Una mujer con alergia.

Una mujer con alergia. Gtres

Salud Alergología

Diez cosas que no sabías sobre la alergia primaveral

No es fiebre ni del heno, las flores y las pelusas blancas no son su causa, y era motivo de exclusión de la 'mili'.

11 mayo, 2018 01:35

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Con la llegada de la primavera real, no la de lluvias caprichosas sino la que anticipa el verano, miles de ciudadanos se convierten en humanos pegados a un pañuelo de papel. La alergia primaveral o fiebre del heno causa estragos con sus síntomas característicos de goteo nasal, congestión, estornudos e irritación de ojos, e incluso en algunos casos con ataques asmáticos. Y aunque sus consecuencias son bien conocidas, no lo son tanto estos diez datos y curiosidades sobre la afección más típica de esta estación del año.

La fiebre del heno, ni es fiebre, ni tiene nada que ver con el heno

Muchos afectados por alergia primaveral reciben un diagnóstico de fiebre del heno que tal vez les desconcierte. Se trata de un término obsoleto para designar la rinitis alérgica típica de la primavera. Su origen se remonta al médico inglés John Bostock, que en 1819 presentó un informe a la Sociedad Médica y Quirúrgica relativo a un paciente con las siglas JB (no es difícil saber de quién se trataba) que todos los años, con la llegada de la primavera, experimentaba síntomas como irritación de los ojos, estornudos y dificultades para respirar. Bostock lo llamó "catarro estival", pero popularmente se extendió la idea de que estaba causado por "el efluvio del heno nuevo". Fue el también británico Charles Blackley quien en 1859, y después de estornudar al oler un manojo de hierbas, logró determinar experimentalmente que la causa era el polen, al que por error atribuyó la presencia de alguna toxina.

La alergia primaveral era una enfermedad aristocrática

Aunque la alergia primaveral no es una enfermedad moderna, sí es cierto que los casos se han disparado desde el siglo XX. En su época, Bostock solo logró encontrar 28 pacientes que compartieran sus síntomas. Dado que generalmente pertenecían a la clase alta, el médico aventuró que se trataba de una enfermedad propia de los aristócratas de "disposición débil". En Reino Unido y EEUU, los hoteles costeros y de montaña se anunciaban como retiros ideales para escapar de la fiebre del heno.

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La alergia no se identificó hasta el siglo XX

En 1906 el científico austríaco Clemens von Pirquet acuñó la palabra "alergia", que significa "actividad alterada". Los estudios de von Pirquet no estaban relacionados con la alergia primaveral, sino que inventó el término para designar la reacción de hipersensibilidad de los pacientes que recibían dos dosis de vacuna contra la viruela. Posteriormente se descubrió que la alergia primaveral es una respuesta inmunitaria exagerada contra el polen, inofensivo para el ser humano, pero que el sistema inmunológico trata como si fuera un virus invasor.

El aumento de las alergias puede deberse a un exceso de limpieza

Aunque lo que hoy conocemos como alergia primaveral fue descrito por primera vez en el siglo X por el médico persa Al-Razi, el número de casos de alergias en general se ha disparado en las últimas décadas del XX. Por ejemplo, en Francia se detectaron el doble de casos en 1982 que en 1968. Los expertos apuntan que la polución urbana puede desempeñar un papel en este crecimiento, empeorando los síntomas; pero también desde 1989 circula la llamada hipótesis de la higiene, según la cual un escaso contacto de los niños pequeños con los microbios ambientales y los alérgenos impide una correcta maduración del sistema inmunitario, facilitando que reaccione de manera inadecuada contra estímulos inocuos.

Las pelusas blancas voladoras no son polen

En esta época del año, en los parques públicos es frecuente presenciar una especie de nevada primaveral formada por infinidad de pelusas blancas, que en algunos lugares llegan a formar gruesas capas. Muchos alérgicos piensan que estos copos voladores son los responsables de sus síntomas, pero no es así. Las pelusas blancas son sistemas empleados por algunos vegetales para que el viento disperse sus semillas. Por tanto, no se trata de polen, que es el esperma de la planta, sino del resultado posterior a la polinización de las flores. Las semillas suelen ser pesadas y por ello necesitan sistemas de dispersión. En cambio, el polen responsable de las alergias es microscópico, y por tanto se dispersa con el viento sin necesidad de ayuda. A veces se observa el polen depositado como un fino polvo amarillo.

El polen puede llegar a 600 kilómetros mar adentro

Aunque la densidad de polen puede variar en distintas regiones, en las ciudades se une el problema de la contaminación atmosférica, que puede agravar los síntomas. Sin embargo, no hay zonas libres de polen. El viento puede transportarlo hasta cientos de kilómetros de su lugar de origen, por lo que los síntomas de una persona alérgica no necesariamente vienen provocados por el árbol del jardín más próximo. Las regiones costeras tampoco se libran, y de hecho se ha descrito que el polen puede llegar arrastrado por el viento hasta más de 600 kilómetros mar adentro.

El polen más alergénico no es el de las flores ornamentales...

Es típica la imagen de alguien estornudando al oler un ramo de flores, pero en general se ajusta poco a la realidad. Las flores ornamentales suelen tener un polen de mayor tamaño que no se dispersa por el aire, sino que se sirve de insectos polinizadores como las abejas. La causa más frecuente de alergias primaverales es el polen de árboles o hierbas, sobre todo gramíneas. Las especies responsables varían en distintas regiones del mundo, pero entre ellas se encuentran árboles como las coníferas (pinos y cedros), sauces, álamos o chopos, robles, encinas, hayas, castaños, fresnos, olivos, plátanos de sombra y abedules, o plantas herbáceas como la ambrosía, el plantago, la artemisa, la ortiga, la romaza, la parietaria y el trigo sarraceno. En primavera también abundan las esporas de los mohos. Algunas especies vegetales muy alergénicas, como cipreses, arizónicas, alisos o avellanos suelen tener un efecto menor porque polinizan en otras épocas del año, cuando se hace más vida de interior.

...pero algunas flores sí pueden producir alergia

Algunas personas sí estornudan al oler un ramo de flores, aunque esto suele deberse a la irritación provocada por las sustancias químicas que componen el perfume. Sin embargo, el polen de ciertas flores de jardín puede provocar los síntomas típicos de la rinitis alérgica. Entre ellas se encuentran los lirios, la camomila, la margarita, el jazmín, el girasol, el crisantemo, la glicina o wisteria, y el amaranto o moco de pavo. Algunos vegetales tienen sexos separados, por lo que los ejemplares femeninos no producen polen. También en ciertas plantas existen variedades estériles o con baja producción de polen.

Una recomendación para los alérgicos: ducharse antes de dormir

Probablemente es una medida de precaución que escapa a muchos alérgicos, pero durante el día podemos acumular una gran cantidad de polen pegado a nuestra piel y pelo. La Fundación de EEUU para el Asma y la Alergia recomienda a los alérgicos tomar una ducha antes de irse a dormir, para evitar llevar a la cama toda esta carga de polen que puede provocar síntomas molestos cuando más necesario es el descanso.

La alergia primaveral libraba de la mili para no alertar el enemigo con los estornudos

Cuando el servicio militar era obligatorio en España, la fiebre del heno era una de las causas de exclusión por motivos médicos. Esta exención se ha aplicado también en otros países, sin que sea necesaria la demostración de síntomas incapacitantes como el asma. Hasta 2001, cuando la mili desapareció definitivamente, miles de jóvenes se libraron del servicio alegando fiebre del heno. Pero ¿por qué esta causa era motivo de exclusión? En EEUU comenzó a estudiarse el efecto de las alergias en el servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial. Y aunque generalmente se consideraba que los jóvenes eran aptos si no manifestaban ataques de asma, se observaba que en muchos casos los síntomas empeoraban cuando se enviaba a los soldados al extranjero, y que esto repercutía en un gasto en pensiones a los militares retirados por tal causa. Un informe del teatro de operaciones del Mediterráneo durante la Segunda Guerra Mundial relataba que en una ocasión "la presencia de hombres en maniobras secretas nocturnas fue dada a conocer a las tropas enemigas por los incontenibles estornudos de un soldado, resultando en fuego enemigo".