Un grupo de personas bailando en la pista de una discoteca pese a estar prohibido.

Un grupo de personas bailando en la pista de una discoteca pese a estar prohibido. N. A.

Reportajes

Bailes, besos y adiós mascarillas: mi primera noche de desfase hasta las 6 de la mañana en Madrid

EL ESPAÑOL accede a tres discotecas de la capital y comprueba que no se cumplen las medidas sanitarias para frenar los contagios de Covid-19.

20 septiembre, 2021 07:46

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La noche de Madrid ha vuelto. La presidenta de la Comunidad Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunció este pasado miércoles que las restricciones horarias del ocio nocturno finalizaban la madrugada del domingo al lunes tras 555 días en el dique seco. La pandemia provocada por la Covid-19 había truncado la fiesta madrileña. Pero ahora ha regresado gracias a la decisión del Ejecutivo autonómico. No obstante, el Gobierno madrileño no contaba con el descontrol que ha habido en las discotecas de la capital por el incumplimiento de las medidas sanitarias para frenar los nuevos contagios de coronavirus.

Supuestamente, las discotecas y los pubs de la Comunidad de Madrid sólo podían contar con el 75% del aforo, los fiesteros tenían que estar sentados en sus mesas — separadas entre sí con una distancia de 1,5 metros— y las pistas de baile y las barras debían estar vetadas. Algo que no se ha cumplido, según ha podido comprobar EL ESPAÑOL. Este medio ha accedido a tres discotecas de la capital y, en todas ellas, las pistas de baile estaban llenas y el uso de las mascarillas —obligatoria en los interiores— ha brillado por su ausencia.

Los jóvenes madrileños —y no tan jóvenes— se han desmelenado durante la primera noche en la que el ocio nocturno podía abrir hasta las 6 de la mañana, como en aquellos tiempos antes de la llegada de la Covid-19 a nuestras vidas. Bailes, besos, pogos, cánticos, gritos y, por supuesto, mucho alcohol. Esa ha sido la tónica general que ha vivido este diario mientras bailaba todos los éxitos del momento o disfrutaba de la música electrónica pinchada por los DJs.

Un DJ pincha música electrónica en una discoteca. Tras él, un reservado abarrotado.

Un DJ pincha música electrónica en una discoteca. Tras él, un reservado abarrotado. Jorge Barreno EL ESPAÑOL

En La Cartuja, la última de las discotecas visitadas, situada en el número 10 de la calle de la Cruz, este medio ha sido testigo de una curiosa escena. Mientras el interior del local estaba abarrotado de jóvenes bailando en la pista sin ningún tipo de distancia, en el exterior la Policía Nacional hacía la vista gorda. En este momento de la noche, este diario salía a tomar el aire y fumar un cigarro cuando, de repente, vimos a un Zeta parar frente al local. Rápidamente, uno de los trabajadores del garito acude a la ventanilla del coche uniformado y, tras hablar con los agentes, consigue que sigan su camino sin ni siquiera percatarse del incumplimiento flagrante de las normas sanitarias que había dentro la discoteca.

“Pues sí que ha vuelto la noche a Madrid”, comenta este medio al puerta que controlaba el acceso al local. “¡Ya te digo…!”, exclama el trabajador, vestido de negro, mientras seguía controlando las entradas y las salidas de la discoteca. Dentro de ella, eso sí, la gran mayoría de los camareros y del resto del personal portaba su mascarilla, pero no eran nada rigurosos a la hora pedir distancia entre los diversos grupos de amigos o para requerirles que usaran la mascarilla. Daba igual. Los fiesteros sólo estaban preocupados por bailar los últimos éxitos de Bad Bunny o C Tangana.

Un trabajador de una discoteca habla con la Policía, que se va sin comprobar el cumplimento de la normativa.

Un trabajador de una discoteca habla con la Policía, que se va sin comprobar el cumplimento de la normativa. N. A.

Trabajadores sin mascarilla

Pero la noche para este periódico había comenzado mucho antes. Concretamente, unos minutos antes de la medianoche. En la primera parada, este medio ha acudido a la discoteca Mymo, situada en el número 3 de la calle de Miguel Ángel. Si bien es cierto que en este local las mesas respetaban la distancia de seguridad entre sí, no es menos cierto que ninguno de los trabajadores del local llevaba la mascarilla puesta, salvo uno, que la llevaba en su barbilla. “Hoy quizá lleguemos a las 200 personas en el local”, explica la camarera a este diario mientras sirve un par de copas de ginebra y vodka.

Aunque EL ESPAÑOL no llegó a comprobar si al final de la noche la discoteca llegó a los dos centenares de fiesteros, sí que pudo observar que en el reservado, de unos 15 metros cuadrados, había entre 30 y 40 personas bailando al ritmo de la música electrónica que pinchaba el DJ. Algunos de ellos, de hecho, estaban fumando vapers, los cigarrillos electrónicos cuyo consumo está permitido en los interiores. O al menos cuando no había llegado el Sars-CoV-2 para cambiar nuestras vidas.

Dos jóvenes en el interior de una de las discotecas visitadas.

Dos jóvenes en el interior de una de las discotecas visitadas. Jorge Barreno EL ESPAÑOL

Pese a ello, el resto del local respetaba el aforo máximo permitido del 75%, pues la mitad de la discoteca, al menos hasta la una de la madrugada, estaba vacía. En los sofás y sillas, separados con mamparas, también había grupos de jóvenes alrededor de sus mesas sin invadir el espacio personal de los demás. O lo que es lo mismo, respetando la distancia de seguridad. Eso sí, no había ni un sólo fiestero madrileño en la discoteca que llevase mascarilla.

Sin normas, sin fotos

Sobre las dos de la madrugada, este medio acude a la siguiente discoteca, Agua Bendita, en el número 17 de la calle de Santa Engracia. El local, realmente, no está a la vista de los viandantes y es fácil no percibir su presencia. Cuando hallamos la entrada, el puerta pregunta “¿Tenéis reserva?”. Le decimos que no, pero no importa porque aún hay espacio en el local, así que nos deja acceder previo pago de la consumición que tomaremos dentro.

“Aquí no podéis hacer ningún tipo de foto ni de vídeo”, avisa uno de los trabajadores. Este medio, sin embargo, en su incesante labor de informar, toma alguna que otra instantánea para mostrar que, nuevamente, existe una pista de baile en la que no se respetan las medidas sanitarias. Pero los trabajadores se percatan y obligan al fotógrafo de este diario a borrar cualquier tipo de foto de su teléfono móvil.

En la segunda discoteca también había pista de baile.

En la segunda discoteca también había pista de baile. N. A.

De fondo suena, bajo las luces rojas de la discoteca, un DJ traído desde Berlín para “celebrar el inicio de esta nueva temporada”, según contó a El Mundo Teo Mariscal, el dueño del pub. Él, de hecho, confesó al citado medio que el “público fiel” había hecho que se sostuviera económicamente el local al reconvertirse en una discoteca diurna. Hasta esta pasada madrugada, en la que el Gobierno regional ha permitido al ocio nocturno volver a los viejos horarios pre pandemia.

Las grandes, cerradas

A pesar del despropósito vivido esta primera madrugada sin horarios en las discotecas, es cierto que las más grandes de la capital han decidido ser conservadoras en su apertura. Tito Pajares, coordinador de la mesa de Ocio Nocturno, Espectáculos y Restauración de Madrid Foro Empresarial y presidente de CEONM, explicó a Efe que las grandes discotecas no abrirían este primer domingo después de 18 meses con restricciones horarias.

Sin embargo, cree que la apertura del horario es un paso, pero señala a otros países de Europa en los que las pistas de baile están abiertas como Italia, Francia, Suecia o Portugal, con otras limitaciones en algunos casos como la exigencia del pasaporte de vacunación, porque, como insiste, exigir esta restricción a una discoteca es muy difícil de comprender.

Un grupo de jóvenes en la puerta de una de las discotecas visitadas.

Un grupo de jóvenes en la puerta de una de las discotecas visitadas. Jorge Barreno EL ESPAÑOL

En Madrid, recordemos, las pistas de baile están aún prohibidas, en teoría. Pero la práctica ha demostrado que en las diferentes discotecas esta restricción no se ha cumplido. Y los fiesteros, en general, tampoco estaban en sus mesas, sino que deambulaban por los locales —copa en mano— en busca de la fiesta perdida tras año y medio de pandemia. Esta fiesta la hallaron, pero, ¿también a la Covid-19? Veremos.

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