No han sido buenos tiempos para Ibiza. La pandemia y las restricciones han hecho que el modelo asentado, tuviese que cambiar de forma radical. El ocio siempre fue uno de sus grandes reclamos, pero Ibiza es mucho más. Hosteleros luchan por desestacionalizar las vacaciones y proclamar a los cuatro vientos todas las bondades de la isla más allá de la fiesta.

¿Su alegato? Conocer la auténtica Ibiza. Naturaleza, descanso, playas recónditas de infinita belleza y, por supuesto, gastronomía. Y el exclusivo Ibiza Gran Hotel, que reabrió sus puertas hace apenas dos semanas, sabe cómo hacerlo. 

Este hotel es lujo mediterráneo sí -es el primer 5 estrellas Gran Lujo de la isla-, pero también es la Ibiza de siempre. Ubicado en el paseo marítimo y en plena Marina Botafoch, puede presumir de tener unas de las mejores vistas de la isla, concretamente hacia Dalt Vila. 

Lo componen 185 suites, algunas de ellas nuevas y con piscina privada y todas con una extensa terraza. Y también es un Art Hotel, porque dentro de sus muros se exponen 400 obras de arte de artistas contemporáneos. Desde una instalación en el lobby de Antoni Esteva, a las míticas fotografías de Tony Keeler de los hippies que llegaban a la isla. 

La Gaia: la joya gastronómica del hotel

El niño mimado del hotel es, sin duda, el restaurante La Gaia. Capitaneado por el chef Óscar Molina, ha ido adquiriendo tal relevancia, año tras año, que en la edición de este año de la Guía Repsol, ha sido reconocido con dos soles.

Si su andadura comenzó como una experiencia mediterranean kaiseki, donde se podía comer hasta sushi, ahora ha virado a una propuesta mucho más apegada a la tierra y concretamente, a Ibiza. Para esta temporada se han vuelto más gastronómicos que nunca y eso les ha permitido elaborar dos menús degustación que viajan entre Japón y Perú, pero que vuelven siempre a la Pitiusa y al Mediterráneo.

Las opciones son dos, el menú Tanit y el Posidonia. El primero, una compilación de grandes éxitos de la casa, perfecto para el que quiere adentrarse en la cocina de Molina. No faltan aquí una sublime ostra tempurizada, su particular versión de la ensalada de crostes con peix sec, una carne de Angus con ají rocoto o un postre que rememora el sabor del pueblo de Santa Inés, a base de algarroba y hierbas ibicencas.

Sin embargo, es con el segundo, el nombrado como Posidonia, con el que el chef domina una temporada y donde se vislumbra toda su evolución. Ambos menús arrancan con un pase de aperitivos en los que es el propio Molina el que los prepara. Delicadeza, saber hacer y bocados que son toda una declaración de intenciones, en los que además de servirse de salsas y condimentos asiáticos, utiliza productos autóctonos, como una sabrosa Sal de Ibiza con flores de la isla.

Ya en la mesa, la experiencia arranca con una ostra con una refrescante leche de tigre con manzana Granny Smith, a la que sigue un tiradito de serviola -pez limón- con ají amarillo, maíz y caviar. El pepino de mar o espardeña se cocina a la brasa y se acompaña con un finísimo pil-pil de ajo y salicornia de las Salinas.

El pase del carabinero impresiona por el buen punto de cocinado, que terminan de preparar en mesa con una espuma de bisqué de su propia cabeza. ¿Puede una cebolla llegar a emocionar? Y no hablamos de lo que ocurre cuando la cortas, sino lo que consigue Molina al utilizarla como ingrediente principal del siguiente pase. La cebolla hecha al barro, se acompaña de una sopa de cebolla, pulpo y mollejas de cordero.

El porc negre se presenta dentro de un ravioli abierto, con un pil-pil de los huesos del cerdo y caviar. El menú corto Posidonia termina su parte salada con una parpatana de atún rojo del Mediterráneo, que lejos de ser un plato graso, el hecho de cocinarse y servirse junto a una crema de limón ibicenco, hace que sea un perfecto final en equilibrio con el resto de la propuesta.

Uno de los mejores desayunos de hotel de España

La apuesta por la gastronomía traspasa el concepto de La Gaia y se adueña de todos los rincones del hotel. No puede haber plan más apetecible que los desayunos de hotel. Pantagruélicos, festivos, relajados. Es imposible dejarlos pasar.

Con la pandemia, muchos reinventaron su propuesta, apostando algunos por eliminar el formato buffet. No fue el caso del Ibiza Gran Hotel. ¿Cómo renunciar a uno de sus mayores reclamos? Por el contrario, reconfiguraron la experiencia asistiendo al máximo al cliente.

Imagina un despliegue digno de un festín memorable, tanto que lo bautizaron como The Gran Breakfast. Los despertares aquí se hacen con jamón 5J, embutidos ibéricos e ibicencos, sobrasada, anchoas Consorcio, salmón ahumado... Además de una estación de quesos entre los que probar Rey Silo Blanco, un Brabandier madurado, un queso de cabra Moluengo de la Rueda o Tronchón, solo por citar algunos.

La oferta de bollería y panes es apabullante. De semillas, rústico, de tomate, de orejones y hasta de té matcha. También puedes pedir que te preparen un crêpe con frutos rojos, disfrutar de huevos en distintas versiones, pequeñas piezas de pastelería, fruta fresca de temporada, zumos o una copa de champagne para empezar el día entre burbujas. No hay algo igual en toda la isla y consideramos que en el resto de España. 

Tampoco tiene desperdicio su apuesta de pool bar, donde disfrutar a pie de piscina, de platos como un carpaccio de gamba de Formentera, un calamar con sobrasada y butifarrón tal y como se prepara en la isla o una sabrosa fideuá de sepia y gamba roja o una extensa carta de pescados de Ibiza preparados al gusto. 

Un hotel que va más allá: Destino de experiencias

Más allá de la parte gastronómica, una de nuestras favoritas, para esta temporada el hotel se ha planteado ir más allá y que alojarse allí sea mucho más que una simple estancia. Reconvertido en hotel de experiencias que promulga la verdadera Ibiza.

“Nuestra intención es que nuestros huéspedes vivan una experiencia 360º, sintiéndose especiales y pudiendo despertar con una clase de yoga individual o en familia, hacer una visita guiada por la antigua ciudad amurallada de Dalt Vila, descubrir las bohemias boutiques locales con un personal shopper y terminar el día cenando románticamente en un velero bajo la luz de la luna”, explica Raúl Sierra, director del establecimiento.

De esta forma, han colaborado estrechamente con diferentes espacios y empresas para afianzar que no se trata solamente de un hotel. Los planes van desde navegar en un llaüt, una embarcación tradicional balear, a aprender y practicar fotografía acuática con el prestigioso biólogo marino y explorador de National Geographic, Manu San Félix. 

También ofrecen actividades relacionadas con la gastronomía, como participar en una clase de cocina o coctelería con productos de la isla o visitar las bodegas de la Pitiusa, como Can Rich, donde degustar sus vinos y aceites, así como disfrutar de un picnic entre viñedos. 

¿El broche perfecto? Su spa en el que buscan que uno encuentre el equilibrio físico y emocional. "Para ello nuestra wellness embassador recibirá a cada huésped a su llegada, les asesorará y planificará con tratamientos de nutrición, bienestar y deportivos, explicándoles que hemos incluido novedades como una carta saludable en su propia habitación, clases de yoga y fitness, e incluso, pueden contar con un kit de fitness personalizado para realizar ejercicio en su propia suite", termina Sierra.