Los novatos, en pañales, llevan la bebida de los veteranos.

Los novatos, en pañales, llevan la bebida de los veteranos. Israel Merino EL ESPAÑOL

Reportajes

Mi día de novatadas la semana de su prohibición: Fairy en la bebida y desnudo por la calle

Nadie esconde que la tradición se mantiene. "El problema viene cuando te las hacen dentro de los colegios. Eso sí que es una putada", reconocen los novatos. 

11 septiembre, 2021 02:50

"Las novatas están para que me las f*", asegura, pinta de cerveza en mano, mientras sus dos amigos le ríen la gracia. Está sentado junto a sus colegas, veteranos los tres, en la terraza de un bar del paseo Pío XXIII, en el epicentro de la Ciudad Universitaria de Madrid. Los tres llevan polos estrechos y largos de tonos pastel. Dos rosas y uno verde. "No es que las obliguemos ni nada, ¿eh?", le interrumpe su colega, visiblemente borracho. "Pero cuando se bebe… se hacen cosas. Y a los jefes se los respeta. Hacen lo que queramos". Se vuelven a reír. Aunque no quieren dar el nombre del colegio mayor o residencia a la que pertenecen, desvelan sin querer que es una mixta. 

No saben o no quieren saber que su conducta, la de obligar a los 'novatos' a hacer lo que ellos quieran se sanciona a partir de ahora. En la nueva Ley de Convivencia Universitaria, aprobada esta semana, las novatadas son consideradas "faltas muy graves, graves o leves". 

Las muy graves se sancionarán con la "expulsión de dos meses hasta tres años" y la "pérdida de derechos de matrícula parcial durante un curso académico"; las graves con la "expulsión de un mes" y la "pérdida de derehos de matrícula durante un curso académico"; y las leves, con una amonestación privada. 

Tres estudiantes se dirigen a la Facultad de Medicina.

Tres estudiantes se dirigen a la Facultad de Medicina. EFE

Así, el el curso universitario empieza, pero con novedades. Aunque obviamente, hay cosas que no cambian. Como cada año cientos de estudiantes vuelven a las aulas para continuar con sus estudios de grado o máster. Aunque muchos de ellos tienen la suerte de tener una universidad cerca de casa que les permite ir y volver cada día de su centro de estudios, miles de estudiantes se ven en la obligación de salir de sus hogares y mudarse a una nueva ciudad en la que continuar con su trayectoria académica.

Aunque muchos de ellos apuestan por alquilar un apartamento junto a amigos y compañeros –y continuar así con la mítica tradición de los pisos de estudiantes–, otros tantos deciden contratar los servicios de un centro especializado que se encargue de darles techo y comida caliente. Estos centros, ya sean residencias universitarias o colegios mayores, acogen cada año, solo en Madrid, a casi 7.000 estudiantes repartidos en 40 centros diferentes. Los veteranos, los que llevan ya varios años conviviendo en estas residencias, conocen muy bien el panorama y la vida universitaria, pero cada año se matriculan cientos de estudiantes de primer año que no conocen el peculiar ecosistema estudiantil: los novatos.

Hacia la prohibición

Durante años, las novatas han sido tendencia, moda, normalidad incluso. Los primeros días de clase, los veteranos se encargaban de realizar una seria de pruebas y castigos a los novatos, en principio en un ambiente festivo, para conseguir su integración. Pero esto se ha acabado.

Aunque ya llevan años acotadas por la brutalidad de algunas pruebas, las universidades, residencias y colegios mayores tienen que aprobar su prohibición este curso.

Los colegios mayores, en concreto, son lugares polémicos en el imaginario estudiantil por ser el lugar en el que se celebran las novatadas más duras, vejatorias y humillantes de todas. Durante años, al inicio del curso escolar, hemos visto imágenes de chicos a los que obligaban a bailar desnudos, pegarse con compañeros de residencias rivales o beber hasta caer redondos. Pero esto se ha acabado. Al menos en la teoría, pues en la práctica no es así.

Ciudad Universitaria de la Universidad Compulutense de Madrid.

Ciudad Universitaria de la Universidad Compulutense de Madrid. EFE

EL ESPAÑOL acude el primer gran jueves universitario del año. El curso apenas acaba de comenzar y la mayoría de los colegios mayores ya están repletos de estudiantes. Es mediodía, los chicos acaban de salir de la universidad y se van juntando en grupos no muy grandes en los múltiples parques y zonas verdes de Ciudad Universitaria.

En uno de estos parques, muy cerca del colegio mayor Mendel, un grupo de unos 15 estudiantes hace botellón –no quieren decir si son miembros de este centro, pues temen que haya investigaciones y los expulsen. Son nueve los veteranos y seis los novatos. "Las novatadas se siguen haciendo", afirma uno de ellos, veterano, "lo que pasa es que ahora no se hacen a lo grande. Ahora mismo, si alguien nos viera de lejos, no podría decirnos que estamos haciendo novatadas. Cualquiera que nos vea puede pensar que solo estamos haciendo botellón".

Diademas en la cabeza

Los novatos, que se distinguen por llevar diademas rosas en la cabeza, están sentados en corro. Cuando uno de ellos intenta responder a mi pregunta de qué prueba están haciendo, un veterano lo corta y grita: "¡Novatos a callar, novatos a mamar!".

La prueba en sí, aunque puede parecer sencilla, es tremendamente cruel y peligrosa: mientras uno de los veteranos se asegura de que los novatos se encuentren con la cabeza gacha y los ojos cerrados, los otros preparan en cinco vasos de maceta cinco chupitos de unos dos dedos de ginebra. El problema reside en que, en uno de los vasos, no hay ginebra, sino detergente lavavajillas con un chorro de alcohol por encima (para que camufle el olor).

Facultad de Medicina de la UCLM.

Facultad de Medicina de la UCLM. EFE Imagen de archivo

Una vez preparados los cócteles, los veteranos los reparten al azar entre los novatos, quienes, con los ojos cerrados y la nariz taponada –por si el chorro de ginebra no camufla el olor del lavavajillas– se los deben beber de un trago sin levantarse de su sitio. La supuesta gracia de la novatada consiste en que el que se trague el lavavajillas tiene que mantenerse impasible y disimular que no le ha tocado, cosa difícil, pues, si por algún casual alguno de los lectores de EL ESPAÑOL ha probado este líquido lo sabrá, el detergente te provoca casi al instante de su ingestión una arcada y unas ganas de vomitar incontrolables (y es tremendamente tóxico, ni siquiera te recomiendan beber agua si has tenido algún incidente con él).

Mientras los veteranos se ríen y aseguran que los chicos se dejan hacer porque quieren, sin ninguna coacción, las caras de los novatos desvelan lo contrario. Desvelan que, más bien, son capaces de hacer cualquier cosa, incluso de tragarse detergente lavavajillas y dejarse humillar, a cambio de poder integrarse en el centro y no sufrir acoso escolar.

De hecho, el motivo de que se haya aprobado la ley es precisamente por esto. En los colegios mayores de Madrid, sobre todo en los más exclusivos y de mayor tradición católica, existe un clasismo latente entre los novatos y los veteranos. Estos últimos, más allá de hacer pasar por una serie de pruebas divertidas o de integración a los nuevos, llegan a montar un sistema jerárquico en el que los recién llegados se convierten en una especie de sirvientes que se encargan de realizar algunas de las tareas de los más veteranos, como hacerles la cama. En algunos casos, según han denunciado víctimas a este periódico, los novatos llegan a pagarles las copas y el tabaco a los veteranos durante varios meses.

Pañales

También en el paseo Pío XXIII, un grupo de unos veinticinco chicos y chicas bajan en dirección a la Facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid. Van divididos en dos subgrupos. En el de atrás, a modo de pastores, van los veteranos, mientras que, en el delantero, vestidos con pañales y chupetes, van los novatos.

"Si nos pillan nos pueden echar", manifiesta uno de los veteranos. En su centro, al igual que en la mayoría de los colegios mayores de Madrid, existe una durísima política en contra de las novatadas. Pero les da igual.

"Nosotros no hacemos nada malo", sigue contando otro veterano, "solo nos disfrazamos, hacemos el tonto por la calle y nos emborrachamos. Aquí es todo consentido. El problema son otros colegios. Hay colegios mayores en los que sí hacen cosas muy chungas".

Si bien es cierto que estos chicos, oficialmente, siguen cometiendo una ilegalidad, el espíritu que demuestran es festivo y está alejado del acoso o la jerarquía que en otros centros se demuestran. El gran problema viene cuando estas novatadas se convierten en un ejercicio de humillación o incluso de sadismo contra los más nuevos. "A mí no me pegaron una paliza, pero casi", asegura otro denunciante. "Me obligaron a tomarme cacao en polvo hasta que me atraganté; me tiraron la ropa por la ventana y tuve que salir desnudo a la calle a por ella; me hicieron beber agua del wáter. Cuando las novatadas son de fiesta, no suelen ser tan fuertes. Al menos, no siempre. Es más como de buen rollo, de coña todo. El problema viene cuando te las hacen dentro de los colegios. Eso sí que es una putada".

"No puedes negarte", continúa diciendo. "A ver, puedes negarte, claro, pero como lo hagas te hacen la vida imposible. Es que te la lían, de verdad. Te conviertes en un marginado en tu propia casa. Hay muchas familias que se gastan una pasta en mandar a sus hijos al colegio más caro y exclusivo de Madrid, pero es lo peor que pueden hacer: cuanto más caro y estricto, peor. Es que tratan a los novatos como esclavos. Yo fui al Mendel y lo pasé muy mal". Este colegio mayor, en concreto, tiene fama de tener una tradición de novatadas especialmente sádicas.

Aunque puede parecer que es a los chicos a quienes les hacen las novatadas más duras, otras fuentes preguntadas aseguran que es en las residencias y colegios solo para mujeres en los que más se suele humillar a las nuevas. De hecho, hay una leyenda urbana (contada por varias chicas a esta cabecera como real) que rodea a un colegio mayor femenino como el sitio con la peor novatada de todas.

Según cuentan, las veteranas cogen a las novatas, las pintan, las desnudan por completo y las llevan a una habitación. Una vez allí, ponen una película pornográfica en un portátil y sientan a las chicas, completamente desnudas, sobre un folio en blanco, donde tienen que ver la película entera. Cuando se acaba, las veteranas cogen los folios en los que se han sentado las chicas y comprueban el flujo vaginal que hay en ellos. En teoría, la chica que más ha mojado el folio es la que más se ha excitado, así que esa queda etiquetada como "la guarra" y es sometida a diferentes castigos, como que sus veteranas le confisquen el colchón durante una semana. Hasta tres declarantes, sin ninguna relación entre ellas, han asegurado que esta historia es real.

Sea verdad o no la historia, es un hecho que, a pesar de la Ley de Convivencia Universitaria, las novatadas siguen sucediéndose en Madrid. Y algunas de ellas son especialmente brutales.