Manuel Viso en TVG.

Manuel Viso en TVG.

Salud

El médico Manuel Viso advierte a España sobre estos quesos: "No son de verdad, tienen malos ingredientes de ciencia ficción"

Más allá del sabor, el queso de verdad aporta nutrientes esenciales para cuidar los huesos los músculos y la salud en general siempre con moderación.

Más información: Doctor Karani, experto en nutrición: "Tomar más de 500 g diarios de leche, yogur y queso reduce el azúcar sin engordar"

Publicada

España es, sin duda, tierra de quesos. Desde los Manchegos, Cabrales o Idiazábal hasta joyas como la Torta del Casar o el Majorero, la variedad y calidad de los quesos españoles reflejan la riqueza gastronómica del país. Leche de vaca, de oveja o de cabra, elaboraciones frescas, curadas, azules o cremosas... cada región aporta su propio carácter a un alimento que forma parte de la identidad del país.

A pesar de ello, en los últimos años han proliferado en el mercado las imitaciones que poco tienen que ver con el queso auténtico. El médico y divulgador Manuel Viso lo deja claro: muchos de los productos que parecen queso… no lo son. Y explica cómo identificar si nos están vendiendo un queso auténtico o una imitación.

"No, no todo lo que parece queso es queso de verdad", advierte. "Aunque lo hayan rallado dentro del envase, estos productos no siempre son queso". El especialista invita a revisar con detalle las etiquetas antes de llenar la cesta de la compra.

Según Viso, existen indicios muy claros que deberían ponernos en alerta. "En muchos de estos paquetes verás frases como 'para gratinar', 'ideal para pizzas' o 'para sándwich', pero no encontrarás la palabra queso por ninguna parte del paquete". Y eso no es casual.

El experto recuerda cómo se elabora tradicionalmente este producto. "El queso de verdad viene de la leche, pasa por un proceso de fermentación y maduración, y no necesita inventos raros". Sus ingredientes son muy simples: "Leche y fermentos lácticos. Ninguno más".

En cambio, cuando el producto es una imitación, la lista de ingredientes cambia radicalmente. "Son como una película de ciencia ficción -y de las malas-, donde los protagonistas son aceites vegetales, almidones raros, sales fundentes, aromas artificiales y colorantes. Básicamente: cero amor".

Para quien tenga dudas al hacer la compra, Viso propone un test muy sencillo: fijarse en tres aspectos básicos. Primero, el nombre del producto. "Si no dice queso, desconfía". Después, la lista de ingredientes. "Si aparecen aceites vegetales o almidones… chao". Y finalmente, la textura al calentarlo.

"El queso real, al calentarlo, hace hilitos, burbujea y sabe riquísimo. En cambio, el queso falso parece goma derretida. Es fake", explica. De hecho, incluso propone un sencillo experimento casero: calentar unos 20-30 gramos de producto en el microondas durante un minuto y observar el resultado.

El queso real, muy nutritivo

Más allá del sabor, el queso auténtico aporta nutrientes esenciales para el organismo. Según la Fundación Española de Nutrición (FEN), destaca por su alto contenido en proteínas de calidad, incluso superior al de la propia leche. Estas proteínas ayudan a formar y reparar tejidos, favoreciendo el mantenimiento de la masa muscular.

El queso también es una excelente fuente de calcio, un mineral clave para mantener los huesos y dientes fuertes, y para el correcto funcionamiento del sistema nervioso y muscular. Además, aporta vitaminas A y D, que favorecen la absorción de ese calcio y contribuyen al bienestar óseo.

Pero no solo eso. También es rico en vitaminas del grupo B -especialmente B12, B9 (ácido fólico), B1 y B2-, por lo que se considera un alimento muy completo desde el punto de vista nutricional, siempre que se consuma dentro de una dieta equilibrada.

Desde la Fundación Española del Corazón recuerdan, sin embargo, que el contenido en grasas saturadas varía según el tipo de queso. Los quesos frescos como el de Burgos o el requesón son más digestivos y contienen menos grasa y colesterol. En cambio, los curados -como el manchego, el parmesano o el emmental- concentran más nutrientes, pero también más calorías, grasas y sodio.

Por eso, en situaciones de obesidad, colesterol alto o hipertensión, los expertos aconsejan optar por versiones frescas o desnatadas, y moderar el consumo de los curados. Como referencia orientativa, las recomendaciones habituales sitúan la ración diaria en torno a 40-60 gramos en el caso de quesos curados, y de 80-125 gramos para los frescos.

Por tanto, para escoger bien, es necesario revisar bien la etiqueta, fijarse en los ingredientes y, si es necesario, aplicar el sencillo test casero para saber si lo que se adquiere es realmente queso. Más allá del sabor, apostar por el queso auténtico es sumar calidad nutricional a la dieta. Y siempre, eso sí, disfrutándolo con moderación.