Una mujer muestra su felicidad.

Una mujer muestra su felicidad.

Salud

En busca de la felicidad: las personas que viven más contentas tienen menos cáncer, cardiopatías o diabetes

Hace falta alcancar un umbral mínimo para esa protección, pero el efecto puede extenderse durante varios años posteriores sin que haya una reversión.

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Las claves

La felicidad tiene una relación directa con la salud pública, reduciendo el riesgo de morir por enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes.

Un nivel de felicidad autopercibida de 2,7 puntos o más está asociado con una menor mortalidad por enfermedades no transmisibles.

La investigación sugiere que estrategias que promuevan la felicidad deben incluir políticas para controlar la obesidad, el consumo de alcohol y mejorar la urbanización.

Cada aumento del 1% en los niveles de felicidad se asocia con una disminución del 0,43% en la tasa de mortalidad por enfermedades crónicas.

Cuando alguien habla de buscar la felicidad puede parecer algo excéntrico. Este concepto ha protagonizado debates filosóficos desde que el humano es capaz de hablar y todavía no se ha logrado desentrañar qué es o de qué se trata exactamente

Lo que sí ha conseguido la ciencia es demostrar que, sea lo que sea, la felicidad tiene una relación directa con la salud pública. Una investigación ha visto que puede reducir el riesgo de morir por enfermedades crónicas, aunque solo a partir de unos niveles mínimos.

Para medir la felicidad, las autoras de la investigación han empleado la Escalera de la Vida, una medida del bienestar subjetivo (la felicidad autopercibida) en la que las personas encuestadas califican su calidad de vida entre el 0 y el 10.

Según sus pesquisas, quienes tienen un valor de 2,7 puntos o superior tienen un riesgo menor de morir por enfermedades no transmisibles como el asma, el cáncer, la diabetes o patologías cardiovasculares, entre otras. En 2021, estas afecciones causaron el 75% no pandémicas.

Por debajo de ese nivel, la mejoras emocionales no implican beneficios sanitarios significativos, señalan las autoras en el texto. Este umbral "podría reflejar las condiciones socioeconómicas e institucionales mínimas necesarias para que la felicidad se traduzca en mejoras mensurables en la salud", hipotetizan las autoras en el artículo.

Para realizar este trabajo han cruzado datos de la Escalera de la Vida con las tasas de mortalidad por enfermedades crónicas de 123 países del mundo entre 2006 y 2021. 

La investigación también ha tenido en cuenta datos sobre consumo de alcohol, obesidad, urbanización, la contaminación por partículas PM 2.5, la gobernanza de cada país, el gasto en salud y el producto interior bruto per cápita.

Iulia Iuga, investigadora de la Universidad 1 Decembrie 1918 en Alba Iulia (Rumanía) y autora principal, destaca que aunque hay un umbral mínimo, no hay un techo. A partir de esos 2,7 en felicidad autopercibida, cualquier cifra tiene un impacto positivo en la reducción de la mortalidad por patologías no transmisibles.

De hecho, cada aumento del 1% en los niveles de felicidad se asocia con una disminución de, aproximadamente, el 0,43 % en la tasa de mortalidad por esta causa en personas de entre 30 y 70 años, señala la autora.

Tampoco hay una duración determinada. Durante la investigación, el equipo pudo comprobar que un "shock positivo de felicidad" continúa produciendo una disminución duradera y significativa de la mortalidad por patologías crónicas durante varios años posteriores, sin indicios de reversión, reza el texto.

Un círculo vicioso

En texto, Iuga y sus colegas hablan de la existencia de una especie de círculo vicioso. El bienestar reduce la mortalidad por enfermedades no transmisibles y esta disminución, a su vez, aumenta la satisfacción con la vida. De esta forma, "se maximiza la eficacia de todas las inversiones sociales y sanitarias futuras", resaltan.

En la misma línea, la investigación también destaca que los países con mayores puntuaciones de felicidad son también los que más invierten la salud de sus ciudadanos y los que cuentan con sistemas de protección social sólidos y gobiernos más estables.

"Apoyando la prevención, el diagnóstico temprano y la atención de enfermedades crónicas, los presupuestos deberían proteger una parte de la prevención", sostiene la autora principal de este trabajo.

La felicidad no es suficiente

No obstante, el bienestar subjetivo no es suficiente. Las investigadoras pudieron observar que la obesidad y el consumo de alcohol mantienen una fuerte asociación positiva con la mortalidad prematura por estas causas a ambos lados del umbral.

Por eso, creen que puede ser una buena opción la adopción de estrategias combinadas con políticas que fomenten la felicidad promoviendo dietas saludables, la limitación de la comercialización de alimentos ricos en calorías, el endurecimiento de los impuestos y la disponibilidad del alcohol.

Otro actor que destacan en este estudio es la urbanización. En un principio, el crecimiento urbano aumenta la mortalidad por patologías crónicas. Sin embargo, se convierte en un factor protector una vez que un país alcanza un mayor nivel de bienestar.

"Debe gestionarse con cuidado para que las perspectivas sociales y económicas que aumentan la felicidad no se vean comprometidas por la contaminación y la calidad de vida sedentaria", apunta el texto.

Iuga destaca que las medidas para potenciar la felicidad de los ciudadanos y proteger su salud deben pasar por controlar mucho más los daños causados por el alcohol, prevenir la obesidad, reducir la contaminación y potenciar un diseño urbano que favorezca los espacios verdes y los trayectos andando y en trasporte público.

Por supuesto, no se puede olvidar la necesidad de aumentar el gasto sanitario per cápita destinando una parte a la prevención, apunta la autora. Esto debe hacerse incluso en los países en los que el PIB per cápita ya protege la salud de los ciudadanos.