Madeleine McCann y Christian Brueckner.

Madeleine McCann y Christian Brueckner. El Español

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Encuentran pruebas de que Madeleine murió: el principal sospechoso del asesinato las guardaba en un disco duro

Christian Brueckner describía detalladamente sus fantasías sobre secuestros, abusos a menores y el uso de sustancias para inducir la inconsciencia.

Más información: La confesión de Christian Brueckner que le inculpó como asesino de Maddie: 15 años callando el crimen

Luis Casal
Publicada

Han pasado casi veinte años desde que la pequeña Madeleine McCann desapareció una noche en el Algarve, Portugal, y las dudas sobre el caso han seguido prácticamente inalteradas desde los últimos 10. Hoy, por primera vez, los investigadores creen tener una prueba que podría zanjar de una vez la investigación: la niña lleva muerta desde 2008. Y su rastro estaba oculto en un disco duro, dentro de una fábrica abandonada propiedad del asesino, Christian Brueckner.

Según revelaciones de un nuevo documental de Channel 4 y fuentes citadas por The Sun, los fiscales alemanes apuntan a su mayor indicio en años: un disco duro de 80 GB con archivos que confirmarían la muerte de Maddie el mismo mes de mayo de su desaparición. El dispositivo fue descubierto en 2016, pero no se había desvelado hasta ahora.

La propiedad, comprada por Brueckner en 2008 por 20.000 libras, estaba plagada de objetos inquietantes. Ropa y juguetes infantiles, productos químicos, máscaras, armas sin licencia, además de más de 75 trajes de baño infantiles y bicicletas pequeñas. Pero fue un perro de rastreo quien, durante una inspección, señaló el escondite de una cartera que contenía seis memorias USB y dos tarjetas SD. En esos dispositivos, los investigadores encontraron relatos espeluznantes en los que Brueckner detallaba sus fantasías sobre secuestros, abusos a menores y el uso de sustancias para inducir la inconsciencia.

Entre esos relatos, hay uno que ha convencido a la Fiscalía de que Madeleine está muerta. En él, el sospechoso describe el rapto de una niña pequeña tras drogar a su madre. En otro, afirma haber abusado de una menor de cuatro años, a la que describe con precisión antes de añadir que se sentía como “si estuviera en el paraíso ahora mismo”.

Los dispositivos también almacenaban conversaciones por Skype con otros pedófilos. En una de ellas, Brueckner expresa su deseo de “capturar algo pequeño y utilizarlo durante días”. Además, se hallaron imágenes explícitas de abusos a menores de entre cuatro y cinco años.

Un detalle escalofriante conecta aún más las pruebas con la figura de Brueckner: entre los archivos también había un selfie suyo, completamente desnudo, posando cerca de una presa. Llevaba un pasamontañas digitalmente superpuesto. Para los investigadores, se trata de una muestra del sadismo con el que documentaba sus crímenes y fantasías.

Por si fuera poco, se encontró un documento de seguro que demuestra que Brueckner estuvo presente en un festival de música en 2008, donde, según declaró en 2017 el testigo Helge Busching, confesó haber asesinado a Madeleine. “Dijo que la niña no gritó”, aseguró Busching, cuya credibilidad siempre estuvo en entredicho, pero que ahora cobra nuevo peso tras el hallazgo del disco duro.

Christian Brueckner cumple actualmente una condena en Alemania por la violación de una turista estadounidense en el Algarve portugués, en 2005. Sin embargo, saldrá en libertad el próximo mes de septiembre. La presión para evitarlo crece. Los fiscales alemanes han instado públicamente a la Policía Metropolitana británica a reactivar con fuerza la Operación Grange, la investigación abierta en 2011 para esclarecer el paradero de Madeleine.

“En Alemania hay un enorme interés en que los británicos intensifiquen su investigación”, declaró una fuente cercana al caso a The Sun. “Aquí el tiempo corre en contra del caso y los investigadores no quieren que Brueckner salga libre”.

Desde su inicio, la Operación Grange ha recibido más de 13 millones de libras de financiación pública. El mes pasado, el Gobierno británico aprobó una nueva partida de 100.000 libras. Pero ahora, por primera vez en años, los investigadores parecen tener algo más que indicios: tienen pruebas físicas. Y una oportunidad, quizás la última, de cerrar uno de los casos más dolorosos y mediáticos de la historia reciente.