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Creció esperando a que su pare volviera de la mar. Él era el marinero, pero el patronato lo ejercía en tierra su mare, poniendo firmes a los cinco hermanos para que no se desbandaran entre travesía y travesía. “Creo que pasaba en todas las familias allí en el barrio: quien llevaba la batuta era la madre”, cuenta hoy Manuel Carrasco a EL ESPAÑOL.

Creció también entre barcos medio hundidos y redes eternas de almadraba. Los cascarones reaparecían cuando la marea vaciaba. Manuel buceaba entre ellos, se clavaba sus clavos, les interrogaba sobre el pasado y el futuro, a ver si veía algo del suyo.

Dice que empezó en la vida perdiendo, porque ansiaba cantar, pero en todos los concursos de carnaval quedaba el último. Cuando le llegó su ola, esa segunda edición de Operación Triunfo de la que salió segundo, decidió que no volvería atrás: “No tuve plan B, simplemente por el miedo a que me dijeran ‘anda, mataooo’”. Saltó, y ya no había redes. De Isla Cristina al mundo.

Manuel Carrasco, durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Manuel Carrasco, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

Ahora vuelve al pueblo, pero no al suyo, sino a la idea de pueblo como refugio y como regreso a lo que somos: carne, músculo, deseo, piel que se hiere al pisar clavos, cerebro en guardia contra las envidias de quienes no llegan donde llegamos. Publica Pueblo Salvaje II (Universal), y ese lugarcito interior suyo se lo lleva a girar por grandes espacios de toda España, ensanchando sus callejuelas sentimentales.

Pregunta.– Canta en el single Pueblo Salvaje “No caigamos en la trampa, que la verdad te libera y no la tendrás en una pantalla”. ¿Qué estrategias tiene para luchar contra esta droga moderna, contra este opio del pueblo que son las pantallitas por doquier?

Respuesta.– Pues intento estar consciente en según qué momentos, especialmente que el tiempo libre esté liberado del teléfono. Es complicado porque en el teléfono tenemos el trabajo y muchísimas cosas… Realmente escribo sobre estas cosas porque me preocupan y porque las sufro también. Me cuesta desconectar de eso. Y porque haciendo un análisis más profundo, el móvil está guay para entretenerte, pero hay muchas trampas y al final acabas perdiendo tu tiempo en cosas que no suman.

P.– Estamos dominados por esto todos… Ayer me decía una amiga que el nombre de Black Mirror se refiere a la pantalla de los móviles, cuando están apagados, haciendo referencia a cómo nos afecta la tecnología.

R.– Qué fuerte.

P.– Manuel Carrasco es de un pueblo, de Isla Cristina. Ahora presenta Pueblo II, y le he oído decir que cada vez es más de pueblo. ¿Qué le devuelve el pueblo que le quita Madrid?

R.– Yo creo que al final Madrid también me da, en el aspecto de que para valorar las cosas a veces las tienes que echar en falta. Cuando estoy en el pueblo echo en falta Madrid, y cuando estoy en Madrid echo de menos el pueblo. Y al final acabo disfrutando de las dos cosas más intensamente.

P.– Ese equilibrio.

R.– Sí. Es cierto que el condimento de la responsabilidad está un poco más en Madrid porque es donde tengo mi parte más profesional, y cuando voy al pueblo voy a desconectar. Pero los dos lugares me suman.

La manos de Manuel Carrasco.

La manos de Manuel Carrasco. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

P.– En El grito del niño dice “Yo soy el grito del niño que hambriento llama a su mare, la hormiguita que en la arena va cargando con su pena”. ¿Qué otras imágenes tiene de cuando eras niño allí en Isla Cristina? Llévenos un ratito a su infancia…

R.– Pues me vienen miles de imágenes a la cabeza. Recuerdo montañas de red de pescador, antiguamente en Isla Cristina existía la almadraba, la pesca del atún, y había unas anclas que podían medir, no sé, ¿tres metros? Y había cientos de ellas en la orilla de la playa. Recuerdo que había también un cementerio de barcos donde yo me bañaba; quizá había 15 barcos, medio hundidos.

P.– ¿Y no se podían reflotar?

R.– No se podía ya, entonces era como si fuera un parque temático, allí íbamos a jugar. Un día me clavé un clavo… Claro, ¡eso tenía…! Y buceábamos cuando la marea, como allí decíamos, vaciaba; cuando la marea no estaba alta los barcos salían a relucir, y luego se metían dentro del agua otra vez, era todo muy misterioso.

P.– Ahora entiendo lo de Pueblo Salvaje.

R.– Sí, sí, totalmente (reímos), algo tiene que venir de ahí.

P.– Su padre era pescador, ya está jubilado, ¿no? ¿Qué tiene de su madre y de su padre, qué conserva de ambos?

R.– Uhhh… Yo creo que de mi madre tengo muchas más cosas de las que en un primer momento me imaginaba. Quieras o no mi madre es quien me ha criado, porque mi madre entre comillas nos crio a todos casi sola.

P.– Porque su padre estaba en la mar…

R.– Claro. Y mi madre es madre madre, de estas que coge a los polluelos… Tengo muchas cosas de ella, que es muy echada p'alante. Mi padre era el marinero en casa, pero la patrona era mi madre, ¿sabes lo que te digo?

P.– Él cuenta que era muy sentimental, además, ¿no?

R.– Sí, pero yo creo que pasaba en todas las familias allí en el barrio: quien llevaba la batuta era la madre. En el rango de la marinería el patrón era la mujer. Y de mi padre sí que creo que tengo esa calma en el silencio a la hora de escuchar, y de proceder cuando llega el momento. Eso lo tengo de él, quizás.

P.– ¿Y de esos hermanos con los que compartió oficio cuando pintaban juntos?

R.– Y de mis hermanos, el mayor y yo nos parecemos más, y los dos medianos también se parecen entre ellos.

Manuel Carrasco.

Manuel Carrasco. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

P.– Y hay un verso suelto.

R.– El verso suelto es mi hermana, que es la pequeña. Pero sí, por carácter mi hermano y yo nos parecemos más, y físicamente también. Y los otros dos también se parecen mucho, y son muy cachondos…

P.– Su hermana, claro, será distinta porque se ha tenido que enfrentar a una crianza con cuatro varones. ¡Yo con dos, y ya me marcó…!

R.– Sí, sí. Además, aunque como te he dicho, la mujer era la patrona, los hombres tenían mucho poder en ese aspecto, el patriarcado que decimos, y es verdad… Y mi hermana es de armas tomar, como toda mujer que se ha criado así.

P.– Me gusta mucho otro verso de esa canción, cuando canta “soy de los cobardes, el más valiente, que sembrando la simiente va creciendo más y más”. Pensaba un poco en su trayectoria, en cómo sembrando se ha ido haciendo grande, porque también ha contado que no estudió porque estaba asumido de algún modo que sólo estudiaban los hijos de los maestros. Pero poco a poco se fue granjeando su camino hasta llegar aquí.

R.– Y es verdad. Y es verdad. Menos mal que eso ha cambiado, mi sobrina ahora está en la universidad, pero en aquella realidad que yo viví era así. Y claro que he sembrado, y claro que he esperado a que creciera esa flor que ahora cuidamos para que esté bonita, que en este caso es mi música y mi carrera. No sé qué momento de lucidez tuve en mi vida y de valentía que me agarré a eso, quizá porque no tuve plan b, y quizá porque me daba mucho miedo volver atrás. No por nada, simplemente por el miedo a que me dijeran “anda, mataooo” (ríe), yo por ese miedo me dije que iba a intentar tirar para adelante.

P.–Para atrás no era una opción.

R.– No era una opción, no lo era.

P.– Hay varios interludios en el disco. ¿Quiénes cantan y por qué esa decisión de tener ciertas bisagras entre canciones?

R.– Primero porque quería unificar aún más la idea conceptual del disco. Quería que otros pueblos se unieran en este disco en lo musical, pueblos de raíz, pueblos más ancestrales, más espirituales… Todo quería que estuviera: el flamenco, Paco Toronjo, un ser salvaje dentro de una raíz que es la nuestra…. Quería que todos esos mensajes estuvieran mezclados y fueran, como bien dices, bisagras entre una canción y otra. Cuando lo escuché finalmente de corrido pensé “ahora tiene todavía más sentido”.

P.– “Me puedes quitar las ganas de vivir (…), de mis sueños hasta el sueño que soñé (…), pero no mi dignidad”. ¿Qué o quiénes nos amenazan más con quitarnos la dignidad ahora mismo?

R.– Nos pueden quitar muchas cosas, pero la dignidad quien la acaba perdiendo eres tú si no estás bien fuerte. Y normalmente eso pasa si tiras la toalla, creo que no hay que llegar a ese punto. La vida nos va a tambalear, nos va a dar y a quitar, pero en el caso de que nos quiten no podemos perder la dignidad. Si pierdes eso estás bastante perdido, tendrías que empezar de muy abajo, y eso es muy difícil.

P.– Eso enlaza con otra idea del disco, con el verso “Quien quiera pararme no podrá”. Lo dijo en La Revuelta, que han intentado pararle muchas veces. ¿Quiénes? Y ¿cómo les has pagado?

R.– Pues a lo largo de mi vida muchísima gente, pero ¿a quién no le pasa a eso?

P.– A todos nos pasa. Por envidia, también.

R.– Claro, cuando alguien no llega a algo, tampoco quiere que el de al lado llegue. Es así, es así. Mira lo que te digo, yo creo que ni de manera consciente, crecemos así y todos hemos tenido ese sentimiento de si a mí no me va bien, al otro tampoco. Ese sentimiento ha estado flotando constantemente, y yo lo he tomado como un revulsivo, como una ayuda para sentirme más fuerte, con más garra aún. Y como yo empecé perdiendo, pues no me quedaba otra: ese coraje lo tuve dentro, el de demostrar que no era así.

P.– Empezó perdiendo, ¿en la vida? ¿Así lo cree?

R.– Sí, sí, sí lo creo. Porque en principio las cosas que a mí me hacían sentirme mejor, por ejemplo cantar, no me fue fácil encontrar lugares donde hacerlo. Me lo tuve que currar muchísimo. Cuando empecé a cantar, participaba en un concurso de carnavales de allí del pueblo, y siempre quedaba el último.

P.– ¿Y por qué cree que pasaba?

R.– Pues o éramos muy malos… (Reímos). No, éramos muy jóvenes, cuando la juventud se junta con la inexperiencia pues quizá por eso. Pero cada vez íbamos a mejor y algunas veces también perdíamos injustamente, y todo eso fue forjando un sentimiento de siempre perder… Y de querer darle la vuelta.

Manuel Carrasco, pensativo, durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Manuel Carrasco, pensativo, durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

P.– Bueno, pero muy jovencito ya lo consiguió…

R.– ¡Pero esos años se hacían muy lentos!

P.– Y ahora, ya ve, es el único artista español que ha cantado en el Bernabéu. Y, por tanto, el único multado. ¿Le ha pagado ya Broncano la multa?

R.– ¡No me ha dado un duro!

P.– ¿Eso cómo sigue, sigue la multa vigente?

R.– Sí, creo que la hemos pagado, y la hemos recurrido. A ver qué pasa. Es un sinsentido, cuando no se daban las condiciones…

P.– Que lo hayan permitido.

R.– Claro. Y si lo han permitido, ¿qué hacemos? No tenemos culpa. Había que darle sonido a las miles de personas que había allí. Espero que se arregle, y que subsanen lo que creo que es un error con los artistas que hemos tocado allí.

P.– Y ya para comentar la última, en Tengo el poder canta “Lucha de gigantes es mi canción”. Antonio Vega tenía una fascinación brutal con el universo, que le inspiró esa letra. ¿Le pasa? Y si no, ¿qué intriga sobremanera a Manuel Carrasco?

R.– Sí, hay una parte metafórica en la canción que la pillo por ese lado. Dice “tengo pesadillas de noche y de día, Lucha de gigantes es mi canción”, que se refiere a una lucha interior con las cosas de la vida que él también tenía. Pero sí, ese mundo también me fascina bastante. ¡Y a mi hijo también! Mi niño chico está todo el día viendo planetas, y me impresiona porque lo desconocido me llama mucho la atención… Esa inmensidad.

P.– ¿Y alguno va por la canción, además de por los planetas?

R.– Pues mira, ayer llegué después de todas las entrevistas y mi hija me pidió que la enseñara a tocar el piano. Le dije que como la enseñara yo, mal vamos, pero le dije que hiciera una cosa, y mientras me quitaba el maquillaje la escuchaba tocar las teclas y ya lo hacía mejor que yo… Tiene oído. Pero bueno, nunca se sabe, es pronto.

Manuel Carrasco.

Manuel Carrasco. Cristina Villarino EL ESPAÑOL

P.– Va a empezar la gira Salvaje también, con un montón de estadios grandes. Le escuché a Leiva en una entrevista hace poco que después de muchos conciertos se empieza a sentir un impostor y necesita reconectar porque empieza a hacerlo de forma mecánica. ¿Le pasa?

R.– El público es quien hace los conciertos diferentes. Y, aunque es cierto lo que dice él, intento cambiar los repertorios, cantar canciones diferentes, y a partir de ahí renovar. También hacemos una gira que más o menos dura lo que puede durar la energía para una gira como está. Está bastante ajustado.

P.– ¿Qué tiene Manuel Carrasco en la mesilla de noche?

R.– Libros, un Nasonex (reímos), una taza con agua, tomo infusiones por la noche y suelo tener agua. El móvil lo he quitado... y poco más. ¡Eso!