Camino despejado para Pedro Sánchez hasta 2023. Esa es la principal conclusión política que cabe extraer de la aprobación, con una cómoda mayoría de 188 síes, de los Presupuestos Generales del Estado. Aunque faltan dos años hasta el final de la legislatura, y unos hipotéticos nuevos Presupuestos en 2022, el presidente podrá agotar su mandato prorrogando los que se aprobaron ayer en el Congreso de los Diputados.

Como explica la redactora de Invertia María Vega, estos Presupuestos Generales, que presumen de ser los de mayor gasto social de la historia, nacen con dos debilidades.

La primera, la escasa credibilidad de sus previsiones de ingresos, ya rebatidas por organismos como la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional o el Banco de España. Algo que hará difícil, por no decir imposible, cumplir con la previsión de gasto.

La segunda, la de las concesiones a unos socios que oscilan entre lo poco recomendable y lo indeseable. No será, desde luego, una mayoría parlamentaria formada por ERC, Unidas Podemos, EH Bildu, PNV, Compromís, PDeCAT, Más País, Nueva Canarias, PRC y Teruel Existe la que estabilice el escenario político y económico y transmita confianza a los trabajadores, los autónomos, las empresas y los inversores

Como ha escrito el Financial Times, los Presupuestos Generales se han convertido en "un gran bazar" de reivindicaciones extemporáneas, reclamaciones cantonales y caprichos frívolos. Caprichos que han oscilado entre la imposición de cuotas de lenguas cooficiales a plataformas multimedia como Netflix y HBO y el estudio de la implantación de la semana laboral de cuatro días sin disminución de sueldo, una medida regada con 50 millones de euros y que es poco más que una obsesión personal de Íñigo Errejón

Legislatura cuesta abajo

La aprobación de los Presupuestos pone la legislatura cuesta abajo para Pedro Sánchez y confirma que la mayoría de "gobernabilidad" junto a Unidas Podemos, ERC y EH Bildu es, al menos de momento, suficiente para el presidente. Tan suficiente, de hecho, que ni siquiera un no del PNV habría puesto en peligro la aprobación de las cuentas públicas.

Aunque el PSOE se ha apresurado a acariciar el lomo del partido conservador vasco recordando su condición de socio "fiable" (en contraste con la "imprevisibilidad" de ERC, que ya tumbó los Presupuestos de 2019, obligando al presidente a convocar elecciones generales anticipadas), lo cierto es que la normalización de EH Bildu como socio habitual del PSOE abre un escenario inédito en la política española: uno en el que el PNV no es ya el único partido capaz de poner y quitar presidente desde el País Vasco

Cuestión aparte es la tensión estructural que sufre la democracia española cada vez que el Gobierno se ve obligado a negociar (y ceder) frente a una amalgama de diez partidos con objetivos dispares, cuando no incompatibles, y en la que el interés general de los españoles es la última prioridad. La despatrimonialización del Estado no debería convertirse en un recurso habitual del Gobierno para llevar adelante la legislatura. 

La clave es Andalucía

Si algo puede alterar ahora la hoja de ruta del presidente es la convocatoria de elecciones en Andalucía a raíz del no de PSOE y Vox a los Presupuestos presentados por Juan Manuel Moreno Bonilla. Porque si el PP confirma los sondeos y obtiene en esas elecciones unos resultados similares a los de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, será inevitable que cunda la idea de que el viento político ha empezado a soplar en dirección contraria a la de los últimos tres años.

La aprobación de los Presupuestos Generales del Estado es, en cualquier caso, una buena noticia para los españoles. Sobre todo a la vista de la próxima llegada de unos fondos europeos que necesitarán de la máxima estabilidad política posible para ser ejecutados en tiempo y forma tal y como exige la Unión Europea.

El problema no es tanto la aprobación de esos Presupuestos como la composición de la mayoría que los ha posibilitado, lo irreal de sus previsiones de ingresos y la evidencia de que se trata de unos Presupuestos expansivos más propios de una época de bonanza que de una situación de emergencia como la que vive España hoy