La revisión de los datos de crecimiento económico para el segundo trimestre del año del Instituto de Nacional de Estadística (INE) es un jarro de agua fría para el Gobierno, y arroja unos datos inquietantes. Moncloa contaba con un repunte del 2,8% del PIB durante este periodo, pero el INE, organismo autónomo adscrito al Ministerio de Economía, lo ha hundido hasta el 1,1%.

Si ampliamos la fotografía, si abrimos el marco a la diferencia interanual respecto al catastrófico 2020, se comprueba que el crecimiento no será del 19,8% como se esperaba, sino del 17,5%.

Los malos datos sorprenden especialmente después de que Nadia Calviño mantuviera esta misma semana su pronóstico de crecimiento del 6,5% para 2021, y del 7% para el 2022. Sin embargo, como informa hoy EL ESPAÑOL, la llamativa corrección del INE no ha sido motivo suficiente para que la vicepresidenta se plantee revisar los Presupuestos, lo que terminará muy probablemente por repercutir en el déficit público.

Realidad decepcionante

El escenario aventurado por Calviño asumía que la crisis provocada por la pandemia quedaba atrás, y que el país recuperaría la actividad económica diaria y los empleos perdidos de aquí a final de año. Sin embargo, los datos reflejan que la economía está más lastrada de lo esperado y que el daño es más profundo de lo que parecía.

Con los papeles del INE sobre la mesa, el Gobierno debería reconsiderar los cuadros macroeconómicos para ajustarlos a la realidad, con un consumo interno que no está tirando de la recuperación (al menos no tanto como creía el Ejecutivo).

España necesitará de un milagro para acercarse lo máximo posible a la meta establecida (exactamente, un crecimiento del 6% del PIB en la segunda mitad del año) y para poder sobreponerse a los obstáculos para alcanzarla: inflación elevada, precio de la energía disparado y problemas de suministro en las cadenas de comercio internacionales.

Rebajar el optimismo

A su vez, se deduce que ni la Comisión Europea ni los inversores recibirían con los brazos abiertos unos Presupuestos basados en un cuadro macroeconómico poco verosímil. Por todo ello el Gobierno haría bien en rebajar su excesivo optimismo para evitar la pérdida de credibilidad en los mercados y en Bruselas.

El discurso triunfalista de Moncloa, que dibuja un país a la cabeza de la recuperación postpandémica, se esfuma. Los informes del INE echan por tierra las cuentas que hizo el Gobierno. Hoy por hoy, resulta prácticamente imposible que España cumpla con los objetivos fijados.