Reportajes Colectivo gitano

La familia gitana que lleva nueve años huyendo por España para que el clan de los Flores no los mate

Los De Castro se marcharon en 2011 de Ciudad Real por las amenazas de un clan rival. Han pasado por Cuenca, Guadalajara, Madrid, Albacete y Jaén. 

29 diciembre, 2020 02:40
Linares (Jaén)

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- Yo estoy harto de vivir huyendo. Porque la vida deja de ser vida y se convierte en una huida sin fin. Esto cansa mucho, mentiendeusté

Francisco De Castro, 49 años, con esquizofrenia y siete hijos, mete la mano en el bolsillo de su chaquetón y saca un cigarro rubio. Se baja la mascarilla hasta el mentón, pega un par de chasquidos a la piedra de su mechero y da dos chupadas largas al pitillo. Tanto, que sus finos mofletes se le introducen entre las muelas. 

- Entre gitanos las reyertas todavía se resuelven así. La familia de mi mujer, y yo con ella, tuvo que marcharse de Ciudad Real tras un tiroteo mortal. El otro clan prometió venganza. Y así llevamos ya nueve años. Huyendo, mentiendeusté.  

En la cultura gitana todavía existen normas que llevan encima el peso de siglos de tradición. Por lo general, las mujeres se casan vírgenes, los hijos varones son sagrados y las lazos familiares, indestructibles. 

Pero aún hay familias que siguen desconfiando de la justicia y prefieren arreglar los enfrentamientos por su propia cuenta, mediante el ojo por ojo y el diente por diente. 

En 2011, un miembro de los Flores, una familia gitana afincada en Ciudad Real, murió de un disparo. Todo ocurrió muy rápido. Hubo una reyerta entre dos clanes. El hombre que acabaría muriendo sacó un arma. Durante la riña, un cuñado de Francisco de Castro se la arrebató y disparó a su dueño, que acabó muerto

Un hijo de Francisco que andaba por allí y quería ayudar a su tío -hermano de su madre- también recibió un disparo en uno de sus pies. Nueve años después, sigue con el proyectil incrustado en uno de sus talones de Aquiles. Medio cojo, pero vivo.

Al barrio llegó la Policía, el juez, la tranquilidad. Al cuñado de Francisco lo condenaron a 20 años de prisión. Su familia, los de Castro, tuvo que marcharse de Ciudad Real. Padres, tíos, hijos, sobrinos, abuelos… El destierro. Cuanto antes, mejor. Y cuanto más lejos, también. 

Francisco De Castro y Felisa de Castro, primos hermanos, casados, huyeron de una amenaza de venganza que aún hoy los persigue. Pasaron por Cuenca, Aranjuez (Madrid), Sacecorbo (Guadalajara) o Hellín (Albacete). Hace cinco años recalaron en Linares (Jaén), donde viven como okupas junto a cuatro de sus siete hijos.

Durante el tiempo que los De Castro llevan en tierras jiennenses, los Flores les han recordado que no olvidan. Algunos vecinos les han alertado de que varios miembros de la familia de los Flores se han paseado por Linares preguntando por ellos. Y no es raro que los más jóvenes del clan rival les envíen vídeos y fotos amenazantes a través de redes sociales como Instagram o TikTok. 

Mientras tanto, los de Castro prefieren no denunciar. Mejor dejarlo pasar, piensan. Esperar que el tiempo calme a los Flores. 

Francisco De Castro y su familia se marcharon de Ciudad Real en 2011 por las amenazas de un clan gitano rival.

Francisco De Castro y su familia se marcharon de Ciudad Real en 2011 por las amenazas de un clan gitano rival. Marcos Moreno

Desahucio

Los de Castro tienen un problema más apremiante. El próximo 4 de enero tienen que abandonar la casa en la que viven como okupas. El banco, con el que fueron a juicio y perdieron, la quiere vender o alquilar. La orden de desahucio está sobre la mesa de Francisco y Felisa.

- Si me quedo en la calle, me matan. He hablado con la asistenta social y con gente del ayuntamiento pero se piensan que lo que les cuento es un juego- dice Felisa, que rehúye de las fotos-. De juego no tiene nada. Si me quedo en la calle, me matan cualquier día.

Felisa cobra 259 euros por cuidar de su marido, que es dependiente. Asegura que puede pagar un alquiler social de hasta 100 euros, pero no más. Dos de sus hijos están trabajando ahora como temporeros en la campaña de recogida de la aceituna. Para comer ella y los suyos ha tenido que recurrir a Cáritas.

- Corremos peligro. Tengo un nudo en el corazón- explica la mujer, de 48 años, uno menos que Francisco-. Estoy buscando otra casa para meternos, pero todas tienen alarmas o puertas de hierro. Como nos maten, de nada habrán servido tantos años de huida.