Luis Alberto de Cuenca: “Ante las femme fatales hay que aceptar tu inferioridad: defiendo la relación de subordinación. Es la diosa madre, joder”.

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Vídeo | Luis Alberto de Cuenca: “Ante las femme fatales hay que aceptar tu inferioridad"

Luis Alberto de Cuenca nos abre las puertas de su biblioteca para hablarnos de la huella femenina que atraviesa su vida y su poesía, y también para reflexionar sobre la identidad, la sensibilidad, la juventud, el dolor y el juego entre realidad y ficción que marcan su vida.

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Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) nos recibe en su biblioteca, rodeado de estanterías repletas de historias y recuerdos, para hablarnos de lo que trata buena parte de su obra: las mujeres que han marcado su vida.

"Voy a escribir un libro que hable de las (poquísimas)

mujeres de mi vida. De mi primera novia,

me enseñó el amor y las puertas secretas

del cielo y del infierno (...)"

Con este poema inaugura una conversación luminosa y sin filtros en la que nos cuenta: “En mis poemas, lo que está presente es el eterno femenino”. No teme confesar su fascinación absoluta y ese inevitable sentimiento de estar por debajo ante ciertas mujeres. “Ante las femme fatales hay que aceptar tu inferioridad: defiendo la relación de subordinación. Es la diosa madre, joder”.

Luis Alberto de Cuenca en su casa

Luis Alberto de Cuenca en su casa Nieves Díaz

Entre carcajadas y recuerdos, el poeta reconoce cómo la vida le ha marcado hondo. “Me marcó la muerte de mi novia Rita, a los 19 años. Le llevo dedicando poemas desde el año 70”, y cómo el primer vistazo al cuerpo femenino fue, para él, casi una experiencia religiosa. “Cuando vi a una chica desnuda por primera vez, a los 13 años, fue como una aparición de la Virgen de Fátima: me limité a admirar, no toqué”.

Luis Alberto cierra esta entrevista hablando de la identidad y la sensibilidad. “Relativa. Tengo cosas de hombre y de mujer. Tengo una sensibilidad que me acerca a lo femenino sin dudar de mi sexualidad. Y muchas de las mujeres que he amado son más bien masculinas. ¡Si todos somos bisexuales!” Así, el poeta reivindica la riqueza de lo diverso y lo mestizo como parte esencial de su manera de mirar y de sentir el mundo.