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Cuidado con Alemania

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El “pueblo metafísico, la patria de “poetas y filósofos”. Así le gustaba al filósofo Heidegger denominar a Alemania. Habría que añadir a esto las grandes figuras de la música clásica, Bach, Mozart, Beethoven, Wagner, etc. Con ello Alemania se configuró en el siglo XIX como la superpotencia cultural europea, haciendo sombra a la propia Francia, reina de ilustrados y escritores. Al mismo tiempo, fruto de ese desarrollo de gran creación filosófica y modernización cultural, que empieza con Leibniz y Kant, se produce su industrialización y modernización política en el siglo XIX tras las reformas de Prusia, iniciadas por Federico, el llamado “Rey filósofo”.

En Berlín, capital de Prusia, vivieron los grandes filósofos que continuaron desarrollando y profundizando, desde la Universidad, la nueva forma de pensar críticamente el mundo que hiciera famoso a Kant. Fichte, Schelling y Hegel fueron entonces las “estrellas” filosóficas que atrajeron la mirada de la Europa culta. Fichte con sus “discursos” para regenerar una nación alemana, otrora gran imperio medieval, que había entrado en decadencia y guerras civiles con la división religiosa entre protestantes y católicos. Schelling con su Filosofía de la Naturaleza que sirvió de guía para el progreso de ramas nuevas de las ciencias naturales, como el electro-magnetismo, la Química orgánica o la fisiología. Y Hegel que llegó a ser considerado el Ideólogo oficial de Prusia, por su influencia en la Facultad de Derecho, que aún perdura entre tantos Constitucionalistas y teóricos del Derecho.

Alemania se modernizó porque se produjo la circunstancia de unos ministros y hombres de Estado que empezaron a acudir a las conferencias y cursos de Fichte y de Hegel, como estímulo y guía de sus proyectos políticos reformistas, una rara alianza entre la Inteligencia y el Poder, a pesar de grandes dificultades y fracasos sonados, como el fin de su Monarquía, tras la Primera Guerra Mundial, con la consecuente crisis económica que condujo al Reich hitleriano, y a su derrota militar por los aliados. Pero, cual Fenix, Alemania, con el Plan Marshall y la disciplina “prusiana”, resurgió de sus cenizas para convertirse inesperadamente, con la caída del Muro de Berlín, en la “locomotora económica” europea, por la potencia de su industria automovilística y tecnológica. Su tentación actual más peligrosa, por la falta de un contrapeso económico y cultural de calibre semejante, es caminar hacia el IV Reich, transformando la originaria forma Confederal del proyecto de unidad europea, auspiciado por USA, en un proyecto Federal hegemonizado por Alemania.

Hoy Inglaterra, que fue el tradicional contrapeso frente a las ambiciones imperiales continentales de la Francia napoleónica y de la Alemania Guillermina y Hitleriana, ya no está en condiciones de hacer de contrapeso, porque ha perdido su Imperio y además mantiene una política de subordinación política y cultural a USA, la potencia de cultura anglosajona hoy líder. Francia también ha perdido su Imperio y, aunque mantiene un cierto antiamericanismo, su posición económica y cultural parece debilitarse por el ascenso en el liderazgo cultural del mundo “latino” del español como lengua y moda en la música, la cocina, el turismo, etc. Solo queda España e Italia, entre los países del Sur de Europa que podrían ejercer de contrapeso ante una Alemania con pretensiones de superioridad cultural que, con su decisión de no entregar a Puigdemont a la justicia española, se permite dar lecciones de modernidad y democracia a una España a la que considera todavía como inquisitorial y atrasada.

Italia, sin embargo, aunque tiene fuerza industrial, no es rival cultural por el poco alcance de su idioma.

Podemos pensar mal y considerar que la verdadera razón es que Alemania desea romper España apoyando al “nazismo” catalán para debilitar a un posible competidor. Pero eso también lo podrían desear, a pesar de negarlo diplomáticamente, Inglaterra e incluso Francia. El gobierno actual de Rajoy parece creer que basta con recurrir a la Justicia de la Unión Europea. Pero por la experiencia de anteriores recursos, sabemos que puede ser peor el remedio que la enfermedad. Se necesita por ello, que esos brotes de defensa de la unidad e identidad de España como nación que ha producido de rebote el golpe separatista catalán, se transformen en el surgimiento de una nueva política que no se limite a un quítate para ponerme yo, sino que tales políticos escuchen las propuestas filosófico-políticas de los filósofos españoles del siglo XX, desde Unamuno y Ortega hasta Gustavo Bueno, que han iniciado una crítica y superación de la filosofía alemana tanto la de Fichte o Hegel como la de Marx, de un modo único en Europa, pero que en la propia España han sido silenciados y marginados por los políticos papanatas y corruptos que nos gobiernan desde hace décadas.