Cada vez que vamos a hacer la compra y nos detenemos a mirar las etiquetas e ingredientes de los productos que adquirimos, estoy segura que siempre nos llama la atención eso de “natural” y “artificial”. Al ver estas palabras automáticamente nuestro subconsciente asocia lo natural con lo sano y deseado, sin embargo la palabra artificial ya tiene implícito el engaño, eso como leve. Pero, ¿se corresponde esto siempre con la realidad?

Lo primero que debemos tener claro es todo aquello que se engloba dentro del concepto natural, según Merriam Webster natural es todo aquello que existe o es causado por la naturaleza y no por el hombre. Bien, si seguimos al pie de la letra esto, tenemos claro entonces que cualquier alimento mínimamente preparado no puede ya ser natural por definición.

Sin embargo la FDA (Food and Drug Administration) no asume el significado de la palabra como tal, en su página web no especifica claramente la definición del concepto, simplemente indica que natural puede usarse siempre y cuanto los productos no contengan colorantes añadidos, sabores artificiales o sustancias sintéticas, con lo cual esto queda abierto a muchas interpretaciones y cuando encontramos un producto etiquetado como natural no podemos saber realmente a que se está refiriendo.

Ahora bien, atendiendo lo que define la FDA por natural aparece la dualidad sabor natural y artificial,  la asociación define como sabor “a cualquier ingrediente cuya función en el producto es aportar sabor y no valor nutricional”. Para ver esto de forma más ilustrativa veamos un ejemplo: la carne de vaca por sí misma tiene sabor pero como su aporte nutricional es suficientemente significativo no se catalogaría como saborizante, sin embargo si se produce un extracto de carne de vacuno y se añade en pequeñas cantidades a cualquier producto para dar sabor añadiendo poco o ningún valor nutricional a dicho producto, entonces si se calificaría como saborizante.

Como hemos comentado, dentro de los saborizantes encontramos los naturales y los artificiales, la FDA dice que un sabor natural es aquel que proviene de una “especia, fruta o jugo de fruta, vegetal o jugo de vegetal, levadura comestible, hierba, corteza, raíz, hoja o material similar de una planta, carne, mariscos, aves, huevos, productos lácteos o productos resultantes de la fermentación de los mismos”, en síntesis, cualquier sabor que procede de un animal o planta es considerado natural, por lo que en contraposición un sabor artificial será aquel que no proceda de ningún animal o planta, es decir, creado desde cero.

Llegados a este punto, ¿debemos considerar mejor el sabor natural que el artificial? De entrada parece que la respuesta está clara pero hay que analizarlo porque no todo lo proveniente de algo natural es bueno y deseable, por ejemplo el cianuro extraído de las almendras amargas es natural pero no es muy aconsejable tomarlo, por lo que siguiendo este ejemplo sacamos en conclusión que no todos los extractos de origen animal o vegetal son seguros o deseables para nuestra salud. Pero no es este el único ejemplo para “rechazar” determinados saborizantes naturales, os ponemos un ejemplo muy gracioso (gracioso para quién no lo haya comido aún), hay una sustancia llamada castóreo que se usa en productos horneados, dulces, lácteos congelados y postres, se usa porque huele a vainilla pero es extraído de dos sacos que tiene el castor junto a las glándulas perianales, por supuesto, saborizante natural ¿Apetecible verdad?

Los sabores artificiales por el contrario no siempre deben ser considerados malos, a nivel científico un sabor elaborado artificialmente es absolutamente indistinguible del mismo compuesto derivado de una fuente natural.

Hoy en día con el auge de la repostería creativa está viéndose incrementado el uso de una infinita variedad de extractos para aportar sabor y aroma a los postres, ¿qué pensáis? ¿mejor naturales o artificiales? Eso sí, habrá que controlar la procedencia de esos saborizantes naturales, que algunos provienen de los sitios más rebuscados.

Fuente | Serious Eats