España no podía quedarse atrás a la hora de expresar su apoyo a la causa ucraniana. El viaje de Pedro Sánchez a Ucrania era impostergable y necesario. Ha hecho bien el presidente en ponerse del lado de otros mandatarios que le han precedido en la visita a Kiev, como Ursula von der LeyenJosep BorrellBoris Johnson.

Sánchez llegó ayer jueves a primera hora a la capital ucraniana para reunirse con el símbolo y líder de la resistencia frente a la agresión rusa, Volodímir Zelenski. Es un acierto por parte de Sánchez mostrarle a Zelenski su solidaridad.

Pero el respaldo de la sociedad española y del Gobierno al pueblo ucraniano no puede quedarse en meros gestos de empatía. Lo cierto es que las muestras de afecto hacia Ucrania no van a hacer que Vladímir Putin detenga su infame campaña. Si los países del mundo libre quieren ser consecuentes con su compromiso de hacer naufragar la ofensiva del Kremlin, es necesario redoblar el apoyo militar y económico a Kiev.

En este sentido, es de agradecer que Sánchez se reafirmara ayer en su anuncio de las nuevas remesas de ayuda que le había prometido a Zelenski durante la intervención del ucraniano en el Congreso de los Diputados, el pasado 5 de abril. El presidente del Gobierno ha adelantado que España enviará a Ucrania 200 toneladas más de equipamiento militar. Nuestro país también contribuirá con tropas de refuerzo a los destacamentos de la OTAN en la frontera con Ucrania.

Las nuevas aportaciones son acertadas, pero insuficientes. Es cierto, en cualquier caso, que España no tiene un margen de actuación total para apretarle las tuercas a Putin. Al fin y al cabo, la aprobación de nuevas sanciones a Rusia debe ser consensuada por los socios de la Unión Europea.

Pero la falta de unidad entre los países miembros no debe ser un pretexto en el que el Gobierno español se escude para no hacer mayores esfuerzos en materia de ayuda humanitaria a Ucrania. Por el contrario, en lugar de asumir la discrepancia en el seno de la Unión, Sánchez debería impulsar ese consenso sobre Ucrania entre sus socios europeos.

Una iniciativa que el presidente ya tomó cuando marcó perfil propio frente a los frugales del norte, logrando que la cumbre europea accediera a las demandas de la "excepcionalidad ibérica". Ahora es momento de seguir por ese camino, en lugar de plegarse a la parálisis que impone Alemania, el principal escollo a una mayor implicación de Europa en la guerra.

Hungría ¿y Alemania?

Los alemanes son quienes están poniendo más palos en la rueda de una respuesta firme de la Unión Europea a la invasión de Putin. Aunque en un primer momento los socios europeos reaccionaron al desafío del Kremlin de forma contundente y coordinada, esa unidad se rompió pronto por los intereses energéticos alemanes.

Hungría fue la primera en desmarcarse de la segunda ronda de sanciones de la UE contra el Kremlin. No sorprende que Viktor Orbán, caballo de Troya de Putin en la UE, rechazara el embargo al petróleo y al gas rusos.

Pero mucho más dolorosa resulta la tibieza exhibida por Alemania, la mayor potencia del euro, que mientras condena nominalmente la agresión sigue, en el fondo, y con su enorme dependencia del gas ruso, financiando la guerra de Putin.

El rechazo a cerrar el grifo del gas pone al país germano en una situación muy comprometida. Zelenski recordó la incongruencia de esta hipócrita doblez cuando vetó el viaje del presidente alemán a Kiev.

El canciller Olaf Scholz también está siendo reprendido en su propio país por la posición timorata de Alemania frente a Rusia. Incluso miembros de su propia coalición de gobierno están criticando su falta de liderazgo. Scholz se niega a enviar más armas a Ucrania y a acometer el embargo energético.

Por eso, España tiene que renovar su alineación con la línea dura de los países europeos, los favorables a endurecer sin reservas las sanciones contra el régimen tiránico de Putin. Si Sánchez quiere ser creíble cuando insiste, como hizo ayer, en que "toda Europa" está con Ucrania "y contra Putin", debe alejarse de la incongruente vía alemana. Por la vía de los hechos y no de los gestos.