El Captagon, creado en los años 60, es una anfetamina barata y muy consumida en Oriente Medio.

El Captagon, creado en los años 60, es una anfetamina barata y muy consumida en Oriente Medio. Nikolay Doychinov Reuters

Oriente Próximo SIRIA

El nuevo régimen de Siria ataca uno de los pilares de su economía: la producción de su droga estrella cae un 80%

Con Asad, el país se transformó en un narcoestado de 5.000 millones de dólares anuales, con la producción y el contrabando de captagon extendidos desde los cuarteles hasta las discotecas.

Más información: 30 masacres y más de 1.300 muertos: los tres días de mayor terror en Siria cuando se cumplen 14 años del conflicto

Publicada

Ahmed recuerda bien la noche en que todo se vino abajo. En diciembre, al enterarse de que los rebeldes islamistas habían tomado Damasco y puesto fin a la dictadura de Bashar al-Asad, decidió quitarse el uniforme del ejército para no ser capturado.

Exhausto y aterrado, se aferró a lo único que le había servido en el frente: medio comprimido de captagon, la anfetamina que durante la guerra se convirtió en moneda de supervivencia.

“Me dio fuerzas para caminar hasta casa y la ilusión de que podía enfrentarme a cualquiera”, admite con una sonrisa amarga en declaraciones a Financial Times.

Ese mismo estimulante fue durante más de una década el motor económico de Siria. Bajo Asad, el país se transformó en un narcoestado de 5.000 millones de dólares anuales, con la producción y el contrabando de captagon extendidos desde los cuarteles hasta las discotecas.

Pero tras la caída del régimen, el nuevo presidente Ahmed al-Sharaa ha prometido erradicar ese legado.

“Siria se convirtió en una gran fábrica de drogas. Hoy, por la gracia de Dios, está siendo purificada”, proclamó desde la mezquita de los Omeyas.

Caos químico

En apenas ocho meses, las autoridades aseguran haber reducido la producción y el tráfico en un 80%.

Los decomisos son inéditos: más de 200 millones de pastillas incautadas entre enero y agosto de 2025, veinte veces más que en todo 2024.

La ofensiva ha alcanzado laboratorios en bases militares y mansiones de la familia Asad, con arrestos tan simbólicos como el de Wassim al-Asad, primo del expresidente, capturado en una operación encubierta cuando intentaba recuperar lingotes de oro y fajos de billetes.

La guerra contra el narcoestado, sin embargo, no se libra en un vacío.

Viejos clanes y milicias leales al régimen, así como grupos vinculados a Hezbolá e Irán, se resisten a perder un negocio que todavía abastece a consumidores en Jordania, Arabia Saudí y Emiratos Árabes, donde cada pastilla puede multiplicar por treinta su precio.

El contrabando también se ha modernizado: drones, cohetes vacíos y hasta globos teledirigidos cruzan las fronteras cargados de pastillas.

Un enemigo enquistado

Los nuevos cuerpos antidroga, formados por exrebeldes y antiguos agentes del propio Asad, chocan con la corrupción endémica.

En localidades fronterizas con Jordania, los traficantes aún cuentan con guardias sobornados que facilitan el paso de cargamentos.

Incluso dentro de las unidades policiales, hay sospechas de filtraciones que frustran redadas.

A ello se suma la pobreza que devora provincias como Sweida, donde jóvenes desempleados aceptan cargar mochilas de 30 kilos de pastillas a cambio de sueldos que nunca obtendrían de otro modo.

“Antes veíamos una decena de intentos de contrabando al día. Ahora pueden pasar dos o tres jornadas sin ninguno, pero el negocio no se ha ido”, relata un vecino de la zona.

La presión de los países vecinos también aumenta. Jordania advierte que responderá con “fuerza proporcionada o desproporcionada” a los envíos ilegales.

Excontrabandistas confirman que ahora los guardias fronterizos disparan sin miramientos contra cualquier sospechoso.

Herencia de adicción

Más allá de las rutas de contrabando, Siria enfrenta el coste humano del narcoestado. Apenas existen cuatro centros de tratamiento en todo el país, con programas limitados a una breve desintoxicación.

Los precios disparados del captagon han empujado a miles de usuarios a recurrir a alternativas más baratas y destructivas, como el cristal, que ya deja estragos visibles en las calles.

Ahmed, el exsoldado, lo sabe bien: perdió varias piezas dentales tras engancharse a las metanfetaminas. Aunque ahora consume captagon en fiestas, admite que la droga sigue siendo una válvula de escape.

“El mensaje es claro: no hay tolerancia con las drogas en la nueva Siria”, dice. Y añade: “Pero después de todo lo que hemos vivido, eso no basta para detenernos”.

Un futuro incierto

La ofensiva de Sharaa busca dar legitimidad internacional a su gobierno y sacudir la imagen de un país identificado con el narcotráfico.

Sin embargo, expertos como Caroline Rose, del New Lines Institute, advierten de que es ingenuo pensar que el comercio ha desaparecido. El mercado sigue vivo, la demanda es fuerte y los traficantes están siempre un paso por delante.

La lucha contra el imperio de Asad es, en realidad, la lucha por el alma de Siria: un país que intenta renacer de la guerra civil mientras arrastra la pesada herencia de haber sido el mayor laboratorio de drogas del mundo árabe.