Mari Paz, esta semana, y a la izquierda, en una imagen cuando aún era monja.

Mari Paz, esta semana, y a la izquierda, en una imagen cuando aún era monja.

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Mari Paz, la monja que colgó los hábitos tras 33 años para buscar el amor: "Yo no sé lo que les pasa a los hombres hoy día"

Abandonó la vida religiosa por la mundana: este año un hombre le pidió matrimonio y resultó ser mentira y otro hasta le propuso "un trío con otra señora".

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Hace dos años Mari Paz Martín dejó el convento de Martos (Jaén), colgó los hábitos que había vestido durante 33, cogió un tren y se fue a vivir a un lugar desde el que puede ver Sierra Nevada. La señora lo primero que cuenta al teléfono es que su tarjeta de móvil no tiene datos y solo puede enviar y recibir llamadas, nada de whatsapps. Desde Alcudia de Guadix, un pequeño pueblo de la sierra granadina de apenas mil habitantes, asegura que esta semana le llega una nueva tarjeta. 

A sus 67 años, ha tenido 33 años "de amor divino", cuenta a EL ESPAÑOL, "y ahora quiero conocer el amor carnal, el humano". Pero no puede porque no la dejan. "Yo no sé lo que les pasa a los hombres de hoy en día. Yo quiero tener sexo, pero un sexo en el que fluya el amor". 

Colgó los hábitos por más motivos. "Yo creo que por la rutina. Las monjas deben tener un trabajo de entrega, y la misma rutina nos lo impedía. Llegué a preguntarme si el problema era yo. Me influyó mucho la muerte de mi familia", pues todos sus hermanos han fallecido ya. "De cáncer. A mí me hacen pruebas y de momento estoy bien", explica.  Abandonar la vida religiosa fue una decisión "muy dura" que le costó tres años tomar. "Lo pensé mucho porque no quería equivocarme", y destaca que el resto de monjas le pidieron que esperara, pero que al final, "respetaron mi decisión".

La historia de Mari Paz es dura. La mayor de 11 hermanos, "mi padre maltrataba a mi madre, tenían muchas peleas, tanto verbales como de manos. Yo escondía a mis hermanos en la alacena del suelo de la cocina. Pero como éramos tantos, no quedaba sitio para mí. Así que cuando se cansaban de pelearse entre ellos, seguían conmigo. Pero a mí no me importaba porque así evitaba que les tocara a ellos". 

Su madre huyó y ella y sus 11 hermanos quedaron a merced del padre. Escaparon de su yugo "porque nos encerró en la casa sin comida durante 9 días y nos sacó la policía y los bomberos derribando la puerta, gracias a una vecina que oyó nuestros gritos". Fue ahí cuando separaron a niñas de niños y los metieron internos en colegios religiosos. En su caso, con sus hermanas, en uno de los internados San José de la Montaña, en Valencia. Ella por aquel entonces tenía 9 años.

Cuidando ancianos

La única que siguió la senda fue Mari Paz, que ingresó en la misma orden religiosa responsable del internado en el que pasó su infancia. "Yo quería entregarme a Dios, y durante 33 años estuve feliz y contenta", hasta que le entraron dudas. La mujer tiene claro "que el hábito no hace al monje, y se puede hacer el bien sin tener los hábitos... pero yo entiendo que mi vocación de servicio, que era cuidando ancianos, pues hay que tratarlos con paciencia y cariño, como si fueran niños. Y eso dejé de verlo yo a mi alrededor". 

Como monja ha pasado por congregaciones en Granada, Madrid, Sevilla, Andújar (Jaén), y por último, Martos, en la misma provincia. "Al salir al mundo, yo sabía que no iba a ser como yo lo dejé. Pero ahora se aprende también mucho". Por ejemplo, de la pobreza.

"Pobreza de verdad, ahora, pero no me arrepiento". Vive con 600 euros de pensión y con ella paga el alquiler de su vivienda. "Hay meses que me quedan 50 o 40 euros para comer todo el mes, pero a mí no me importa. El vaso de leche lo llego por la mitad y lo relleno con agua. El caldo, lo congelo...", enumera. 

Dos desengaños

Lo que no lleva tan bien son los desengaños amorosos. Desde que salió del convento ha tenido una relación. Lo conoció "y me hizo tilín a la primera. Tenía mi misma edad, era también de Granada, y cuando lo vi, se me encogió el corazón y sentí eso que dicen de las mariposas en el estómago. Yo nunca lo había sentido antes. Vamos, que me había enamorado".

Por su pasado como monja la invitaron a ella y a su novio al programa de Juan y Medio, en Canal Sur Televisión. "Allí me pidió matrimonio y le dije que sí". Aquello se le hizo viral y llegó a pisar varios platós televisivos. "Luego se pasó dos meses sin cogerme el teléfono y sin contactar conmigo. Cuando logré hablar con él, me dijo que lo del matrimonio era mentira, que lo que él quería era salir en la tele. Me rompió el corazón". 

Luego entabló contacto con un segundo pretendiente que la citó en Málaga. Y allá que se fue Mari Paz hasta la Costa del Sol... para ver que, en la primera cita en la que iban a ponerse cara, el hombre se bajó del coche "con una señora que yo pensé que era su madre. Y me dijo que nos fuéramos los tres a un hotel a hacer un trío". Se marchó despavorida.

Otra cosa que no ha perdido la mujer es la fe, pese a esos dos enormes desengaños que la han hecho ser mucho más cauta. "Yo no me cierro al amor. Si está de Dios, alguno me saldrá. No estoy desesperada, pero la verdad es que ahora hay que ir con mucho cuidado".