Una imagen de Cristian con una de sus hijas en las manos.

Una imagen de Cristian con una de sus hijas en las manos. Cedida

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Cristian mató a sus hijas en una 'visita': las tenía 12 horas pese a su ficha de maltratador en Almería

El varón (35 años) alquiló una casa para su expareja (23 años) y sus hijas en Abla, el pueblo al que él iba a comprar. Le definen como "callado y tímido".

19 marzo, 2024 02:28
Domingo Díaz Jorge García Badía

Alina (23 años) llegó hace un año a Abla (Almería) junto a sus dos niñas, Elisa y Larisa, de 2 y 4 años. Procedía de una casa de acogida de mujeres maltratadas en Granada, a la que había llegado tras separarse de su expareja, Cristian (35 años), denunciado por violencia de género. Comenzaba una nueva vida en este pequeño pueblo almeriense, de unos 1.200 habitantes. Sin embargo, lo hacía en una casa que había alquilado para ella y las niñas su propio maltratador, un hombre "muy callado, muy tímido", según le definen quienes le trataron en alguna ocasión. 

La vida de la joven rumana en el pueblo siempre ha sido sencilla. Se dedicaba a sacar a sus niñas adelante. Al principio trabajó como jornalera en el campo y desde hace 5 o 6 meses también echa una mano en el bar La Esquina de Abla, regido por José María. Además, estaba rehaciendo su vida junto a otro hombre residente en el pueblo. 

A pesar de todo, había algo que no iba del todo bien. La joven se había negado en varias ocasiones a denunciar a Cristian, su expareja, y pidió el levantamiento de las medidas cautelares que se habían tomado judicialmente contra él. Tenía una orden de alejamiento sobre ella a 500 metros de distancia y se había ordenado la colocación de una pulsera de seguridad al presunto agresor para evitar el contacto con su expareja. La Fiscalía continuó con el proceso.

El juzgado y la Fiscalía permitieron las visitas al asesino de Almería a pesar de tener una orden de alejamiento.

Tras las denuncias, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Almería acordó un régimen de visitas para el padre de las menores de 12 horas semanales, repartidas entre las 12 y las 18 horas del sábado y el domingo. La entrega de las menores debía hacerse en un Punto de Encuentro Familiar

Alina pidió no hacerlo allí en varias ocasiones, según confirman fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía a EL ESPAÑOL. La última vez que lo hizo fue el pasado 4 de octubre. Finalmente, el Punto de Encuentro Familiar informó de que las partes ya no hacían allí el intercambio. Ante tales hechos, el 9 de noviembre de 2023 el juzgado acordó, por petición de los responsables del Punto de Encuentro y con el visto bueno de la Fiscalía, que el intercambio ya no se hiciera en este lugar.

[Un padre asesina a sus dos hijas, de 2 y 4 años, envenenándolas y después se suicida en Almería]

Quienes conocen a Alina saben qué llevaba a entregar a sus hijas a su presunto maltratador. "Decía que con las niñas siempre se había portado muy bien, que nunca les había hecho nada", apunta una fuente del entorno cercano de la joven, que no tiene familiares en España y pretendía volver a Rumanía, para lo que necesitaba un permiso del padre de las niñas por tratarse de menores de edad. 

"Me las ha envenenado"

Este pasado domingo, Alina entregó a sus dos niñas a Cristian por la mañana. Después, se fue a echar una mano a José María al bar La Esquina, que desde hacía unos meses estaba tratando de ayudar a la joven a regularizar su situación en Extranjería.

Imagen del bar donde echa una mano Alina.

Imagen del bar donde echa una mano Alina. D. D.

Las horas pasaron y Cristian no volvió a ponerse en contacto con Alina. Al ver que no le avisaba para devolverle a las niñas, ella trató de contactar con él, pero fue inútil. Hizo lo propio con la familia de su expareja, siendo sus esfuerzos en vano nuevamente. 

Aguardó con paciencia hasta que poco antes de las 9 de la noche lo habló con José María. "En cuanto me lo comentó, le dije que llamara a la Guardia Civil y se fuera para allá", sostiene el hostelero.

Alina salió del bar, llevó comida al centro de salud y avisó a la Benemérita. Luego, cogió el coche junto a su nueva pareja para ir en busca de sus niñas al cortijo en el que trabajaba y vivía Cristian. 

Cuando llegaron a la finca se encontraron a las niñas y al padre tumbados. "Estan muy frías", dijo la nueva pareja de la madre a José María, que llamó para interesarse por la situación. La Benemérita llegó al poco y confirmó los peores presagios: las niñas habían sido asesinadas.

José María llamó de nuevo para saber qué había ocurrido. En la confusión, por detrás se escuchaban los gritos de ella: "Me ha matado a mis niñas, me las ha envenenado".

Una fuente próxima a la investigación, asumida por la Guardia Civil, detalla a EL ESPAÑOL que fue la propia Alina quien descubrió los cadáveres: “La madre fue al cortijo a recoger a las niñas, el domingo, sobre las diez y media de la noche, y se las encontró muertas. Su exmarido todavía estaba inconsciente. Los servicios sanitarios de la comarca se desplazaron y trataron de salvarle sin éxito. Primero mató por envenenamiento a las chiquillas y luego se envenenó él mismo”.

Las niñas serán enterradas en Abla por deseo de su madre. El Ayuntamiento del municipio almeriense ha decretado tres días de luto en la localidad y ha anunciado que asumira los gastos del sepelio.

Violencia de género "en muchas ocasiones"

Ionel Cristian Rupa, de 35 años, y Alina, de 23 años, se asentaron hace menos de un lustro en la Estación de Gérgal. El inicio del periplo por tierras españolas de esta pareja rumana estuvo marcado por el nacimiento de sus dos hijas, Elisa y Larisa, pero también por los malos tratos sistemáticos de él.

La alcaldesa de la localidad almeriense de Gérgal, Antonia Contreras, confirma a EL ESPAÑOL que “una de las veces le pegó una paliza a Alina que la llevaron a una casa de víctimas de violencia de género por seguridad”.

Aquel episodio fue uno de tantos que motivó la separación “hace dos años” de este matrimonio rumano. “Ella sufrió violencia de género en muchas ocasiones y con intervenciones de la Guardia Civil”, insiste la regidora.

Prueba de ello es que Alina estaba dentro del Sistema VioGén y pasó una temporada en un piso de acogida en Granada, antes de regresar a Almería para empezar una nueva vida en Abla, un pueblecito de 1.255 habitantes, a 65 kilómetros de la capital de la provincia.

Lo hacía de la mano de Cristian. Fue él quien alquiló a Loli la planta de arriba de una de las casas del pueblo. "Yo no sabía quienes eran. Vino él. Me lo recomendó un vecino de aquí que lo conocía. Él venía al pueblo a comprar antes y me dijo que era muy bueno y trabajador. Desde que firmamos el contrato no lo volví a ver", sintetiza a EL ESPAÑOL.

Todo lo hacía Alina. Era ella quien pagaba el alquiler y quien mantenía el contacto con la casera. La joven rumana le contó en alguna ocasión lo de los malos tratos, pero nunca profundizaron en ningún tema de conversación.

"Alina encontró trabajo en un bar de Abla", precisa la alcaldesa de Gérgal, Antonia Contreras. De modo que matriculó a su hija mayor, de 4 años, en el Colegio Joaquín Tena Sicilia.

El dueño del bar La Esquina, José María, trataba de echar una mano a Alina desde hace cinco o seis meses. "Le estábamos arreglando la documentación para regularizar su situación en el país y mandamos su NIE a Extranjería", afirma el hostelero. Sin embargo, la burocracia retrasa el tema. "Tenía cita hace unas semanas, pero al final se la cancelaron y seguíamos intentándolo", dice a EL ESPAÑOL durante la visita a su bar.

“Ella nos echaba una mano en algunas labores del bar, porque todavía no podía estar contratada, y le ayudábamos económicamente”. Él también conocía el tormentoso calvario de Alina con su expareja, pero tampoco le había detallado: “Me contó que no se llevaba bien con su marido, que no le gustaba su estilo de vida. Lo denunció por malos tratos y tenía una orden de alejamiento en vigor”.

José María durante la visita de EL ESPAÑOL a su bar.

José María durante la visita de EL ESPAÑOL a su bar. D. D.

Cristian se marchó a Las Alcubillas, una pedanía almeriense cuyo término lo comparten los ayuntamientos de Gérgal y Alboloduy. La alcaldesa de este segundo término municipal, Sonia María Guil, confirma que este rumano, de 35 años, “vino al pueblo hace poco, después de separarse. Pero no es un hombre que se haya integrado con los vecinos, más bien ha mantenido una vida bastante aislada. Él se ganaba la vida cuidando las tierras del cortijo donde vivía y echando jornales por la zona”.

José María, el propietario de la Cervecería la Esquina de Abla donde Alina se ganaba un suelo, lamentaba que esto se veía venir: “Su expareja tenía malas intenciones y al final la ha hecho”.

El próximo 10 de abril, Cristian debía enfrentarse a un juicio por delitos de lesiones en el ámbito de la violencia de género. La Fiscalía le pedía en su escrito un año de prisión. Sin embargo, la vista ya no se producirá. Este pasado domingo se suicidó tras envenenar a sus dos hijas, de dos y cuatro años, en vez de devolvérselas a la mujer a la que maltrató.

La madre de las menores, Alina, tan solo era capaz de decir una cosa a EL ESPAÑOL tras el trágico suceso: “El asesino de mis hijas se llama Ionel Cristian Rupa. Mi exmarido nunca me había dicho que iba a hacer esto”.