Ada Lluch, junto a Donald Trump, presidente de Estados Unidos.

Ada Lluch, junto a Donald Trump, presidente de Estados Unidos.

Reportajes

Ada Lluch, de feminista en la universidad catalana a musa de MAGA en EEUU: "Si mi marido me lo pidiera, dejaría las redes"

Estudiaba Medicina en Barcelona y vivía en entornos progresistas, feministas y antirracistas. Luego conoció a su expareja, Joey Mannarino, un activista pro Trump y se fue a vivir a EEUU, donde se ha empapado del movimiento MAGA.

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Denver (EEUU)
Publicada

Londres, septiembre de 2025. La multitud corea consignas contra la inmigración. Las banderas británicas se mezclan con pancartas, los teléfonos móviles graban cada segundo. En el escenario, junto a Tommy Robinson —fundador de la English Defence League y el rostro más mediático de la extrema derecha británica— aparece una joven de 26 años recién cumplidos, melena suelta, minifalda negra, botas altas, micrófono en mano.

Habla en inglés, con acento español: “Europa está despertando”. El público responde con vítores, aplausos, gritos. El vídeo que se viraliza dura poco más de un minuto, pero basta para que el nombre de Ada Lluch diese la vuelta a X y, de allí, al resto de redes y redacciones de medio mundo.

La joven de Tortosa (Tarragona) se ha convertido de la noche a la mañana en la imagen española de un movimiento global: el trumpismo exportado a Europa, el movimiento MAGA con acento catalán.

No ha sido un episodio aislado. Ada lleva tiempo construyendo una audiencia que supera hoy los 400.000 seguidores en redes sociales, cultivando un estilo directo y provocador que mezcla memes, denuncias contra el feminismo institucional, críticas a la inmigración y a la “ideología woke”, y una defensa abierta de valores que ella llama “occidentales y cristianos”: familia numerosa, fronteras firmes, soberanía nacional.

En entrevistas ha llegado a reivindicar a Franco como “un hombre de Dios”, a advertir del “gran reemplazo” demográfico en Europa, a cuestionar la Unión Europea por su “pérdida de soberanía” y a denunciar lo que llama “adoctrinamiento de género” en las escuelas.

También defiende que el papel central de la mujer es el de madre y cuidadora. De hecho, ha reconocido EL ESPAÑOL que si su marido le pidiera abandonar las redes para criar a sus hijos, no tendría ningún problema en hacerlo. Así, entre otras cosas, ha acuñado el lema implícito de “hacer Europa grande otra vez”, la versión continental del MAGA que inspira a buena parte de la derecha juvenil.

Desde aquel discurso londinense, su exposición pública se ha disparado: entrevistas en radios y televisiones, invitaciones a convenciones internacionales y una presencia creciente en el debate político español. Este diario ha hablado con Ada Lluch para reconstruir su trayectoria y entender qué hay detrás de su salto de las redes a la militancia. Hoy reparte su tiempo entre España y viajes al extranjero para actos y encuentros políticos, y se ha convertido en una de las agitadoras más jóvenes y polémicas del momento.

¿Quién es de verdad Ada Lluch? ¿Cómo pasa una chica de Tortosa de ser una universitaria “woke” a convertirse en la musa española de la derecha MAGA? ¿De qué vive, qué piensa y qué quiere para el futuro de España y de Europa? Este es su viaje: de las aulas de Medicina a los escenarios internacionales, de los memes a los discursos que levantan multitudes.

De Tortosa al despertar político

Ada Lluch nació en Tortosa, en el seno de una familia humilde y trabajadora. “Me criaron con muchísimo amor, un amor incondicional”, cuenta a EL ESPAÑOL. Su imagen favorita de la infancia es la de sus abuelos esperándola a la salida del colegio junto a su hermano, llevándolos a casa a comer y dejándoles después en clase de nuevo.

“Ahora lo valoro más que nunca. El sacrificio que hicieron cada día fue increíble.” Hoy dice que eso es lo que le ha llevado a creer en la familia y que ese vínculo es su ancla: “Primero Dios, y luego ellos. Son mi prioridad, aunque no piensen como yo en política, saben cómo soy y me quieren así”.

A los 18 años dejó Tortosa para estudiar Medicina en la Universitat Autònoma de Barcelona. Soñaba con ser médico, pero tres años después abandonó la carrera. “Sentía que mi vida iba en otra dirección”, explica. Entonces se movía en entornos progresistas, feministas y antirracistas, compartía memes y acudía a asambleas universitarias. “Nunca me había cuestionado nada —admite—. Simplemente seguía a las masas. Si me decían que algo era verde, yo decía que era verde”.

Ada Lluch, en 2023, con Donald Trump.

Ada Lluch, en 2023, con Donald Trump.

El punto de inflexión llegó con su relación con Joey Mannarino, estratega republicano por Filadelfia. “Empezamos a tener charlas profundas, que yo no había tenido nunca. Y empecé a cuestionarme todo: las noticias, los medios de comunicación… Poco a poco fui creándome mi propio pensamiento”, recuerda.

En 2023 y 2024 vivió con él en Estados Unidos, asistió a convenciones y cenas de campaña, y comenzó a moverse en el backstage del trumpismo, movimiento que empezó a abrazar como suyo. Según su propio relato, esas conexiones le permitieron incluso saludar a Donald Trump en un acto privado y le convirtieron en su ídolo.

Una nueva vida en EEUU

La mudanza a Estados Unidos fue, dice, una revolución personal en todos los sentidos. “Nunca me planteé mudarme a Estados Unidos. Fuimos de viaje y al final nos mudamos allí, sin tiempo de crear expectativas.” Tenía 21 años y apenas había viajado antes. Lo que más le impresionó fue “la mentalidad emprendedora” que veía en la gente.

“Ya desde muy jóvenes tienen sus negocios, un montón de dinero, ganas de tirar para adelante… eso falta un poco en España”. También recuerda el primer impacto al llegar: “Las ciudades eran enormes, los edificios masivos. Te acostumbras rápido, pero la primera vez que lo ves, impresiona”. Ahí se dio cuenta de que eso es lo que quería para su país.

Pese a que su matrimonio llegó a su fin, su relación con Mannarino fue, dice, una etapa clave de su vida. “Fue una relación súper bonita, yo lo quiero con todo mi corazón. No es que se haya ido y que no tenga más contacto: lo considero mi familia, mi persona incondicional”. Hoy su círculo íntimo sigue siendo muy reducido: él, dos o tres amigas y su familia más cercana. “Obviamente voy a eventos y hablo con muchísima gente, pero confiar, de verdad, confío en muy pocas personas”, en parte, por su abrupto debut político.

“Empecé a publicar en diciembre de 2022 y el primer tuit que se me hizo viral me dio 20.000 seguidores de golpe. En cinco días recibí mensajes de un montón de mis amigos: ‘Mira, yo no quiero ser tu amigo, adiós’. Pasé de tener un montón de amigos a quedarme con tres”.

Ada Lluch, con una gorra con el lema MAGA.

Ada Lluch, con una gorra con el lema MAGA.

Aquellos días, admite, fueron duros: “Me puso un poco triste, pero pensé: bueno, no eran mis amigos de verdad”. Esa ruptura social fue el corte definitivo con su vida anterior, pero en ningún momento se planteó dejar las redes y pasar a un segundo plano. Es una defensora férrea de sus ideales conservadores.

Lo que vino después fue un crecimiento meteórico. Entre noviembre de 2022 y julio de 2023, Ada multiplicó por 50 sus seguidores en X, pasando de poco más de 3.000 a cerca de 150.000. Todo empezó con un tuit en inglés que se convirtió en su gran carta de presentación: “Los hombres woke son incapaces de satisfacer a las mujeres”.

La frase se viralizó, fue compartida millones de veces y recibió el like de Elon Musk. Ese gesto disparó su visibilidad y la catapultó a la arena internacional. Desde entonces, sus publicaciones se convirtieron en virales de forma rutinaria y su número de seguidores superó con holgura las seis cifras.

La diferencia con otras plataformas es abismal. En Instagram apenas roza los 40.000 seguidores y en YouTube o TikTok su presencia es nula. Ada es, sobre todo, un fenómeno de X: un producto amplificado por el algoritmo de Musk, que premia el discurso polarizante y ha convertido voces como la suya en referentes globales. Para sus detractores, esto demuestra que su influencia es “artificial”; para sus seguidores, que el sistema por fin da voz a quienes se atrevían a decir lo que otros callaban.

Fue hace apenas un año cuando Ada empezó a publicar vídeos con un estilo más personal y una estética cuidada. Uno de ellos, grabado en Corea del Sur, se convirtió en su mayor viral hasta la fecha: en él aseguraba que era la primera vez que no tenía miedo de caminar sola por la calle y atribuía esa sensación a la falta de inmigración ilegal. “Hay una agenda globalista para destruir Occidente”, afirmaba, pidiendo abiertamente el voto para Donald Trump. El vídeo superó millones de visualizaciones y consolidó su papel como agitadora digital.

Cuando el algoritmo se hizo carne

Con la audiencia en X disparada, Ada empezó a construir algo más que un perfil. Pulió su estética —ropa sobria, maquillaje impecable, vídeos mirando a cámara—, muy similar a la idea republicana de belleza, y convirtió cada publicación en una pieza diseñada para viralizar.

Detrás de esa fachada, asegura a EL ESPAÑOL, su vida sigue siendo sorprendentemente normal. “Soy una persona bastante saludable. Me gusta estar en casa temprano, entrenar, comer cosas sanas, salir a tomar un café o a pasear”. Si no hay eventos ni cenas, sus días transcurren en una rutina tranquila.

Lo que publica, insiste, responde más a un impulso que a un plan maestro: “Si voy paseando por la calle y me viene una broma a la mente, la publico. Si me estoy comiendo un helado y me apetece compartirlo, lo hago. Si veo una noticia y tengo una opinión, la escribo. No lo pienso dos veces: lo que me viene a la mente, sale”.

Afirma que su crecimiento ha sido “orgánico y constante”, sin equipos ni grandes campañas detrás. “No es que un día me levanté y tuviera 100.000 seguidores de la nada”.

Esa naturalidad es también su línea roja a la hora de monetizar. “Alguna marca ha querido colaborar conmigo, pero me tiene que gustar mucho para aceptar. No quiero que mis seguidores se saturen de publicidad”, dice, sin dejar muy clara la fuente de la que llegan sus ingresos. De momento, gestiona todo sola: sin asistentes ni community managers. “De momento no necesito a nadie que me ayude”.

Ada Lluch, junto a Steve Bannon.

Ada Lluch, junto a Steve Bannon.

Pero la Ada de 2024 ya no era solo una usuaria de redes. Empezó a viajar, a aceptar invitaciones de podcasts y a mezclarse con otros actores de la derecha internacional. Se dejó ver en convenciones en Estados Unidos, se fotografió con Steve Bannon y empezó a sentirse parte de algo más grande que su timeline.

Esa mezcla de vida doméstica y exposición pública fue lo que la empujó al siguiente paso. Ada empezó a sentir que las pantallas se le quedaban pequeñas. Había viajado, se había sentado en cenas del entorno MAGA, había compartido espacio con ideólogos de referencia para ella y empezaba a creerse capaz de probar si su mensaje podía mover multitudes.

Su llegada a los escenarios

El salto llegó en septiembre de 2025. “Tommy [Robinson] y yo nos seguíamos en X, y cuando vi la manifestación le escribí: ‘¿Tienes alguien que vaya a representar a España físicamente?’ Me dijo que no, que solo tenía un vídeo de Santiago Abascal. Y me invitó a decir unas palabras. Pensaba que me iba a decir que no, viendo el nivel de los speakers que iban… pero me invitó, y fui”.

El viaje asegura que se lo pagó de su bolsillo. “Sí que es verdad que nos ofrecieron un hotel para la noche del discurso, pero el viaje me lo pagué yo”, aclara. Aquella jornada fue un despliegue de banderas británicas, cánticos y pancartas contra la inmigración.

Entre los oradores apareció Ada, melena suelta, inglés aprendido en Estados Unidos. Habló durante ocho minutos: advirtió del “peligro de la agenda globalista”, pidió a los europeos “defender su identidad” y criticó las políticas migratorias. “Fue mi primer discurso en público, imagínate. Estaba nerviosa, pero cuando subí al escenario me olvidé de todo. Solo pensaba en que lo que dijera tuviera impacto”.

Ada Lluch, el pasado 13 de septiembre, durante su discurso en Londres.

Ada Lluch, el pasado 13 de septiembre, durante su discurso en Londres.

Hasta entonces, la mayor parte de su audiencia estaba al otro lado del Atlántico. “Antes del discurso, casi todos mis seguidores eran de Estados Unidos. Fue a partir de Londres que empecé a tener repercusión aquí y a que me siguiera más gente en España”, dice. El vídeo de su intervención se viralizó en cuestión de horas, convirtiéndola en trending topic y llevándola a tertulias y programas de radio.

Desde ese momento, Ada dejó de ser un fenómeno digital para convertirse en un rostro reconocible en el debate político español. Empezó a ser entrevistada, vinculada a Vox en las conversaciones públicas —aunque insiste en que no tiene militancia en ningún partido, ni se lo han ofrecido— y reclamada para nuevos actos.

“En Estados Unidos tengo muy buenos contactos: influencers, gente de política… tengo el placer de llamarlos amigos, pero no quiero decir nombres para no poner a nadie en un compromiso”. Asegura que esas conversaciones son “súper normales”: hablan de noticias, hacen bromas, comentan la actualidad. “Nada especial”, insiste.

Su proyecto: un MAGA europeo

Hoy Ada Lluch es algo más que una influencer: es un personaje que divide. Sus defensores la ven como la voz fresca de un malestar social que hasta ahora no encontraba altavoz en España; sus detractores la acusan de representar la cara bonita de un movimiento global que busca recentrar el debate hacia posiciones ultraconservadoras, de antaño.

En conversación con EL ESPAÑOL, Lluch explica que ha aprendido a blindar su intimidad: ya no publica en tiempo real dónde está ni muestra el rostro de su familia o amigas. “No quiero que nadie sufra por mi culpa”, confiesa, y admite que las críticas de los medios han sido más duras de lo que esperaba, aunque se considera mentalmente fuerte para resistirlas.

Su discurso, lejos de limitarse a la política nacional, es un calco del imaginario MAGA: seguridad en las calles, cierre de fronteras, reivindicación de la religión como eje identitario y crítica frontal al feminismo institucional.

Igual que el trumpismo en EEUU, Lluch presenta sus ideas como “sentido común” frente a un establishment que habría traicionado a la gente corriente. “No cuestiono la igualdad de género”, asegura. Su defensa de que España vuelva a ser un país seguro y su insistencia en que “la violencia es su línea roja” encajan en la narrativa MAGA de orden y ley.

En su charla con este periódico, dejó claro que su modelo vital es también político: sueña con una familia numerosa y admite: "Si mi marido me pidiera abandonar las redes para centrarse en la crianza, lo haría". Esa afirmación, que conecta con el ideal de la tradwife popularizado en círculos ultraconservadores norteamericanos – mujeres que se dedican únicamente a cuidar de su casa y su familia-, es vista por sus seguidores como un acto de coherencia y por sus críticos como una renuncia a conquistas feministas por las que se ha luchado durante años.

Ada Lluch.

Ada Lluch.

No es casual que su mensaje esté resonando en el electorado que más crece para Vox. Según datos de 40dB., el partido de Santiago Abascal ha pasado a captar el voto del 40 % de los hombres menores de 35 años y ha duplicado su apoyo entre mujeres jóvenes: del 7 % en 2023 al 20 % en 2025. Lluch parece hablarles directamente a ellos, con un lenguaje que mezcla la estética de internet con los marcos culturales de la derecha estadounidense.

El desafío es sostener esa posición. Su ascenso fue impulsado por el algoritmo de X tras la llegada de Elon Musk, que premió los mensajes polarizantes, pero la atención que ha recibido tras Londres la ha colocado en un lugar donde los tuits ya no bastan. Sus intervenciones más recientes, donde pide un “revival de la cristiandad” y llama a “salvar Europa” de un futuro “irreconocible”, son más ideológicas que irónicas. Quiere ser madre, pero también quiere ser escuchada. Y si no logra el cambio que sueña, dice que seguirá luchando hasta conseguirlo.