Uno de los voluntarios colombianos que sirven en las unidades infiltradas por la gente de los cárteles y la guerrilla y que ha contribuido como confidente en esta investigación.
El ejército de Zelenski, paraíso para el narco latino: "Sicarios del Cártel de Sinaloa están dentro. Luego vienen a España"
Palenquero, un voluntario colombiano de una región dominada por el ELN y el Cártel de Sinaloa, destapa cómo los narcos latinos han infiltrado las unidades ucranianas para aprender a armar drones con explosivos y eludir los radares.
Más información: Trump planea extender su ofensiva contra el narcotráfico en el Caribe y el Pacífico a cárteles en territorio mexicano
Palenquero creció en un departamento colombiano situado en la frontera con Venezuela, donde nada se movía sin permiso del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Era la clase de lugar en que el miedo del campesino era inseparable del trabajo en las fincas; las disputas se resolvían mediante sentencias guerrilleras y las escuelas se cerraban un día sí y otro también debido a los enfrentamientos entre los grupos insurgentes.
En febrero llegó a Ucrania para combatir contra los rusos tras vivir en Europa durante algún tiempo (él menciona Polonia pero pasó también por nuestro país). Ahora busca la manera de salir de allí porque, como la mayoría de los latinos reclutados por ambos bandos de esa guerra, se siente secuestrado y engañado por promesas de salarios que jamás cobró.
Ese hipotético futuro al que apostó sus malas cartas se ha transformado en un presente todavía más opresivo y miserable que el que tenía antes de dejar Colombia.
Hace ahora cuatro meses, estando desplegado en el Donetsk, llegó un tipo de unos treinta años a su unidad que dijo ser de su ciudad. Palenquero le acompañó hasta el barracón que los de su brigada habían improvisado en una escuela cercana al frente de Kostyantynivka; se fumaron un pitillo y, de alguna forma, conectaron.
Con el paso de las semanas, bebieron horilka varias veces juntos y en una de esas noches de verano en que se distraían recordando el sonido de los chigüiros y la vida junto al río Arauca, el recién llegado echó mano a la cartera, le mostró una foto y con una voz muy sofocada por el runrún de los generadores, le confesó: "Es de los tiempos en que trabajaba en México para el Cártel de Sinaloa".
Philippe Marques Pinto, conocido líder local del Comando Vermelho en Río de Janeiro, está siendo investigado por la policía brasileña, que aduce que ha viajado a Ucrania para capacitarse en el manejo de armas de guerra avanzadas.
La guerra siempre encuentra la manera de crear la atmósfera mental precisa para socavar el ánimo de los combatientes hasta ese punto de no retorno en que la gente necesita hacer salir el secreto que custodian. Y el que guardaba Palenquero y ahora ha revelado a EL ESPAÑOL es el que más trae de cabeza a las agencias de seguridad de toda Europa.
No era la primera vez que el colombiano había coincidido en el ejército ucraniano con compatriotas que trabajaban para el narco. Se podría decir que los reconocía a simple vista por la forma en que actuaban y parecían pensar; por lo que decían y lo que no decían; por el modo en que pasaban en un segundo de la broma a la amenaza.
Muchos de ellos siguen comportándose como si no hubieran salido aún de la favela o de las sendas polvorientas de la región del Cauca: como asesinos y sicarios. Y un asesino nunca es un buen soldado aunque ambos se dediquen a matar.
"Les conozco muy bien porque mi ex suegro era socio de ellos y yo solía acompañarle en sus reuniones y negocios con los de Culiacán allá en mi tierra", afirma.
"Esos bandidos del Cártel de Sinaloa operaban y se movían como si nada por el sector de Arauca donde vivía yo para pasar la droga a Venezuela por esa zona fronteriza", nos confesó la noche de este jueves en el transcurso de un encuentro concertado varias semanas antes con la mediación de otros colombianos.
Palenquero no es su nombre real, ni siquiera el nom de guerre con el que le conocen el resto de los latinos de su unidad. Pero de común acuerdo convenimos parapetarlo bajo un apodo ficticio que le ayude a proteger su vida en un entorno donde no valdría nada de descubrirse su identidad. Cualquiera que se decida a hablar sobre la presencia en Ucrania de hombres enviados por los cárteles debe extremar sus precauciones.
Con su colaboración y la de otros confidentes, hemos reunido un puñado de testimonios que corroboran que, tal y como sostenía en una alerta emitida este verano el Centro Nacional de Inteligencia mexicano (CNI), "varios ciudadanos de su país vinculados al crimen organizado" podrían haberse infiltrado en el ejército de Zelenski.
En realidad, no es que estén a punto de infiltrarse sino que llevan casi desde el principio de la guerra integrándose en todas las brigadas que incorporan voluntarios iberoamericanos. No solo hay mexicanos. Hay también peruanos, brasileños y, sobre todo, colombianos.
Aunque sea un asunto casi excluido de la agencia de los medios, la llegada a Ucrania en avalancha de criminales procedentes de Iberoamérica es uno de los mayores quebraderos de cabeza de las agencias europeas de inteligencia y los cuerpos policiales que se ocupan de la prevención de riesgos.
España es, además, la que más tiene que temer y teme porque, como compartimos un idioma con los delincuentes, se asume que muchos de ellos vendrán a nuestro país tras servir en Ucrania y serán reclutados por las organizaciones criminales.
De hecho, docenas de veteranos colombianos que han luchado contra Rusia están ya aquí trabajando. Y no todos sobreviven como braceros sin papeles en los campos de ajo de Ciudad Real o de Albacete.
Se da también por cierto que la principal ocupación de algunos de ellos es el crimen y han sido reclutados, por ejemplo, para proteger las plantaciones de marihuana. Se ha detectado también la presencia de colombianos incluso en los santuarios de los narcos del Guadalquivir.
Esta misma semana, mientras Zelenski charlaba con Pedro Sánchez, responsables de Interior y de Defensa se reunían con agentes de los Servicios de Seguridad de Ucrania (SBU) con el fin de establecer una vía de comunicación mucho más directa.
Lo que el CNI español pretende es que los ucranianos realicen una criba más efectiva de los contratistas extranjeros y un control más exhaustivo de las armas que fluyen por los frentes con la ayuda de los informes que les proporcionen desde España.
Municiones procedentes de Ucrania vendidas en el mercado negro.
"No sabemos si finalmente cumplirán o no con lo acordado, pero al menos, nuestra petición va a servir para dar visibilidad a esa situación y para que entiendan la importancia y la preocupación que nos suscita la llegada de esos narcos", asegura un funcionario del Ministerio de Defensa.
"Lo que vamos a hacer es crear alertas sobre la hipotética llegada de miembros de los cárteles para que no contraten mercenarios vinculados al tráfico de drogas. Sabemos que los narcos están estableciendo nuevas bases en Europa y queremos impedir que entren por Kiev", añade.
En palabras de ese agente, "hay muchísima inquietud entre los nuestros debido a la certeza de que muchos de esos extranjeros conectados a organizaciones criminales y terroristas se están formando en el manejo y modificación de drones porque sabemos que, al final, no pocos de ellos acabarán aquí". El riesgo se multiplicará cuando concluya la guerra y el armamento fluya al Viejo Continente, tal y como ya ocurrió tras el conflicto de Yugoslavia.
A tiros con la policía
Hace un par de fines de semana, un narco atrincherado abrió fuego con un fusil de asalto AK-47 en Isla Mayor, Sevilla, durante una operación antidroga y disparó dos veces a un policía nacional, atravesando su chaleco y el vehículo patrulla.
El agente fue operado de urgencia y sigue ingresado en la UCI del hospital Virgen del Rocío, mientras los sindicatos policiales alertan de que esta violencia impulsada por el uso de armamento militar se está haciendo rutinaria.
Y si lo que ocurre es espeluznante ya, ¿qué pasará cuando las armas de guerra que circulan por los guetos no sean ya viejos fusiles soviéticos o pistolas croatas sino rifles de francotirador de última generación, lanzagranadas o sistemas militares sofisticados como drones de combate?
En realidad, también las armas están entrando ya. Aunque no ha sido divulgado por la policía, el mes pasado fue puesto bajo custodia en Logroño un voluntario español que había combatido en Ucrania y que ha sido investigado por su posible implicación en la importación ilegal de explosivos y fusiles. Dio la alarma primero el CNI y le tomaron luego el relevo los Mossos y la Guardia Civil. La investigación aún está en curso.
La propia responsable de Europol, Catherine De Bolle, advertía a mediados de semana sobre la dimensión creciente de la amenaza que representa para la UE el conflicto armado en Ucrania. En opinión de la holandesa, "el riesgo de desestabilización se vuelve exponencial si las redes criminales también se convierten en instrumentos para actores híbridos". Y eso es justamente lo que está ocurriendo.
Pero volvamos con Palenquero. ¿Cómo están llegando a Europa desde los cárteles todos esos criminales? ¿Quiénes y por qué se han integrado en las brigadas ucranianas? "Para empezar, acá hay varias unidades controladas por individuos corruptos que les están pagando los pasajes", asegura el colombiano.
Con arreglo al esquema que hemos investigado, la mayoría de los delincuentes no llegan a Ucrania por los conductos habituales, sino mediante redes paralelas (aparentemente toleradas por el Gobierno de Zelenski) que utilizan de intermediarios de origen latino en países como Brasil, México, Perú o Colombia. Permanecen en pisos de ciudades como Medellín hasta que son enviados a Kiev.
Cada latino nuevo empaquetado a Ucrania deja una comisión para el reclutador y otra para algunos oficiales ucranianos. A menudo, el soldado y su comandante se reparten de común acuerdo los ingresos falseando la documentación: el latino se queda con el salario base y los oficiales corruptos, con el resto de los bonos más todas las mordidas que consiguen por las cuotas de nuevos voluntarios. A cambio de ello, no tienen que combatir. Palenquero, por ejemplo, lleva casi diez meses y jamás se ha acercado ni de lejos a la primera línea.
"Yo hasta la fecha me he encontrado con gente del Cártel de Sinaloa, el Clan del Golfo, los de Jalisco Nueva Generación y también guerrilleros del ELN", asegura el araucano.
"Todos tratan de ocultar su origen. Claro que si convives con ellos largo tiempo, terminan cometiendo indiscreciones. También los hay que vienen huyendo de los cárteles y aprovechan que los reclutadores corruptos les pagan los pasajes para escapar acá".
Según el colombiano, "la mayoría de los voluntarios que han trabajado para los narcos alcanzan Ucrania por su cuenta, pero hay otros que han sido enviados por las mafias criminales para que se capaciten en el uso de los drones. Quieren aprender a armar los UAV con diferentes tipos de granadas. Y no se trata solo de eso. También están interesados en integrarse en unidades que les enseñen a burlar los radares de los gobiernos de México o Colombia".
No es ni siquiera complicado para los enviados de los cárteles recibir esa formación que buscan. Los intermediarios en Colombia, Perú, Brasil y México —contratados y coordinados por ucranianos— no solo reclutan voluntarios en ecosistemas criminales sino que les facilitan la logística; los introducen en el país por vías privadas alternativas y los colocan en brigadas regulares del ejército ucraniano desde donde pueden dar el salto a las unidades que ambicionan.
Los narcos están especialmente interesados en que aprendan a armar y operar modelos capaces de transportar y lanzar explosivos, granadas y artefactos caseros. A esa categoría pertenecen, por ejemplo, los drones FPV (First Person View) de gran capacidad como el DJI Matrice 300 RTK, el DJI Mini 3 y versiones modificadas para ataques a distancia —modelos que pueden ser adaptados para portar cargas letales y soltar explosivos sobre vehículos, instalaciones policiales o grupos rivales.
La capacitación que reciben incluye desde el montaje de los dispositivos, al camuflaje térmico, la adaptación de sistemas de liberación remota y el manejo avanzado de plataformas de guerra aérea.
Al decir de Palenquero, "han llegado a pagar a oficiales corruptos ucranianos para que los introduzcan en esas unidades específicas. Son también ayudados por la gente de Ternopil que recluta latinos de forma masiva".
"La mayoría de esos muchachos trabajaban en Colombia o México defendiendo el territorio de los cárteles del gobierno o grupos enemigos", afirma. "He conocido algunos que son confiables y no tienen esa actitud tan de criminales. Pero otros han venido aquí porque no saben hacer nada diferente a empuñar un arma y asesinar. Se les reconoce fácilmente porque tienen esa mala vibra que hace que uno piense que irse de misión con ellos no sería buena idea".
El colombiano dice que ningún soldado honesto puede sentirse a gusto compartiendo posición con algunos de esos criminales. "Sé como piensan esos hijueputas; sé cómo solucionan sus problemas en los cárteles y la mentalidad que manejan los que cargan en su espalda una larga lista de asesinatos", asegura.
Muchos de los cientos de colombianos que han servido en Ucrania se han quedado en España y ahora sobreviven como trabajadores ilegales en Albacete, Galicia o Ciudad Real. Pero se ha detectado la presencia de otros ya en organizaciones criminales.
"Son gente fría, sin sentimientos, a quienes no les importa nada. Una vez tuve un problema con uno y encaré al carechimba para hacerle saber que no tenía la sartén por el mango. Aún desconfío de ese bandido".
Entre 2020 y 2021, el departamento fronterizo entre Colombia y Venezuela del que es oriundo Palenquero fue el escenario de una guerra por el control de rutas estratégicas de narcotráfico. El Cártel de Sinaloa, aliado o en disputa con facciones del ELN y grupos residuales de las FARC, intervino directamente para asegurar el paso de cocaína hacia Venezuela y desde allí hacia el Caribe, México y Europa.
A Palenquero le tocó irse de su pueblo durante aquella época. "No pude regresar hasta muchos años después", recuerda. "Había peleas cada semana por el territorio. Y ahora me encuentro acá en Colombia a las gentes del cártel de la que tuvimos que salir huyendo. No me preguntes cómo se la jugaron para entrar en Ucrania. A lo mejor los polis no les atraparon nunca o a lo mejor les falsearon los papeles. Aquí todo se arregla con dinero. Si lo tienes consigues lo que quieres. Incluso meten drogas en las bases militares: marihuana y un químico muy común acá que no sé cómo se llama".
Probablemente, el químico al que se refiere sea algún tipo de metanfetamina o las llamadas 'flakka' o 'drogas zombies', compuestos sintéticos como la alpha-PVP o la alpha-PBP que se han popularizado entre combatientes de ambos bandos. Como el captagón de los yihadistas de ISIS, son empleadas para mantener la vigilia, afrontar el estrés extremo y superar el agotamiento que imponen los turnos ininterrumpidos de combate.
A juzgar por lo que ha visto desde que llegó a Ucrania, Palenquero no cree que el SBU esté completamente al tanto de lo que está ocurriendo con los latinos. "Yo diría que está más enfocado en otras cosas que en luchar contra la corrupción", dice.
"Necesitan hombres desesperadamente así que es muy probable que miren a otro lado. Tal vez haya también alguien que haga la vista gorda a cambio de dinero. Aquí pasa de todo y nadie mueve un dedo. Yo mismo tuve que rescatar a varias personas del Batallón Simón Bolívar porque el ladrón que lo lidera les tenía sometidos con amenazas de meterle presos si revelaban información sobre sus negocios".
El batallón que menciona Palenquero se halla comandado por un venezolano de San Cristóbal que reside en Kiev desde hace más de una década. José David Chaparro, antiguo asesor político de Hugo Chávez y diplomático de carrera, se ha convertido en una figura polémica y ambigua.
Bajo su mando, el Batallón Bolívar agrupa a más de 300 combatientes de Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador y otros países, algunos llegados a Ucrania por rutas alternativas, facilitadas por intermediarios latinoamericanos y reclutadores normalmente tolerados por oficiales ucranianos.
Diferentes fuentes y medios alternativos —muchos críticos con el régimen de Maduro y algunos con sesgo prorruso— han alimentado la idea de que Chaparro, desde Ucrania, estaría conformando un grupo de combatientes latinos no sólo para la guerra contra Rusia, sino para entrenar cuadros capaces de regresar a Venezuela y participar en una hipotética liberación del país.
Lo que sí está bien documentado es que Chaparro, desde Kiev, ha promovido el batallón como una "escuela ética y bolivariana" que acoge exiliados y disidentes —incluyendo exmilitares venezolanos—, y que varios de sus miembros han hecho pública su disposición a luchar por la "democracia y la libertad de Latinoamérica".
En opinión de Palenquero, "Chaparro es solo un desgraciado que está sirviéndose de la guerra para ganar dinero. El maldito nos grababa haciendo vídeos y soltando todos esos parlamentos sobre que íbamos a ser libertadores y que nos estaban entrenando para volver allá a matar a Maduro. Yo salí en algunos de ellos pero no se me ve porque nos hacían cubrir la cara. Resultó que todo iba de dinero. Tengo los nombres de los sujetos a los que tuve que ayudar a huir porque conocían sus manejos".
El colombiano afirma que Chaparro no solo les robaba de sus sueldos sino que los utilizaba de coartada para pedir ayudas fuera con la canción de que iban a liberar Venezuela. "Recuerdo que me pagaron una cantidad absurda de 2.100 grivnas (unos 52 euros) mientras servía con ese sapo", dice.
"Y estuve casi cinco meses. Nos tenían escondidos en una casa situada en las afueras de Kiev. Nos entrenaban con armas de madera y palas y jamás nos sacaban a combatir. Y a la gente que venía les decía que éramos una unidad de operaciones especiales (risas)".
Y por si alguien todavía duda de la influencia de los cárteles, el Kyiv Independent divulgó hace dos semanas la presencia en las filas ucranianas de Philippe Marques Pinto, conocido líder local del Comando Vermelho en Río de Janeiro con antecedentes por tráfico de drogas. Según ese digital, Pinto logró infiltrarse en el ejército ucraniano como "voluntario extranjero".
No solo participó en vídeos oficiales del Ministerio de Defensa ucraniano para reclutar latinoamericanos, sino que en otro vídeo —recogido como prueba por la policía de Río y compartido en grupos de WhatsApp de soldados brasileños— aparece en uniforme, con fusil de asalto, declarando su lealtad al Comando Vermelho y rindiendo homenaje a su jefe, el "eterno boss" de Salgueiro.