Un miembro de la tribu huni kui de Brasil prepara ayahuasca para usarla en un ritual.

Un miembro de la tribu huni kui de Brasil prepara ayahuasca para usarla en un ritual. Lunae Parracho Reuters

Salud

El polémico estudio que apoya el potencial de la ayahuasca para mejorar la salud mental: "No es opinión, es evidencia"

Los autores consideran que ciertas experiencias tradicionalmente etiquetadas como negativas pueden contribuir a beneficios psicológicos a largo plazo.

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El estudio de las sustancias psicodélicas como posibles fármacos aún genera dudas por el uso recreativo que se hace de ellas. En algunos casos también influye que cuentan con una tradición indígena que no juega a su favor, como sucede con la ayahuasca, una infusión cuyo origen se remonta a los pueblos precolombinos de la Amazonía. Aunque en estas comunidades se utilizaba como un remedio 'curativo', ha habido investigadores que en los últimos años se han acercado a ella para comprobar realmente cuáles son sus beneficios.

Algunas de estas investigaciones han sugerido que la DMT (el principio activo de la ayahuasca) podría ayudar a aliviar problemas de salud mental, como la depresión o la ansiedad, así como dolencias físicas. El principal inconveniente de estos resultados es que, en su mayoría, aparecen en estudios observacionales.

"Es la que menos evidencia científica tiene en cuanto a ensayos clínicos se refiere", apunta a EL ESPAÑOL José Carlos Bouso, director científico de la Fundación International Center for Ethnobotanical Education, Research & Service (ICEERS). Pese a estas palabras, y tras 15 años haciendo investigación ayahuasca (tanto farmacológica como observacional), el psicólogo y doctor en farmacología también reconoce que "las personas que acuden a las ceremonias de ayahuasca obtienen beneficios personales, pese a los efectos adversos".

Precisamente en su última publicación científica Bouso ha tratado de analizar cuáles son los efectos adversos y de qué manera varían según determinadas circunstancias. Para ello, han utilizado la Encuesta Global de Ayahuasca, que cuenta con los datos de casi 11.000 participantes (de los cuales 5.400 se incluyeron en el análisis final).

Reconsiderar los efectos adversos

Los investigadores descubrieron que aquellos que tenían antecedentes de ansiedad o depresión, así como los que consumían ayahuasca en "entornos no tradicionales", eran más propensos a informar de estados mentales adversos tras el consumo. Sin embargo, algunos efectos adversos, como las distorsiones visuales, sí que se asociaron con resultados de salud mental que fueron significativamente mejores.

Estos beneficios psicológicos que dicen experimentar los participantes varían en función de sus características y del contexto en el que la consumen. En el caso de las mujeres, por ejemplo, reportaron más estados adversos, pero no mostraron un empeoramiento de su salud mental.

También concluyen que sería "más beneficioso" recurrir a la ayahuasca "bajo la supervisión de usuarios experimentados" ya que de no ser así, "podrían enfrentarse a un mayor riesgo de resultados negativos". Al propio Bouso lo que más le llamó la atención fue la diferencia que había en los resultados de salud mental entre aquellos que tenían entornos de apoyo durante su consumo y los que no.

Los autores consideran que este nuevo estudio, que se suma a otros en los que asociaban la ayahuasca a una reducción del consumo de drogas o a una mejora en el estado anímico, "revela que los estados mentales post-ayahuasca, tradicionalmente vistos como adversos, pueden contribuir a mejorar la salud mental, especialmente en individuos con trastornos previos de ansiedad y depresión".

Entienden que para que esto suceda se debe reconsiderar la clasificación de los estados mentales adversos en la investigación psicodélica, puesto que "ciertas experiencias tradicionalmente etiquetadas como negativas pueden contribuir a beneficios psicológicos a largo plazo".

Según expone Bouso, no se pueden considerar efectos adversos porque son "connaturales a la experiencia": "La experiencia con ayahuasca, y con psicodélicos, no es lúdica ni placentera. Va acompañada a veces de procesos emocionales intensos porque se están trabajando aspectos de la persona, como ocurre con la psicoterapia". Ahora bien, que haya una mejoría dependerá de factores como "una adecuada preparación" o "si la persona está bien preparada".

La "revolución" que viene

El investigador reconoce que ya hay ensayos clínicos con ayahuasca. Pone el ejemplo de Brasil, donde se está probando su uso para la depresión y en pacientes con problemas de dolor físico porque "potencia los marcadores antiinflamatorios". Lamenta que, a diferencia de lo que ha ocurrido con otros psicodélicos como la psilocibina, no se haya estudiado la ayahuasca desde una perspectiva más biomédica. Y debido a su tradición indígena, no cree que se vaya a medicalizar.

Aun así, se ha popularizado su consumo en ceremonias comunitarias. El 'boom' en Occidente ha sido tal que no es extraño encontrar una "prácticamente cualquier fin de semana" en una ciudad europea. Bouso, junto con otros investigadores, acude a algunas de ellas para evaluar cuáles son los beneficios y los riesgos a los que se exponen. El perfil habitual es el de una persona de 30 a 40 años, con familia y una buena formación. Cada vez más acuden mujeres y "personas con dolencias crónicas de las que la medicina alopática no les puede dar la solución".

En el ámbito de la psicofarmacología, Bouso piensa que la incorporación de los psicodélicos a la práctica médica y psiquiátrica será "la siguiente revolución en salud mental", que "va a ser una realidad de aquí a unos tres años". Recuerda que la psilocibina, un compuesto activo que es similar al principal activo de la ayahuasca, ya se encuentra en fase III de ensayo clínico para pacientes con depresión resistente al tratamiento. Y la ketamina, aunque tiene un mecanismo de acción diferente al de los psicodélicos, ya está financiado en España.

Entiende que, aun con estos ejemplos, haya colegas que sigan poniendo en duda su posible uso terapéutico. Aunque, a día de hoy, no cree que sea "una cuestión de opinión, sino de evidencia". "Esto no quiere decir que debamos descuidar los riesgos que producen estas sustancias. Por eso los estamos estudiando, porque solamente conociendo los efectos adversos podremos evitarlos".