato… siempre que las cuentas cuadren, claro.
Dani García no es un chef más. Es alguien que, tras lograr el Olimpo culinario con tres estrellas Michelin, decidió cerrar su restaurante de alta cocina. No por cansancio ni por capricho. Simplemente, ya no era lo que quería.
Llegado este punto, apostó entonces por un modelo más flexible, más replicable, más internacional. Marcas como BiBo, Lobito de Mar, Leña, Dani Brasserie o Smoked Room son hoy parte de un imperio que factura más de 25 millones de euros al año.
Dinero: clave para tiempo y libertad
"Nadie quiere hablar de dinero, pero todos dependemos de él". Con esta frase tan sencilla como certera, Dani rompe uno de los grandes silencios de su gremio. El dinero, para él, no es el fin. Es un medio.
El dinero es para Dani una herramienta. Algo que, bien gestionado, le permite comprar lo más valioso que existe: tiempo. Tiempo para ver crecer a sus hijas, para acompañar a su madre, para parar un segundo y simplemente vivir.
Confiesa que no tiene problema en darse algún capricho, pero que su mayor lujo es poder decir "hoy no trabajo" sin que se derrumbe el castillo. ¿Y quién no querría eso? Porque el éxito, al final, no se mide solo en cifras. Se mide en tranquilidad.
El éxito se mide en tener libertad para elegir. En regalarle a tu madre esa casa en Marbella con la que soñaba. O en poder mandar a tus hijas a estudiar a Londres primero, a Boston después, sabiendo que les estás abriendo el mundo.
Dani habla con orgullo, sí. Pero también con los pies en la tierra. Recuerda sus inicios, los días en los que todo parecía ir bien porque había estrellas en la puerta... pero el negocio no daba. Y ahí aprendió la lección más dura: por muy buen chef que seas, si no sabes gestionar, no sobrevives.
Una visión empresarial del éxito
No es fácil renunciar a la gloria cuando ya la has saboreado. Pero Dani lo hizo. Cerró su restaurante más emblemático cuando todos pensaban que estaba en la cima. Y abrió nuevos caminos. Apostó por proyectos con alma, pero también con músculo. Lugares que pudieran funcionar aquí, en Dubái o en Nueva York.
Dani abrió restaurantes donde la experiencia no dependa solo de su presencia, sino de un equipo bien formado, bien liderado. Uno de sus mayores logros recientes es Smoked Room, que consiguió dos estrellas Michelin en su primera aparición.
Y aquí viene lo interesante. Dani no solo cocina. También observa, aprende, delega. Ha sabido rodearse de personas que entienden de números, de gestión, de marca. Ha convertido su nombre en un sello. Y, aunque no esté en cada servicio, su esencia está presente en cada detalle.
Lo mejor de todo es que no vende humo. No presume de cifras sin propósito. Las comparte para mostrar que se puede tener éxito sin traicionar tus principios. Para inspirar a los jóvenes chefs que vienen detrás, que sueñan con brillar, pero también con vivir de lo que aman.
Él mismo lo dice con una mezcla de humildad y orgullo: "Tengo más de lo que nunca hubiera soñado". Y cuando lo dice, no se refiere solo a coches, casas o viajes. Se refiere a la paz de saber que puede parar si quiere. Que puede estar con su gente y que puede decidir.
Una paz que, paradójicamente, le permite seguir soñando. Porque Dani no ha tocado techo. Ya no busca medallas, pero sí retos. Nuevos conceptos, nuevos países, nuevas experiencias. La estabilidad que ha construido le permite arriesgar.
Podemos decir, que todo esto, en el fondo, es el privilegio más grande que tiene una persona de éxito: poder seguir creando sin miedo a perderlo todo. Es la diferencia entre tener dinero y tener libertad.
Una lección que Dani deja muy clara, es que detrás de cada plato bien presentado puede haber una historia de esfuerzo, decisiones difíciles y estrategia. Dani García no solo cocina para alimentar, sino para inspirar.
Al hablar sin filtros sobre lo que gana y lo que valora, ha servido algo mucho más potente que cualquier receta: un ejemplo. Un modelo que demuestra que se puede alcanzar el éxito sin perder la autenticidad. Que se puede crecer sin dejar de ser uno mismo. Y que hablar de dinero, cuando se hace desde la verdad, no resta… suma.