Un simpatizante de Maduro sale en su defensa a mediados de agosto en Caracas.

Un simpatizante de Maduro sale en su defensa a mediados de agosto en Caracas. Leonardo Fernandez Viloria Reuters

América

Narcos, migrantes y petróleo: las claves de una tensión entre EEUU y Venezuela que puede pasar de las palabras al fuego

La Casa Blanca anunció que la recompensa por la captura de Maduro ascendía a 50 millones de dólares, una cifra récord dentro del programa antidrogas del Departamento de Estado y muy por encima de la ofrecida por Bin Laden.

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Las relaciones entre Washington y Caracas han vuelto a tensarse después de un breve paréntesis de acercamiento.

Lo que parecía un tímido deshielo diplomático terminó en una espiral de acusaciones de narcotráfico, maniobras militares y amenazas abiertas entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el mandatario venezolano, Nicolás Maduro.

En las últimas semanas, ambos gobiernos habían dado señales de pragmatismo. La liberación de diez ciudadanos norteamericanos presos en Venezuela, a cambio de la deportación de cientos de migrantes venezolanos desde EEUU, fue interpretada como un gesto de entendimiento.

A ello se sumó la autorización para que la petrolera Chevron reanudara operaciones en territorio venezolano, un paso que sugería interés mutuo por mantener canales de cooperación en materia energética.

Sin embargo, el giro llegó a inicios de agosto, cuando la Casa Blanca anunció que la recompensa por la captura de Maduro ascendía a 50 millones de dólares, una cifra récord dentro del programa antidrogas del Departamento de Estado y muy por encima de la ofrecida en su día por Osama bin Laden.

El mensaje era inequívoco: Washington considera al líder chavista no solo un dictador, sino un enemigo directo de su seguridad nacional.

Fragor militar

La escalada no quedó en lo simbólico. Tres destructores estadounidenses fueron enviados al Caribe con la misión de vigilar a los cárteles y estar listos para operaciones de precisión.

Junto a ellos, un contingente de miles de marineros, aviones de reconocimiento y un submarino de ataque reforzaron la presión.

Maduro respondió con el despliegue de más de 4,5 millones de milicianos en todo el país, presentando la medida como una defensa frente a una posible agresión extranjera.

También prohibió el uso de drones civiles, recordando el fallido atentado de 2018 en su contra, ejecutado con este tipo de aparatos.

El narcotráfico

El gobierno estadounidense acusa a Maduro de ser pieza clave en redes de tráfico de cocaína hacia Norteamérica.

Según la fiscal general Pam Bondi, organizaciones como el Tren de Aragua, el cártel de Sinaloa y el denominado cártel de los Soles operarían con la complicidad de altos mandos venezolanos.

Estas estructuras facilitarían el paso de droga desde Colombia hasta EEUU a través del territorio venezolano.

Caracas lo niega de plano. El ministro del Interior, Diosdado Cabello -señalado en varias investigaciones como uno de los jefes del cártel de los Soles-, calificó las acusaciones de “falsedades”.

El canciller Yván Gil, por su parte, sostuvo que la ofensiva de Trump responde a la necesidad de desviar la atención de escándalos internos en EEUU, como las revelaciones sobre la red del magnate Jeffrey Epstein.

Inquietud en Latinoamérica

El endurecimiento de Washington preocupa a gobiernos de la región. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, advirtió contra el “intervencionismo” y el mandatario colombiano, Gustavo Petro, comparó una eventual incursión militar con el desastre de Siria, alertando de que el narcotráfico se aprovecharía del caos para quedarse con los recursos del país vecino.

Desde la Casa Blanca, la portavoz Karoline Leavitt defendió la postura de Trump, asegurando que “el régimen de Maduro no es un gobierno legítimo, sino un cártel disfrazado de Estado”.

Una crisis múltiple

La confrontación no se limita a la lucha contra el narcotráfico. En juego están también los intereses petroleros, la política migratoria y la pugna por la influencia en América Latina.

A medida que las acciones de ambos gobiernos se radicalizan, crece el temor a que la actual escalada derive en una crisis regional de mayor envergadura.