Siempre Hayek

El presidente de Venezuela/Enrique de la Osa/Reuters

El presidente de Venezuela/Enrique de la Osa/Reuters

Por Ángel Zurita Hinojal

Hayek publicó su Camino de servidumbre en 1944. En plena Segunda Guerra Mundial hace notar que en los Estados Unidos y en Inglaterra están actuando también algunas de las fuerzas que destruyeron la libertad en Alemania. Señala que la magnitud de los desmanes cometidos por los nazis alienta la idea de que ni en Estados Unidos ni en el Reino Unido podría implantarse un sistema totalitario. Pero recuerda que en 1928 esa percepción habría parecido igualmente fantástica en Alemania para el 90% de los alemanes y para el 100 % de los observadores extranjeros.

Lo mismo pasó cuando los venezolanos, en su relajada opulencia petrolera, fueron advertidos por los exilados cubanos de lo que les caería encima si se entregaban a Hugo Chávez. Su respuesta fue algo parecido a: Aquí no puede pasar, el nuestro es un país rico en recursos naturales, una potencia petrolera de primerísimo orden; de una u otra manera todos los países de Latinoamérica dependen de Venezuela y enfermarían de pulmonía antes de que ella llegara a estornudar; a ustedes les pasó, sobre todo, porque son una isla.

Venezuela es ahora permanente actualidad para España. Y lo es porque pasó lo que no podía pasar, que el populismo comunista se apoderó de la democracia utilizando sus resortes y sus instituciones para destruirla, enquistándose él en el poder.

Se diría que se han cambiado los papeles y los exilados cubanos son ahora los exilados venezolanos y los indignados españoles de ahora los venezolanos de no hace tanto. El exilio de Venezuela nos avisa de lo que nos espera si en lugar de reflexionar y de utilizar la democracia para cambiar lo que de ella se ha maleado, llevamos nuestra indignación al paroxismo de entregársela a los populistas que a estas alturas ni engañar pretenden, ya que tan sobrados van que no se recatan en reconocer que no están aquí para reformar el sistema sino para demolerlo y crear el suyo.

Sí, para crear el suyo, el de la supremacía del estado a través del colectivismo, la planificación económica y la postergación de la iniciativa privada. Frente a esa perspectiva no cabe sino proclamar los tres pilares que sustentan el mayor grado de felicidad posible para el animal político que es el ser humano, la vida, la libertad y la propiedad. Y de los tres hasta uno es secundario, pues si se tienen vida y libertad y no se ven amenazadas, la propiedad podrá ser una aspiración cuando tampoco se amenaza o coarta.