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Al director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, le pilló hace una semana haciendo las maletas a Estados Unidos la noticia (largamente anunciada) de que Donald Trump había firmado finalmente una orden ejecutiva que hacía del inglés la única lengua oficial de su país.

El poeta granadino no partió de propio a Nueva York — como podría suponerse— para alzar su voz en defensa del español a la vista del agravio. El viaje del catedrático estaba programado mucho antes y tenía por principal finalidad participar en la apertura del Flamenco Festival. Pero Montero aprovechó su estancia en la Gran Manzana para decirle a Trump que el español no es la lengua de harapientos y de beaners (formulación despectiva de los extranjeros de origen mexicano) que él visceralmente desprecia y que combate militarizando la frontera.

Sin pelos en la lengua —mucho más asertivo incluso que el resto de la gran armada del Cervantes—, García Montero dejó claro y diáfano que nadie alberga dudas de que su orden ejecutiva era un ataque directo al español perfectamente inscrito en el marco conceptual de su discurso populista y racista.

"Más que ofender a España, Argentina o México, está ofendiendo a sesenta y pico millones de norteamericanos (hispanohablantes)", le espetó el escritor en un encuentro celebrado en la sede neoyorquina del Cervantes. "No deja de ser un bulo eso de que el español es una lengua para pobres", añadió después. "Alentar el supremacismo siempre genera discursos de odio".

Que millones de hispanohablantes se han sentido insultados o incomodados es la parte más visible de las consecuencias de su decisión. Lo que no está del todo claro es si lo de Trump perjudicará significativamente la vida diaria de los hispanohablantes o es solo un guiño del presidente ultra a la galería WASP, que es el grupo blanco, anglosajón, protestante y generalmente de origen británico al que le atribuye el monopolio de las esencias culturales de la patria.

De entrada, la orden de Trump ha revocado una directiva aprobada por Bill Clinton hace veinticinco años en la que se exigía a las agencias federales que facilitaran servicios en otros idiomas a quienes no hablaran el inglés con diligencia. Según "el constructor", su decreto es un regalo porque ayudará a los recién llegados a lograr el sueño americano. No hay quien trague con eso.

"Muchos —especialmente dentro de la comunidad hispana— interpretan la oficialización del inglés como un gesto de exclusión hacia el español y sus hablantes", dice Nuria Morgado, catedrática de Estudios Hispánicos de la City University de Nueva York. Desde abril del pasado año, esta barcelonesa es igualmente la primera directora de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y, en tal sentido, se halla en la primera línea de defensa del idioma al que Trump ha agredido.

Nuria Morgado, directora de la Academia de la Lengua Española en Estados Unidos.

Nuria Morgado, directora de la Academia de la Lengua Española en Estados Unidos. Cedida

"Organizaciones y líderes hispanos han criticado esta medida al considerar que va en contra de la diversidad cultural de la nación, favorece la discriminación y dificulta los trámites de servicios sociales para inmigrantes", asegura Morgado a EL ESPAÑOL. "Y todo esto surge en un contexto político donde la lengua se ha convertido en un símbolo de identidad nacionalista, a menudo con tintes excluyentes. Basta recordar la reciente eliminación de la versión en español del sitio web de la Casa Blanca".

Segunda lengua de EEUU

Por otra parte, Morgado cree que la orden de Trump no refleja el peso real del español, "No solo es una lengua hablada por más de 600 millones de personas en el mundo, sino que es también la segunda lengua más hablada en Estados Unidos", sostiene.

"De hecho, es el segundo país con más hispanohablantes, después de México, y muchos de ellos tienen tras de sí generaciones de arraigo en su territorio. Más de 60 millones de estadounidenses son de origen hispano y es la lengua extranjera más estudiada en el país. Más de ocho millones de estudiantes lo aprenden actualmente y el bilingüismo en sectores profesionales ha cobrado un protagonismo innegable en la vida pública".

A juicio de la directora de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, es importante comprender que la orden de Trump no surge de la nada. "Forma parte de una tradición de políticas English Only diseñadas para reforzar la identidad anglosajona del país, especialmente en reacción al crecimiento de comunidades hispanohablantes", aclara.

"Aunque se presenta como una medida administrativa, se alinea con discursos nacionalistas que buscan preservar un modelo cultural excluyente, evocando ideologías supremacistas como las promovidas por el movimiento Make America Great Again", explica.

"A lo largo de la historia, estos intentos de consolidar el inglés como única lengua oficial han resurgido en períodos de transformación social con la excusa de proteger la unidad nacional. Su efecto real es la marginación del español y la restricción de derechos para los hispanohablantes, dificultando el acceso a servicios públicos, limitando la educación bilingüe y reduciendo su representación cultural", prosigue.

La catedrática barcelonesa tampoco alberga dudas de que la decisión ha sido un gesto para satisfacer "a sectores conservadores y contrarios a la inmigración, alineados con la ideología del English Only y la hegemonía anglosajona. Sin embargo, no se trata solo de una declaración simbólica; es un intento de afianzar un modelo monolingüe que ignora —o prefiere ignorar— la diversidad lingüística y cultural del país.

Aunque en apariencia su impacto inmediato podría parecer limitado, en la vida diaria de los hispanohablantes sí puede generar consecuencias tangibles. Por ejemplo, puede reducir los servicios en español, limitar la disponibilidad de información y atención gubernamental en español, reforzar actitudes discriminatorias en espacios laborales, comerciales e institucionales y aumentar la presión contra los programas de educación bilingüe. En definitiva, el español corre el riesgo de perder visibilidad en la esfera pública".

Nuria Morgado, directora de la Academia de la Lengua Española en Estados Unidos.

Nuria Morgado, directora de la Academia de la Lengua Española en Estados Unidos. Cedida

¿Es esa concepción del español como lengua para pobres de la que hablaba García Montero compartida por los compatriotas anglosajones de Donald Trump? "En realidad, es un idioma con doble percepción", asegura Morgado.

"Por un lado, sigue cargando con el estigma del inmigrante y la clase trabajadora. Para algunos sectores de la población angloparlante, el español sigue vinculado a la migración latinoamericana, especialmente a trabajadores agrícolas, obreros y personas de bajos recursos. En estos casos, el idioma se asocia con una falta de integración, lo que ha llevado a episodios de discriminación lingüística, como prohibiciones de hablar español en lugares de trabajo o ataques contra hispanohablantes en espacios públicos".

"Pero por otro lado, el español también ha adquirido un estatus de lengua de prestigio y oportunidad económica", precisa la directora de la ANLE. "Es esencial en el comercio y la diplomacia, y es hablado en círculos de alto poder adquisitivo, especialmente en ciudades como Miami, Los Ángeles y Nueva York. En la publicidad, el entretenimiento y la política, el español no es visto como una lengua de segunda clase, sino como un activo estratégico para conectar con una comunidad en crecimiento. Grandes empresas invierten en campañas en español y cada vez más políticos lo utilizan para llegar a los votantes latinos".

Según Morgado, uno de los activos principales de la lengua es la propia comunidad hispanohablante que sigue percibiendo el español con orgullo. "A pesar de los estereotipos, la mayoría de los hispanos en Estados Unidos valoran su lengua y buscan mantenerla en sus familias. Más del 80 por ciento de los latinos creen que es importante que las nuevas generaciones hablen español, y muchos hacen esfuerzos para que sus hijos no pierdan la conexión con su idioma y cultura. Este orgullo se manifiesta en el crecimiento de medios de comunicación en español, literatura hispana y música latina, que cada vez tienen mayor impacto en la sociedad estadounidense".

Javier Valdivielso, director del Instituto Cervantes en Nueva York.

Javier Valdivielso, director del Instituto Cervantes en Nueva York. Cedida

Javier Valdivielso

El que se ha pronunciado también desde el corazón de la Gran Manzana es el donostiarra Javier Valdivielso, director del Instituto Cervantes de Nueva York. "No ignoramos que en Estados Unidos hay también ocho millones de hablantes de chino, además de comunidades muy importantes de indios, paquistaníes o afganos, pero no cabe ninguna duda de que el más afectado por el decreto es el español, que es la lengua y la comunidad de hablantes más estigmatizada por el gobierno norteamericano", asegura Valdivielso.

A los custodios de nuestra lengua en Norteamérica no les ha pillado de nuevo lo ocurrido, aunque pensaban que Trump podría demorar esa medida."Resulta que hubo una porción muy significativa de votos hispanos que fueron a parar a los republicanos, dado que es una comunidad que presenta a menudo tendencias conservadoras", afirma el responsable del Cervantes neoyorquino. "Eso llevó a pensar que tal vez no fuera tan prioritario para Trump aprobar ese decreto".

Valdivielso cree que es todavía prematuro evaluar las verdaderas consecuencias de semejante decisión. "No es fácil evaluar cuáles serán sus efectos, pero una primera lectura sugiere que, aunque la repercusión práctica no será inmediata, sí va a perjudicar en el futuro al acceso que puedan tener las comunidades no anglófonas a ciertas cuestiones como el registro de voto. Es también muy probable que deteriore el acceso a ciertos servicios públicos que, a partir de ahora, solo serán en inglés".

"El mensaje que ha enviado Trump apunta claramente a reforzar la idea de que lo anglosajón debe ser preminente", afirma el vasco. "Ellos consideran que el destino americano emana del mensaje de esos pioneros que ellos asocian excluyentemente a la colonización anglosajona. No se trata de nada nuevo pero necesitan formalizarlo por razones supremacistas. Cierto es que, más allá de las decisiones que pueda tomar ese gobierno, existen unas dinámicas sociales y una comunidad hispanohablante que vive en español. Me cuesta imaginar que un decreto así pueda poner en riesgo eso".

Francisco Moreno, director del Observatorio Global del español.

Francisco Moreno, director del Observatorio Global del español. Wikimedia Commons

Francisco Moreno

Desde el lado europeo del Atlántico, el director del Observatorio Global del Español (igualmente dependiente del Cervantes), Francisco Moreno Fernández, cree que, en los ataques a nuestra lengua, se detecta igualmente un reconocimiento implícito de su poder y del temor ya no disimulado a que dispute la hegemonía del inglés.

"En efecto, yo lo percibo como un reconocimiento de la importancia de otras culturas y otras lenguas, encabezadas por la hispana, que es la minoría mayoritaria", asegura Moreno.

"Si creen que es necesario defenderse es porque entienden que existen otras lenguas valiosas y perciben la amenaza. Lo habitual es que desaparezcan a la tercera generación. El milagro del español de Estados Unidos es que exista gente de cuarta generación que sea capaz de hablarlo y que todavía lo conserve. Esa es la gran diferencia con lo que ocurrió con el francés, el alemán o el italiano", subraya.

¿Y cómo es el castellano del país de Trump? "Es un crisol de variedades", explica Moreno. "De hecho, se está creando una nueva variante de la lengua donde confluyen los usos lingüísticos de orígenes tan distintos como Colombia, el Caribe o, sobre todo, México y que además, incorpora la influencia del inglés. En lugares como Nuevo México o Arizona se hablaba un español tradicional, el chicano, pero se está rehaciendo por la influencia de las nuevas olas de inmigrantes".

¿Van a sufrir especialmente la resolución presidencial de Trump ciertas comunidades como la puertoriqueña o los habitantes de estados como Florida, donde abundan los hispanos? "Como estado libre asociado, Puerto Rico tiene un régimen especial y la decisión final corresponde a los propios puertoriqueños", afirma el director del Observatorio Global del Español. "En general, yo diría que una familia hispana que habla español en casa no va a dejar de hacerlo, del mismo modo que una empresa que haga negocios en español no va a cambiar sus prácticas. Lo que sí nos tememos es que proliferen más esa clase de individuos que se metían con el español".

Trump no engaña a nadie, ni pretende probablemente maquillar sus verdaderas intenciones. "El país no necesitaba declarar al inglés como lengua oficial porque ningún país necesita de algo así para tener una lengua mayoritaria", concluye Moreno.

"Ni Argentina ni Uruguay tienen al español como lengua oficial, lo que no impide que se hable. ¿De dónde salió el movimiento de English Only? De los mismos colectivos que, ya durante los ochenta, se oponían a la inmigración. La orden ejecutiva argumenta que se ha aprobado para fomentar el aprendizaje del inglés y alcanzar el sueño americano. Todo conecta en realidad con una ideología nacionalista del Siglo XIX que reclamaba como ideal una única lengua oficial para cada nación como herramienta básica para la promoción de la unidad. Ese es en verdad su espíritu".