Asociación para la Diabetes de Tenerife.
Retos y contradicciones del asociacionismo contemporáneo
El asociacionismo ha sido clave en la participación ciudadana y la construcción de comunidad. A lo largo de los años, ha evolucionado en estilos de liderazgo y gestión, pero también ha enfrentado desafíos que dificultan su sostenibilidad.
Uno de los problemas recurrentes es la baja implicación de los socios. En muchos casos, las personas se afilian solo para acceder a servicios específicos, sin un verdadero compromiso con la entidad. Esto debilita el sentido comunitario y transforma las asociaciones en prestadoras de servicios más que en espacios de construcción colectiva. Para revertir esta tendencia, es clave fortalecer los vínculos y fomentar la participación activa.
También preocupa la falta de innovación en la oferta asociativa. Muchas entidades mantienen estructuras tradicionales sin adaptarse a los cambios sociales y tecnológicos. La digitalización, la inmediatez y las nuevas formas de socialización han modificado la manera en que las personas interactúan, pero el asociacionismo, en muchos casos, sigue operando bajo modelos heredados. Para atraer nuevas generaciones y revitalizar su impacto, es esencial incorporar herramientas digitales y metodologías de participación más dinámicas.
La dependencia de subvenciones es otro punto crítico. Muchas asociaciones centran sus esfuerzos en asegurar financiación externa, lo que las lleva a priorizar la burocracia sobre el impacto social. Además, las entidades privadas que ofrecen financiamiento suelen imponer condiciones, limitando la autonomía del movimiento asociativo. Sin estrategias de autofinanciación ni planificación económica a largo plazo, muchas organizaciones quedan atrapadas en una continua búsqueda de recursos en lugar de enfocarse en su misión.
El liderazgo dentro del asociacionismo también enfrenta dificultades. En muchas entidades, las mismas personas ocupan puestos directivos durante años, concentrando la toma de decisiones y dificultando el relevo generacional. Este estancamiento impide la renovación y frena la participación de nuevos liderazgos. Fomentar una cultura de relevo, redistribuir responsabilidades y generar espacios donde surjan nuevas voces es esencial para la sostenibilidad del movimiento.
A pesar de todo, el asociacionismo sigue teniendo un rol social fundamental. En muchos casos, es la única alternativa para colectivos vulnerables ante la falta de respuestas gubernamentales. Sin embargo, las administraciones suelen percibir a las asociaciones como simples prestadoras de servicios sin ofrecerles condiciones adecuadas para operar con estabilidad.
Por otro lado, el compromiso con estructuras federativas sigue siendo limitado. Aunque muchas asociaciones valoran los beneficios de formar parte de federaciones, pocas contribuyen activamente a su funcionamiento. La relación se vuelve desequilibrada: se exige apoyo sin corresponsabilidad, lo que dificulta la construcción de proyectos colectivos con impacto real.
Para garantizar el futuro del asociacionismo, es fundamental fomentar una mayor implicación de los socios, modernizar su oferta, reducir la dependencia financiera y fortalecer los liderazgos. Con estrategias de cambio y renovación, sigue teniendo el potencial de ser una herramienta poderosa para la transformación social.