Partidarios de la Liga Musulmana Markazi de Pakistán queman una efigie que representa al primer ministro de la India durante una manifestación en apoyo del ejército paquistaní después de los ataques militares de la India contra Pakistán, en Islamabad, Pakistán, el 7 de mayo de 2025.

Partidarios de la Liga Musulmana Markazi de Pakistán queman una efigie que representa al primer ministro de la India durante una manifestación en apoyo del ejército paquistaní después de los ataques militares de la India contra Pakistán, en Islamabad, Pakistán, el 7 de mayo de 2025. Reuters

Tribunas

España desaprovecha una oportunidad permaneciendo neutral entre India y Pakistán

El conflicto es más que una tragedia regional. España puede elegir: verla pasar o convertirla en el punto de inflexión que transforme una relación cordial en una asociación estratégica de verdad.

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En plena escalada entre India y Pakistán, mientras la región camina por el filo de la navaja, España guarda silencio. Silencio diplomático y estratégico en la forma de declaraciones mínimas respecto al conflicto abierto en Cachemira.

Entretanto, Estados Unidos ha mediado un alto el fuego endeble entre Pakistán e India. Sin embargo, es probable que la crisis bélica no haya concluido. Porque Delhi está cansada de que Islamabad deje a los grupos terroristas campar a sus anchas por Cachemira.

En Madrid parece que aún no se ha comprendido una verdad que otros socios europeos, como Reino Unido o Francia, conocen: la política exterior es la antesala del comercio en general y de las relaciones de Defensa en particular, mientras que la ambigüedad o la tibieza sólo desembocan en la irrelevancia.

India no es un actor periférico. Es la quinta economía mundial, el mayor comprador de armas del planeta, un poder nuclear con ambiciones globales y un socio comercial con el que mantenemos un intercambio anual que supera los 4.000 millones de euros.

La necesidad india de diversificar proveedores de Defensa es estructural, y su desconfianza hacia una Rusia incapaz de proveer ni un cartucho desde 2022 es cada vez más tangible. El campo está abonado para que España marque su posición a partir de una línea mucho más activa como socio estratégico de India.

El presidente, Pedro Sánchez, junto al primer ministro indio, Narendra Modi, durante su visita oficial, el pasado octubre en la ciudad de Vadodara.

El presidente, Pedro Sánchez, junto al primer ministro indio, Narendra Modi, durante su visita oficial, el pasado octubre en la ciudad de Vadodara.

Pero esa oportunidad no se conquista con declaraciones diplomáticas tibias ni con visitas protocolarias. Se conquista tomando partido, apoyando a India decididamente en el fondo y en la forma.

El ejemplo de Francia o Israel es elocuente: París y Tel Aviv han apoyado abiertamente a Nueva Delhi en foros internacionales clave, y como resultado sus relaciones bilaterales y de Defensa son fortísimas.

¿Qué ha hecho Francia distinto? Han comprendido que en política exterior la reciprocidad es la regla de oro, y el apoyo político es la antesala de los intercambios culturales y comerciales.

España, en cambio, sigue atrapada en un marco mental anticuado en el que nos sentimos más cómodos en América Latina que tomando posición en Asia. Pero el mundo real no espera.

Mientras España se instala en la tibieza política, India recuerda bien quién le tendió la mano cuando más lo necesitaba. En la mentalidad india —profundamente estratégica— los gestos cuentan tanto como los tratados.

Pero los gestos españoles son inexistentes.

La planta de ensamblaje de los C295, fruto de la colaboración entre Airbus España y Tata, fue una oportunidad histórica: una entrada directa al corazón industrial del aparato de Defensa indio. Pero no basta con la foto del corte de cinta. España compite ahora en sectores donde la confianza política pesa más que el precio por unidad.

Hablamos del mantenimiento de helicópteros, modernización de sistemas de defensa aérea, sensores, plataformas navales. Mercados donde los contratos no se adjudican en función de una oferta técnica, sino de una alianza estratégica.

"Aún no hemos comprendido lo que otros socios europeos: la política exterior es la antesala de las relaciones de Defensa, mientras que la tibieza sólo desemboca en la irrelevancia"

¿Qué habría que hacer?

Decir lo evidente. Que India tiene derecho a defender su integridad territorial.

Que su lucha contra el terrorismo transfronterizo impulsado desde larga data por Pakistán es legítima.

Que España considera a India un pilar estabilizador en el Indo-Pacífico.

Que España quiere profundizar sus relaciones con India.

Este lenguaje no es beligerante. Es el vocabulario mínimo de una potencia que quiere ser tomada en serio.

Quien piense que esto compromete la neutralidad española, desconoce las reglas del juego. España no es neutral con Ucrania ni lo fue con Israel tras el 7 de octubre. La neutralidad es una ficción que sólo sirve para justificar el desinterés. Y sentir desinterés hacia la tercera potencia mundial sólo puede ser síntoma de la ausencia de visión estratégica.

Si el Gobierno quiere empleos industriales en Ferrol, Getafe o Cádiz, debe construirlos sobre cimientos de diplomacia activa. Si quiere dejar de ser un mero subcontratista de tecnologías ajenas, necesita sentarse en la mesa donde se deciden los grandes programas. Y para eso, primero debe mostrar que está dispuesta a asumir el coste político de posicionarse con aliados con los que comparte valores, intereses y riesgos.

El conflicto entre India y Pakistán es una tragedia regional, sí. Pero también una oportunidad estratégica. España puede elegir entre verlas pasar o convertirla en el punto de inflexión que transforme una relación cordial en una asociación estratégica de verdad.

Lo que está en juego no es sólo un contrato o una relación comercial: Es la relevancia internacional de España en un mundo que premia la audacia y castiga el inmovilismo.

¿Logrará nuestro Ministerio de Exteriores aprovechar esta oportunidad, o el peso del día a día nos distraerá de este momento crucial? Muy pronto lo sabremos.

*** Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.