De izquierda a derecha: Galo y Pablo, precoces genios: entraron a la universidad con 15 y 17 años.

De izquierda a derecha: Galo y Pablo, precoces genios: entraron a la universidad con 15 y 17 años.

Reportajes

Galo y Pablo han entrado en la Universidad con 15 y 17 años: su gran futuro con altas capacidades

Ambos recuerdan cómo vivieron su etapa escolar, en la que pasaron de ser unos trastos a ser alumnos sobresalientes. 

3 marzo, 2024 02:11

Eran un poco trastos en clase y a veces hasta los echaban del aula para que no molestaran al resto. Pero es que se aburrían. Galo Gordón Cordero y Pablo de la Torre Roldán son dos chavales con diagnóstico de altas capacidades. Por ello les adelantaron algunos cursos en los estudios básicos y han llegado a la universidad antes que cualquiera: con 15 años incluso en el caso de Galo.

A pesar de lo extraordinario del asunto, ninguno de los dos lo ha vivido con aspavientos. Ambos son de lo más normal (y muy simpáticos).

Sí que han descollado siempre en sus notas, claro, pero también han sido generosos a la hora de ayudar a sus compañeros, y se han sabido integrar con unos y con otros rápidamente. Sus vocaciones respectivas están muy claras: a Galo le llamaron las Matemáticas y a Pablo la Informática. Esta es la historia de dos jóvenes que suman a sus capacidades la altura de sus sueños y el valor de su constancia.

Dos cursos por delante

Galo Gordón Cordero es de un pueblo de Jaén con una famosa charca que suele estar siempre seca: "Ahora con este clima está aún peor", se lamenta al comienzo de la charla que mantiene con EL ESPAÑOL. Nació el 14 de septiembre de 2006, así que tiene 17 años y está en segundo curso de Matemáticas en la Universidad de Granada. En puridad, entró con 15 años a la facultad, porque empezó la carrera un 11 de septiembre de 2022. A los tres días cumplió los 16.

Su historia comienza de pequeño, cuando sus maestros detectaron que Galo se comportaba de manera diferente a sus compañeros: "La seño Pepa en primero y segundo de Primaria me echaba de clase porque molestaba al resto, pero es que me estaba aburriendo. Luego, la seño Clara en cuarto me puso más cosas para ampliar (lo que dábamos en clase), proyectos de cualquier cosa para hacer a ordenador: recuerdo que hice una redacción de tres o cuatro páginas de un restaurante que me gustaba mucho".

Gael.

Gael.

A mitad de quinto de Primaria, en un cole nuevo, el claustro le propuso a sus padres adelantarle un curso entero, y así se instaló en mitad de sexto: "Ese cambio se lo dijeron a mis padres porque yo ahí era muy pequeño, y el otro también lo pensaron desde el instituto por cómo iba en clase pero ya me lo propusieron a mí". Se refiere al otro salto en el tablero educativo: a finales de segundo de la ESO, a Galo le ofrecieron entrar directamente en cuarto, sin pasar por la casilla de tercero.

"Fue antes de terminar el curso y estuve todo el verano pensándolo, acepté y me fue muy bien. Sí que fue un cambio más brusco que en Primaria porque la gente que tiene un año mas que tú en la pubertad ya se nota más, pero yo siempre he sido grande de cuerpo y no suelo aparentar muy pequeño. Si fuera así chiquitillo se notaría más…", comenta con gracia. En ambas ocasiones a Galo le hicieron un test de diagnóstico de altas capacidades para confirmar lo que pensaban. Habían acertado.

Las notas de Galo nunca se resintieron con los saltos de curso y su media fue de sobresaliente: "Conforme subía de curso me iba mejor. En Bachillerato saqué casi todo 10, y en Selectividad me fue un poco peor... Del examen de Historia por ejemplo salí contentísimo porque me cayó lo que mejor me sabía, pero la nota fue de 8’5. Y solía tener siempre 9’5 o dieces… No sé por qué me quitaron tanto. Eso al final es una décima y media de la nota final", dice calculando, como buen matemático. Pero el caso es que no le fue nada mal, porque su nota fue de 13’465 sobre 14, es decir, más de un 9’5. Y, sobre todo, le permitió entrar holgadamente en la carrera de sus sueños: Matemáticas.

A la universidad con 15

Galo decidió estudiar en la Universidad de Granada y, por tanto, también voló del nido familiar de forma precoz. Desde que llegó, vive en una residencia universitaria cercana al campus de Ciencias: "Me independicé a los quince y al principio fue un poco raro, estaba en el cuarto sin conocer a nadie. Me daba palo bajar y presentarme a todo el mundo porque no soy una persona súper sociable, pero al final hay que hacerlo, así que bajé, saludé a todos e hice amigos. El año pasado me dediqué más a salir, y la carrera la saqué súper bien además de todo lo que salí, y este año estoy saliendo pero más de día, o a cenar o comer".

Pregunta.—¿Cómo te han acogido tus compañeros? ¿Nunca te han cogido manía por despuntar?

Respuesta.—Qué va, qué va. En la universidad un poco más que en el colegio, aunque manía tampoco… En la universidad hay gente a la que le cuesta mucho, que tiene que echar cuatro matrículas para sacarse una asignatura por ejemplo, o que está en tercero aún con asignaturas de primero. Y que llegue alguien dos años más pequeño y se saque las asignaturas a la primera con buena nota y no tanto esfuerzo, entiendo que no le vaya a caer tan bien... Pero eso sobre todo lo he visto con gente que está en cursos superiores, pero con los de mi clase normalmente bien.

Galo en una imagen cedida.

Galo en una imagen cedida.

La carrera la lleva Galo mejor que bien: no ha suspendido nada y, como en el instituto, su media vuelve a ser de casi sobresaliente. Lleva seis matrículas de honor de quince asignaturas cursadas.

Lo está disfrutando porque las mates le gustaron desde la ESO, cuando empezó a ver vídeos de canales de divulgación como los de Derivando, de Eduardo Saénz de Cabezón y, más adelante y con mejor nivel de inglés, otros más avanzados con contenidos que sobrepasaban en mucho su edad. También formó parte del programa Hipatia de la Universidad de Jaén, por el que asistía a clases de preparación para la Olimpiada Matemática Española: "Clasifiqué el más joven del nacional, porque llegué en tercero de la ESO, que era mi cuarto porque había pasado un curso. Nunca he escuchado a nadie con esa edad llegar al nacional".

El cubo de Rubick

Pero el joven genio no está solo "focus" en su carrera, sino en otros intereses: entre ellos, bajar de tiempo haciendo el cubo de Rubick a ciegas. Como lo leen: "Se memorizan las piezas con un patrón de letras que se le asigna al cubo, cierras los ojos y se resuelve entero. Ahora mismo tardo bastante, unos siete minutos, pero quiero llegar a menos de cinco para que se lo pueda hacer a alguien sin que resulte pesado". Con los ojos abiertos lo resuelve en menos de un minuto.

La lectura también le atrapa, especialmente los ensayos y la filosofía. En su biblioteca asoman grandes nombres como Maquiavelo o Marco Aurelio, de los que extrae enseñanzas prácticas para su vida cotidiana: "Marco Aurelio es un tío que escribió hace más de dos mil años cosas como ‘Examina los principios que guían a los sabios y descubre qué evitan y qué persiguen’. Y yo me fijé al entrar en la carrera en que los del doble grado de Mates y Física (que son como los sabios porque han sacado mejores notas para entrar) iban siempre con tablet, mientras que los de mates apuntamos en papel. Y eso ha hecho que ahora utilice muchos más los medios digitales, copio lo esencial y busco mucha más información en digital".

Y el deporte tampoco falta en su vida diaria. Al llegar a Granada se apuntó al gimnasio y subió ocho kilos de puro músculo: "Justo recién había pegado el estirón, estaba alto pero muy delgado. Ahora sigo estando delgado, pero mucho mejor. También me gusta mucho saltar a la comba y el verano pasado me apunté a Muay Thai, que es como boxeo pero con manos, piernas, codos y rodillas. Es mucho más completo".

Un futuro prometedor

Lo único que Galo aún no sabe es cómo va a aplicar su excelencia con las mates en el futuro: "Siempre me han gustado y se me han dado súper bien, pero muchas veces pienso en las salidas que tiene la carrera y la verdad es que no lo veo mucho".

Por eso de momento deja abierta la puerta a varias posibilidades: o trabajar al salir de la carrera, siempre que encuentre "una oferta muy interesante", o empezar a estudiar otra, aprovechando que en muchas de Ciencias tendría muchas asignaturas convalidadas: "Como voy dos años adelantado, si hago la carrera de Física por ejemplo (que además se ven las cosas mucho más en profundidad que con el doble grado), la acabaría cuando los de mi edad estén acabando la primera".

Por cierto, que tiene una hermana que sigue sus pasos: está en segundo de la ESO y también le han confirmado el diagnóstico de altas capacidades: "A ella no le gustan tanto las matemáticas como a mí, pero se le dan muy bien también, es muy rápida, tiene mucha agilidad mental", dice con orgullo el jienense.

Un informático desde casi la cuna

Pablo de la Torre Roldán es de un pueblo granadino llamado Ogíjares. Cuando entró en el Colegio Internacional de Granada en quinto de Primaria, sus maestros también vieron en él algo especial y le hicieron las pruebas que diagnostican las altas capacidades. Fue así como, al igual que en el caso de Galo, le propusieron subir de curso de quinto de Primaria a primero de la ESO, sin pasar por sexto. Y es por ello que llegó a la universidad un año más jovencito que el resto de sus compañeros.

"Yo era muy chiquitillo, me dijeron que me iban a hacer unas pruebas para ver si me subían de curso, que en ese colegio era común que se hiciera, y después me dieron la posibilidad y dije que sí porque desde siempre he estado por delante de los niños de mi edad, siempre les ayudaba con los deberes, les explicaba cosas… Y también en música, que tengo el grado elemental, me adelantaron un año porque me veían muy aburrido en las clases", cuenta con simpatía. A los seis años tuvo que elegir instrumento y optó por la batería, que aún toca.

Así, fue compaginando su formación escolar y la musical. Durante los años de instituto, tuvo también una media de sobresaliente: "No noté ningún cambio con el salto, desde chico siempre había sacado buenas notas y me había esforzado, así que no tuve que estudiar más, seguía haciendo lo mismo de siempre".

Lo de Pablo con la informática fue también un amor temprano. Desde pequeñito le habían llamado la atención los móviles y los ordenadores, saber cómo funcionaban o cómo se usaban: "Lo típico que mi abuela tenía algún problema con el móvil y me pedía que se lo arreglara", cuenta con humor.

Pablo de la Torre.

Pablo de la Torre.

La carrera, ahora, no le está defraudando: está en el segundo semestre del primer año y cada vez la disfruta más: "En el primer semestre estuvimos con asignaturas más de Matemáticas puras y duras y ahora estamos con otras más orientadas a la empresa y me están gustando más, sobre todo la programación".

Por eso, el joven granadino se plantea ir por esos derroteros en el futuro: "No lo sé a ciencia cierta, pero muy probablemente sea lo que me dé de comer en un futuro. Ahora mismo puedo triunfar, la verdad, porque está automatizándose todo y hay un hueco en todas las empresas que puede rellenarse con gente como yo". Sueña también con obtener alguna beca para estudiar en el extranjero porque le encantaría "conocer a gente de todo el mundo".

Como es de un pueblo de Granada, Pablo no ha tenido que independizarse aún, pero tarda una hora en llegar a la facultad en transporte público cuando sus padres no le pueden llevar. No importa: un sueño es un sueño.

P.— ¿Saben tus compañeros que eres un año más pequeño que ellos?

R.— Los primeros días no dije nada a nadie, así que lo fueron descubriendo poco a poco, pero no tenido ningún problema de que me excluya ningún compañero, soy uno más… Alguno cuando se lo digo se sorprende mucho, pero ya estoy acostumbrado. También juego al fútbol federado y normalmente no se lo suelen creer…

Porque, además de estudiar, Pablo también adora el deporte: "El fútbol es el que más he practicado desde que era muy chico, pero también he hecho kárate, baloncesto… Y estoy en el grupo de la escuela de música de Ogíjares, el Combo Rock, en el que mi hermana canta. El otro día fuimos al Rocknrolla a tocar y nos salió bastante bien el espectáculo, fue una experiencia nueva", cuenta con ilusión.

P.—¿Tus amigos más jóvenes te piden algún consejo?

R.—Sí, mis amigos de fútbol me preguntan qué hay que hacer para aprobar cuando lleguen a la universidad, y les digo siempre lo mismo. Que tienen que estudiar todos los días, porque si no el maratón te lo tienes que pegar después. La constancia es la clave. Lo que tienes que estudiar lo tienes que estudiar, si eres más constante vas poco a poco, si lo dejas cinco días tienes que recuperarlos el sexto, y es más difícil. Yo estoy intentando llevar todo al día, si hay algo que no entiendo de la clase me pongo por la tarde.

El futuro aún está lejos, pero Pablo no descarta trabajar en otros lugares: "Si aquí no estoy a gusto siempre tengo la posibilidad de irme a otro sitio o incluso a otro países. Tengo bien nivel de inglés y me defiendo en alemán, así que no descarto la posibilidad de irme a Alemania. Pero tampoco a Estados Unidos o a cualquier otro país de Europa". La vida, igual que a Galo, le espera.