Laura a punto de salir de casa con su equipaje para hacer frente a la alerta por tsunami

Laura a punto de salir de casa con su equipaje para hacer frente a la alerta por tsunami foto cedida por Laura

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Las joyas de su abuela y una lata de ravioli, el atasco por tsunami de Laura, una alicantina residente en Hawái

La española relata en el pódcast 'En la Sabana' su experiencia en coche desde su casa hasta la base militar donde trabaja su marido, un trayecto de más de 2 horas y media entre la incertidumbre y el miedo.

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Desde un centro comercial en Honolulu hasta una base militar en Kaneohe. Así fue la carrera contrarreloj de Laura Hostetler, una alicantina casada con un marine estadounidense, que vivió en primera persona el caos generado por la alerta de tsunami tras el terremoto con epicentro en la península rusa de Kamchatka, uno de los más potentes registrados en las últimas décadas.

“Al principio me lo tomé con calma”, confiesa Laura. “Estaba en un centro comercial cuando me enteré, y decidí salir tranquilamente para dejar a una amiga a casa, pero cuando vi el ambiente, comprendí que había que evacuar”, explica en conversación con en el pódcast 'En la Sabana'.

De regreso a su vivienda, Laura no pensó en ropa ni objetos de valor, sino en lo esencial. “Cogí mis papeles de inmigración, así que metí en una bolsa mi certificado de nacimiento, el de mi marido, el de matrimonio y la tarjeta de la Seguridad Social". Una vez cubierto lo esencial, Laura sumó también lo que tenía en la despensa en ese momento.“Cogí latas de ravioli y sopa, de las que mi marido compra para las maniobras”. No pudo encontrar una botella de agua, pero pensó que no quería estar ni un minuto más en su casa. “Metí un montón de bebidas energéticas en una bolsa y me fui”.

Su destino, la base militar de Kaneohe, a unos 45 minutos en coche desde su casa en Waikiki. La huida fue lenta: dos horas y media de atasco."Estaba todo el mundo intentando subir a zonas altas", relata. "A los lados de la carretera, coches parados y familias esperando en la montaña".

Al llegar a la base y reunirse con su marido, respiró. Pero no por mucho tiempo. Horas después, tuvo que regresar a su hogar. "Ya en Waikiki, vi que la playa estaba vacía", comenta. Las autoridades habían retirado la alerta, pero el miedo sigue. Desde la ventana no se ve a nadie, solo algún que otro coche. "Curiosamente, vi a un par de personas borrachas por la calle, como si nada".

Aunque la alarma ha cesado, la tensión permanece. “Una amiga me mandó fotos desde la costa norte donde no había mar, solo barcos sobre la arena”, explica asustada. “A veces es la antesala de algo peor y aunque todo se ha calmado, no bajo la guardia”.

Laura ha dejado el petate de emergencia en el coche. “Latas, agua, y documentos. Todo sigue ahí”.

Desde la cuarta línea de playa, con las ventanas cerradas y el coche cargado por si tiene que huir de nuevo, Laura espera que el susto quede solo en eso: una historia más que contar. Esta vez, con una lata de ravioli y las joyas de su abuela como únicas compañeras de viaje.