Comunistas en las calles de Madrid celebrando la legalización de su partido.

Comunistas en las calles de Madrid celebrando la legalización de su partido. Archivo Histórico PCE

Reportajes

45 años del 'Sábado Santo Rojo', el día que se legalizó el PCE con militares y políticos de vacaciones

Un sinfín de altos mandos políticos y del Ejército, alejados de la capital durante sus vacaciones, se enteraron así del regreso de los comunistas a la legalidad.

16 abril, 2022 04:30

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En el matrimonio formado por Ana Montes y José Mario Armero, ella conducía y él no. Así que a la esposa le tocó, una tarde de febrero, coger el coche y cruzar Madrid. Salió de Chamartín, donde vivía la familia, hasta la calle de Seco, en el barrio de Vallecas. Allí le esperaba Santiago Carrillo, el secretario general de los comunistas españoles, cuando el PCE era todavía un partido ilegal. Porque ese febrero era el de 1977. Franco había muerto un año y medio atrás y faltaban pocos meses para las primeras elecciones de la actual democracia.

En efecto, este fin de semana se cumplen 45 años del Sábado Santo Rojo. Es decir, de ese sábado, víspera del Domingo de Resurrección, en el que se anunció la legalización del Partido Comunista de España.

Pero volvamos a febrero de 1977. Armero, el marido de la mencionada conductora, era un abogado de carrera y despacho. Con todo, ya entonces presidía la agencia de noticias Europa Press, cargo en el que permaneció durante cerca de 30 años. Podría parecer ajeno al mundo puramente político, pero no. Tenía una buena relación con el jefe del Gobierno, Adolfo Suárez, y quizá fuera quien más insistió al presidente en que a esos primeros comicios había que llegar junto al Partido Comunista.

Militantes comunistas celebran la legalización de su partido

Militantes comunistas celebran la legalización de su partido Archivo Histórico PCE

Montes, su mujer, conducía mientras tanto dando mil vueltas por la capital, acelerando y cambiando las marchas con violencia. Su propósito: que el hijo de Carrillo, en otro coche más atrás y vigilando el suyo, le perdiera la pista. Nadie debía saber a dónde se dirigían. El mismo Carrillo se había montado en aquel turismo sin conocer a qué destino estaba poniendo rumbo.

Una vez Montes vio que ya no les seguía nadie, tomó el camino viejo hacia Majadahonda. A la inmensa villa que el matrimonio conservaba como una casa de campo, y en la que cabía una piscina, una pista de tenis y hasta un vagón de tren antiguo, que hacía la vez de vestuario. Allí, tal y como cuenta el libro 'Sábado Santo Rojo', de Joaquín Bardavío, tuvo lugar la reunión en la que Suárez y Carrillo se pusieron cara por primera vez.

Una finca tan grande contaba con una pareja de guardeses, como era habitual entonces. Unos que, según habían comentado alguna vez a los señores, jamás habían visto el mar. Así que José Mario les dejó su apartamento de Almería, siempre a cambio de que se marcharan allí a tiempo de dejar la casa sola para la reunión. A las cinco de la tarde, Montes y su huidizo coche llegaron a la parcela. Un poco antes que el presidente del Gobierno.

A solas junto al secretario general del PCE, y a la espera de que Suárez asomara por allí, ella empezó a preparar café. Les haría falta: la reunión que mantendrían, y donde se pactó la futura legalización del PCE, se alargó durante seis horas. “Lo importante no fue lo que se dijo. Lo importante fue que Suárez y Carrillo se vieran”, rezan las palabras que Bardavío dejó por escrito.

Lo que siguió a aquel furtivo encuentro es un desfile de grandes nombres de la Transición y altas instituciones del Estado. Llamadas, cartas, documentos y toda suerte de burocracias. El jefe del Gobierno, que solo unos meses antes había delegado en el Tribunal Supremo permitir o no la candidatura del Partido Comunista, empezó a mover la causa por un sinfín de despachos. Las elecciones aún no estaban convocadas, pero sí previstas para junio. Y la Semana Santa parecía el mejor momento para acometer el giro, ya que España entera se encontraría de vacaciones.

Recordemos que durante el Franquismo, y en realidad hasta hace solo un par de años, desde el jueves hasta el Domingo de Resurrección las delegaciones del Ministerio de Defensa y las dependencias militares españolas solían ondear a media asta, de pura complicidad con la Iglesia Católica. “El presidente quería hacerlo de pronto, dentro de la apatía de las vacaciones”, expresa Bardavío en su texto.

La multitud en las calles celebrando el regreso de los comunistas a la legalidad.

La multitud en las calles celebrando el regreso de los comunistas a la legalidad. Archivo Histórico PCE

Quienes no pudieron dejar Madrid aquellos días fueron los ministros más cercanos a Suárez. Trabajaron de lunes a miércoles y, eso sí, respetaron el Jueves y el Viernes Santo. El sábado por la mañana, día de puente pero no festivo, la Junta de Fiscales permitía la inscripción del Partido Comunista en el registro de asociaciones. Siguiendo los deseos del presidente del Ejecutivo, llegaba a buen puerto lo que el Supremo había dejado en el aire. Se había dado el último paso: el PCE era legal.

El ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, llamó a los medios de comunicación más partidarios de la democracia. Carrillo se enteró no por ningún miembro del Gobierno, sino de nuevo por Armero, aquel que había prestado su casa en la sierra para la reunión donde empezó todo. En sus declaraciones a Europa Press, las primeras que dio el secretario general tras conocer la noticia, este se ahorró halagar a Suárez y hasta le llamó enemigo del comunismo. Tocaba mantener las apariencias.

A las diez de la noche, la nueva llegaba al boletín de Radio Nacional de España. El afortunado en leerlo fue Alejo García, que se trabó varias veces y hasta espetó un “aquí tiene que haber un error” en plena locución. Un sinfín de altos mandos políticos y del Ejército, alejados de la capital durante sus vacaciones, se enteraron así de lo ocurrido.

Al día siguiente, Carrillo voló desde Francia hasta Madrid. Como si no hubiera pasado en la capital, aunque fuera de incógnito, ya largas temporadas. O como si no hubiera llegado a vivir en la cárcel de Carabanchel. En el aeropuerto, un encargado de Iberia quiso convencerle de que no hiciera un vuelo directo, por su propia seguridad, y trató de seducirle con billetes de primera en otro avión a Barcelona. Pero nada. El secretario general de los comunistas españoles insistió en llegar a la capital y, además, viajando en la clase turista: y así ocurrió.

En ese momento, solo habían pasado unas semanas desde que se permitiera la primera huelga en España. Ocho días antes de la legalización del PCE, se habían derogado los mecanismos de censura a los medios de comunicación. Y cinco jornadas más tarde, el 14 de abril, Carrillo convenció a sus compañeros de partido para que aceptasen la Monarquía y la bandera rojigualda. Sí, en pleno aniversario de la Segunda República.

Un mes después, la Corona reconocía los derechos dinásticos de Juan Carlos de Borbón y se formalizaba que este sería el futuro jefe del Estado. El futbolístico Campeonato de España pasaba entonces a llamarse como lo conocemos hoy: Copa del Rey. Por fin, en junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones libres desde hacía más de 40 años. En ellas, el PCE obtuvo solo 20 diputados. La Unión de Centro Democrático, el partido de Suárez, arrasó con 165 escaños. Fueron aquellas Cortes las que escribieron nuestra actual Constitución.

Coches agolpados en Madrid partidarios del PCE.

Coches agolpados en Madrid partidarios del PCE. Archivo Histórico PCE

En la primavera de 1980 veía la luz el libro firmado por Bardavío, y gracias al que hoy aún podemos recuperar las maniobras del Sábado Santo Rojo con tanto detalle. El mismo Carrillo acompañó al autor en la presentación. Leyendo el texto, descubrimos que Montes no fue la única mujer que ayudó a legalizar el PCE. Carmen Díez de Riera, jefa del gabinete técnico de Suárez, se había entrevistado con Carrillo por su cuenta y antes incluso de que lo hiciera el jefe del Gobierno. Aquella primera reunión fue algo más breve y solo duró hasta las seis de la tarde. Eso sí: en lugar de café, tomaron chinchón.

“Y a ver cuándo legalizas el Partido Comunista, presidente”, solía decir Díez de Riera cada vez que se despedía de Suárez. Ella era militante, aunque en secreto, del Partido Socialista Popular, que entonces lideraba Enrique Tierno Galván.

Aún hoy, el trabajo de Bardavío es el único que aborda de forma monográfica este episodio, de los últimos del franquismo. Sus páginas no solo recogen la relación entre Suárez y Carrillo, sino también las reuniones del PCE en la clandestinidad. O el exilio del dirigente comunista en Francia, su arresto y su paso por prisión. Capítulos, todos ellos, narrados con la misma minucia que los que en estas líneas aparecen reflejados.

Aunque Televisión Española sí ha dedicado algún mediometraje a la legalización del Partido Comunista, las nuevas plataformas audiovisuales no han prestado atención aún a esta parte de la historia. Tampoco el mercado editorial parece interesado en lo que ocurrió aquellos días. Tristemente, el libro 'Sábado Santo Rojo' permanece descatalogado y solo se encuentra en algunas tiendas de segunda mano. Ediciones Uve, la editorial que lo publicó, ya no existe. Bardavío murió el año pasado y, ahí sí, los obituarios que le dedicaron sus compañeros de gremio hicieron algo de justicia: le reconocieron como el gran cronista de la Transición.