Mario prepara un libro sobre el faro de Alborán mientras sigue ampliando su museo. EFE
Mario, el último farero de Almería, convirtió 30 años de trabajo en un museo: “Guardé cada pieza para que no se perdiera la historia”
Mario Sanz, ya jubilado después de 30 años de trabajo, conserva su legado en un museo que recibe miles de visitantes cada año.
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Mario Sanz, el último farero de Almería, puso fin a más de tres décadas de servicio en el emblemático faro de Mesa Roldán, dentro del Parque Nacional de Cabo de Gata-Níjar. Su historia es la de un hombre que no solo cuidó de la luz que guía a los navegantes, sino que también convirtió el lugar en un auténtico museo que hoy guarda más de 3.000 piezas relacionadas con el mundo de los faros. “Desde que llegué en 1992 supe que sería el último en entrar aquí y empecé a guardarlo todo”, afirmó en una entrevista con EFE.
Un faro convertido en museo vivo
El faro de Mesa Roldán, donde Mario trabajó hasta su reciente jubilación, es mucho más que una torre de luz. Con paciencia y dedicación, convirtió el edificio en un museo que se inauguró en 2008 y que hoy es una visita obligada para los viajeros que recorren Almería. Entre las vitrinas destacan quinqués, ópticas de Fresnel, documentos históricos y maquetas de faros icónicos, como la Torre de Hércules.
La colección se ha enriquecido con donaciones de familiares de antiguos fareros, anticuarios y turistas que dejan piezas en la puerta cuando él no está. Allí se pueden ver desde equipos de iluminación antiguos, pasando por sellos y cómics, hasta calcetines estampados con faros. Para visitarlo es necesario solicitar cita previa a la Autoridad Portuaria, pero eso no ha impedido que miles de personas recorran cada año sus salas.
El exterior del faro continúa operativo, con un alcance oficial de 23 millas, aunque en noches despejadas Mario asegura haberlo divisado hasta a 70 millas de distancia. Durante su trayectoria, el farero vivió tormentas que ponían en riesgo la estructura: “Los rayos son lo peor. Te pueden partir paredes o romper la óptica entera”, recuerda.
Una profesión en vías de extinción
La jubilación de Mario marca el final de una era en España y en especial en Almería, donde ya no quedarán más fareros en activo. En toda Andalucía quedan apenas unos pocos, en puntos como Chipiona, Estepona o el mismo Cabo de Gata. “El día que nos jubilemos los que quedamos, se acaba el cuerpo de faros”, advirtió.
Su compromiso no termina con su retiro. Para garantizar la continuidad del museo, creó la asociación “Amigos del Faro de Mesa Roldán”, que ya cuenta con más de 730 socios. Ha solicitado que se establezca un horario fijo de apertura para el público, con el fin de asegurar su preservación. “En el peor de los casos la colección es mía y tendría que llevármela a otro sitio, pero no contemplo esa opción”, afirmó.
Mario sigue sumando piezas a su colección. Recientemente, incorporó un telégrafo Morse, una radio de la Segunda Guerra Mundial y prepara nuevas exposiciones. También está escribiendo un libro sobre el faro de la isla de Alborán, cuya documentación ha tenido que rastrear en archivos dispersos. Para él, cada objeto tiene un valor sentimental y cultural: “Me da pena que se pierdan las cosas. Si alguien tiene algo de un faro y quiere dejarlo, aquí lo guardo.”
El faro y su museo seguirán siendo un punto de encuentro para los amantes de la historia marítima y un símbolo de resistencia frente a intentos de privatización, como los proyectos que en el pasado buscaron convertirlo en hotel o casa rural. Hoy, Mario acaricia la barandilla del faro confiado en que su legado seguirá brillando, incluso después de su jubilación.