María Jesús, una de las seis ganadoras del challenge de la NASA.

María Jesús, una de las seis ganadoras del challenge de la NASA. Cedida

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María Jesús ganó un concurso de la NASA desde casa pero no puede cobrar el premio de 1 M: "Si no eres de EEUU no te pagan"

Tras detectarle cáncer de mama, decidió estudiar un máster de Inteligencia Artifical y entrenar un modelo que ayudara a los hospitales con la detección precoz.

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María Jesús Puerta, natural de Tarragona, tiene 56 años y es ingeniera de minas. Ha sido una de los seis ganadores de la primera fase del concurso Lunar Recycle Challenge organizado por la NASA. La agencia sólo aceptó unos 1.200 proyectos procedentes de alrededor de 80 países, pero ella fue la única que se presentó de forma individual. El proyecto consistía en presentar una idea novedosa para minimizar el impacto de los residuos en las Misiones Artemis.

El premio, aunque cuantioso -un millón de dólares-, nunca pudo recibirlo. Uno de los requisitos del concurso establecía que sólo podrían acceder al premio quienes fueran ciudadanos o residentes legales en Estados Unidos.

"Mi marido fue quien me animó a apuntarme. Leer que recibirás 3 millones de dólares si ganas es incitador, pero ni me fijé porque no pensaba en ningún momento en que pudiera ganar. Aunque había leído en el contrato que si eres internacional no recibirías compensación económica, lo olvidé", comenta María Jesús en conversación con EL ESPAÑOL.

María Jesús, una de los seis ganadores de la primera fase del concurso de la NASA.

María Jesús, una de los seis ganadores de la primera fase del concurso de la NASA. Cedida

"Yo ya me sentí súper orgullosa de que aceptaran mi proyecto y me enteré de que había ganado mientras freía una tortilla de patatas. Estaba conectada a la entrega de los premios y escuché mi nombre".

Que María Jesús, a sus 56 años y tras superar un cáncer hace siete, se presentara a un concurso "imposible de ganar" de la NASA tiene sentido. "Quería ser una influencer para mis hijos".

Esta madre se involucró en ese proyecto para que sus hijos comprendieran que, con trabajo, las cosas se pueden lograr. "No pensé que pudiera ganar ni nada, simplemente quería transmitirles ese mensaje: que se puede soñar en grande y conseguir cosas con esfuerzo".

Cuando comenzó el proceso de recuperación tras el cáncer de mama, María Jesús decidió estudiar un máster en Inteligencia Artificial para poder ayudar a otras mujeres con la detección precoz, como ella misma la vivió.

"Cuando hice el máster vi que podía adentrarme e intentar entrenar un modelo de Inteligencia Artificial que ayudara a los hospitales a ese segundo diagnóstico. Yo tuve mucha suerte porque mi doctora me repitió las pruebas y es gracias a ella que mi tratamiento fue mucho más suave. A ese primer modelo lo llamé Esperanza para mandar un mensaje de que hay que tenerla y que a veces las cosas pintan mal, pero hay que mirar y tener luz", explica la ingeniera.

Lunar Recycle Challenge

El concurso, al que se presentó tan solo siete meses después de crear el modelo Esperanza, ofrecía dos modalidades: una de ellas era el gemelo digital, es decir, una réplica virtual digital, similar a la que ya había inventado. Según María Jesús, el gemelo digital es algo parecido a crear un clon, pero diseñado digitalmente, para que, si funciona, pueda convertirse en realidad. Es un modelo virtual que reproduce todo el sistema de reciclaje lunar con todos sus procesos de entrada y salida.

El nuevo proyecto con la NASA también lleva el nombre de Esperanza como homenaje y "para darle más visibilidad al primero".

Se usan datos reales del regolito lunar recogidos en las misiones Apolo. Incluye procesos como separación magnética y fundición, e incorpora Inteligencia Artificial para optimizar dichos procesos, hacerlos más eficientes y minimizar residuos y consumo de energía.

María Jesús Puerta, ingeniera de minas.

María Jesús Puerta, ingeniera de minas. Cedida

"De unos 4.500 kilos de residuos entrantes, el sistema propondría aprovechar la mayor parte como productos útiles, quedando como residuo final unos 50 kilos que no se pueden reutilizar. Los materiales que se pueden producir a partir de lo reaprovechado incluyen metales, plásticos, combustibles, y un ‘hormigón lunar’ empleado para infraestructura espacial".

Segundo problema

Tras no poder cobrar ese millón de dólares que recibe cada ganador por no ser estadounidense, la noticia más dolorosa le llegó a los pocos días de proclamarse vencedora: no tener permiso para acceder a la segunda fase del concurso: la construcción de un prototipo físico de la solución digital.

La NASA ha cambiado las normas y actualmente no permite a equipos internacionales participar en la segunda fase. Sin embargo, y tras comunicar la situación, le han dejado una "puerta abierta" para que pueda seguir en el challenge.

"Me han dicho que puedo continuar, pero tendría que ir de la mano de un partner americano o alguna institución que me acompañara en el proceso. El proyecto se tiene que presentar en sus instalaciones y es muy emocionante, así que me lo estoy pensando. Estoy escuchando propuestas de equipos, pero la pena es que yo tampoco puedo liderar mi propio proyecto. Es un jarro de agua fría, pero no pasa nada porque mi objetivo no era ni muchísimo menos llegar hasta aquí. Nunca pensé que a mi casa iba a llegar una carta certificada de la NASA".

Pregunta.– ¿Qué mensaje quiere mandar después de lo que ha logrado?

Respuesta.– Que hay que ponerse objetivos alcanzables porque si no, pensarás que has fracasado. Yo he renunciado a tiempo con mi familia y a muchos otros planes para llegar donde he llegado.

Ha habido veces en las que he pensado en rendirme porque yo no tenía ningún compromiso ni nadie me obligaba. Para que no me ocurriera lo que hice fue contárselo a mi familia y, sobre todo, a mis hijos para que vieran que me comprometía con algo que no tenía nada que ver con mi formación académica.

También un mensaje para aquellas mujeres que padecen la enfermedad. No tires la toalla y ten esperanza. Hacernos revisiones más a menudo es muy importante. Yo tuve mucha suerte porque estuve a punto de no ir por encontrarme mal, pero me insistió mi marido y al final me salvó la vida. Si hubiese pospuesto la cita, me la habrían dado en cuatro meses y el cáncer en ese momento ya estaba en mi cuerpo. Esos meses hicieron que mi tratamiento no fuera mucho más agresivo.