Javi revela que sus jornadas llegan a extenderse hasta 20 horas.

Javi revela que sus jornadas llegan a extenderse hasta 20 horas.

Sociedad

Un dueño de un bar reconoce la dureza de mantener este negocio: “Imagínate así estar así lunes a sábado es una auténtica barbaridad”

Javi ha aprendido a lidiar con el constante sacrificio que exige esta industria.

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Javi lleva más de medio siglo en la hostelería. Hoy, desde su bar en Guadalajara, abre las puertas a las seis de la mañana y no las cierra hasta la medianoche. Su jornada puede rozar las veinte horas, un ritmo que se repite de lunes a sábado. “Imagínate así estar así lunes a sábado, es una auténtica barbaridad”, confiesa con naturalidad, mientras prepara la comida y organiza el menú del día.

La vida en un bar: largas horas y sacrificio constante

Su historia no empieza en este local. Javi creció entre bandejas y mostradores en el bar de sus padres, y con el tiempo levantó su propio negocio: una marisquería con diez empleados en plantilla. Fueron años de bonanza, pero también de desgaste.

La crisis de 2008 golpeó fuerte y acabó con un modelo que el pueblo ya no podía sostener. “Tenía diez personas trabajando y aquello dejó de ser viable. No había otra opción que cerrar y empezar de nuevo”, recuerda con un tono seco, como quien ya lo digirió.

En Guadalajara intentó levantar un restaurante más pequeño, pero tampoco sobrevivió al paso del tiempo. Años después, apostó por este bar de barrio, al que ha invertido cerca de 40.000 euros en reformas y equipamiento. Hoy trabaja casi en solitario, con la ayuda puntual de camareros eventuales, y ha aprendido a lidiar con un sector que exige sacrificio constante. “En este negocio el cansancio es mental y físico. Si no lo aguantas, te tumba”, admite.

La pandemia terminó de complicar todo. Con el cierre forzoso y las restricciones, asegura que estuvo “casi arruinado”. Las ayudas institucionales no lo salvaron: “Lo que nos dieron, después hubo que devolverlo. Al final fue mejor no pedir nada”, resume. Pese a ese golpe, resistió y mantuvo abiertas las puertas, aferrado a la única profesión que conoce.

El bar, para él, es mucho más que un local. Es el lugar donde se cruzan vidas: desayunos de rutina, partidos de fútbol, sobremesas que se alargan y clientes que vuelven día tras día. “Algunos lo llaman el centro social del barrio. Aquí se hacen amigos, se arregla el mundo y también se lloran las penas. Un bar no es solo un negocio, es parte de la vida de la gente”, dice, con una mezcla de orgullo y cansancio.

Los bares en España, entre tradición y crisis

España es el país con más bares por habitante de Europa, con más de 260.000 locales repartidos en todo el territorio, según datos de Hostelería de España. La industria aporta alrededor del 6% del PIB y genera más de 1,7 millones de empleos. Pero detrás de esas cifras, la realidad es menos alentadora: cada año cierran más bares de los que se abren, presionados por la subida de costes, la fiscalidad y la falta de relevo generacional.

En este contexto, Javi resiste. Ha invertido miles de euros en adecuar su local, con la esperanza de quedarse con él en propiedad. Paga licencias, terrazas y los costes que acarrea cada mesa. “Se gana dinero, sí, pero menos que antes. Ahora los márgenes están ajustadísimos y cada vez hay más impuestos”, explica.

El suyo es un ejemplo de resistencia en un sector que parece condenado a la precariedad. Aun así, se aferra a la tradición y al vínculo con sus clientes. Porque, como dice, un bar no solo sirve cañas o tapas: mantiene viva la esencia de los barrios, y eso no tiene precio.