El negocio de la banca española no pasa ni por su mejor ni por su peor momento. La crisis provocada por la Covid, las elevadas exigencias del regulador en términos de provisiones, la irrupción en su negocio de las Big Tech y el actual escenario de tipos de interés complican sobremanera alcanzar la rentabilidad del negocio.

Muestra de ello es que el resultado neto consolidado del sistema fue negativo en unos ocho millones durante el año pasado, dejando la rentabilidad sobre activos (ROA) en el -0,21%, una caída de 72 puntos básicos respecto al año anterior

Son datos proporcionados por el gobernador del Banco de España, Hernández de Cos, durante el I Simposio del Observatorio de las Finanzas de Invertia, toda una cumbre del sector financiero en la que se ha puesto de relive que la crisis motivada por la Covid no ha impactado en sus balances, pero que debe estar en guardia para evitar que su salud se deteriore. Sobre todo porque a la coyuntura económica se le suma otro reto estructural para el sector: afrontar la digitalización con las inversiones que ello conlleva. 

Mejores ratios de capital

Pese a esa compleja situación, la banca española ha llegado a esta crisis en mejor situación que otras bancas europeas. Apretadas por el Banco Central Europeo (BCE), las entidades españolas han mejorado sus ratios de capital un 35%, lo que las protege de posibles terremotos financieros.

Por si fuera poco, el control en el crédito y la gestión de la mora ha hecho que esta se reduzca más de nueve puntos desde 2013 hasta el 4,8%.  

Los gestores de los bancos españoles han aprendido de los errores de la crisis de 2007 y no están dispuestos a repetirlos. Las dotaciones para anticipar impagos son cada vez mayores, y la clase política ha adoptado medidas de política económica y fiscal que han impedido que la parálisis empresarial motivada por la Covid-19 se haya trasladado a los balances de la banca y hayamos entrado en una crisis financiera. 

No sólo eso. Los programas de liquidez del BCE o las ayudas del Gobierno para avalar préstamos a través del ICO (en donde las entidades financieras han asumido hasta un 30% del riesgo), han permitido que la liquidez fluya al tejido productivo. Esto ha sido un éxito de la política económica en el que la banca ha participado como canalizador de las ayudas.

Los bancos han logrado "que el stock proporcionado por el sector a las empresas haya aumentado en 2020 un 3,5% dejando atrás la tendencia descendente observada desde la crisis financiera global", según Hernández de Cos.  

Ayudar a la recuperación

La banca quiere hacer su trabajo: dar crédito y ayudar a la recuperación económica. Lo decía el consejero delegado del BBVA, Onur Genç, quien ha insistido en que las entidades financieras “podemos desempeñar un papel multiplicador” de los fondos europeos si se les permite “actuar como agente distribuidor” de las inversiones previstas en los fondos del Next Generation EU.

Un factor que es clave, pues pasada la vacunación y conseguida la plena reactivación económica, todos los esfuerzos que se hagan para apoyar la recuperación económica deberían ser bienvenidos. Lo decía María Dolores Dancausa, CEO de Bankinter, quien también reclamaba con claridad y buen tino a la clase política que “no siga alentando la desunión y el enfrentamiento”, ya que “si los fondos de la UE van a destinos incorrectos, terminarán siendo ineficaces”

Mano tendida de la banca al Gobierno que el Gobierno parece recoger. Así lo dijo la secretaria de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa, Ana de la Cueva, quien prometió al sector que tendrán un papel preponderante en el reparto de los fondos europeos. Ahora está por ver en qué se materializa. 

Oportunidad para el sector

Aunque parezca una paradoja, la a la vez buena y mala salud de la banca es, en realidad, una oportunidad para que el sector y la sociedad salgan reforzados de la crisis económica. Sin embargo, el sector financiero tendrá que mantener “prudencia” en el reparto de los dividendos, en palabras del presidente de la Autoridad Bancaria Europea y del gobernador del Banco de España. Su intención es maximizar el capital disponible ante posibles impactos económicos que puedan estar por venir. 

Un criterio que acata la banca, aunque no le convenza. ¿Si hay rentabilidad y beneficio suficiente, por qué no retribuir a los propietarios de las entidades? No les falta razón, aunque como bien dijo el CEO del Santander, José Antonio Álvarez, “primero hay que ganar el dinero”. 

El beneficio acabará volviendo, sobre todo a medida que acelere la recuperación. Y en eso nuestras entidades están mejor que otras. El crecimiento internacional de bancos como Santander o BBVA en diferentes mercados y geografías hace que sus balances (con economías al 100%) se vean compensados si uno de ellos falla. 

La banca será clave en la recuperación, pero también requiere de cierta tutela del Estado para que pueda culminar el reto de la digitalización. Como explicó el presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán, las Big Tech ya han alcanzado el 10% de ingresos por servicios financieros, pero no compiten en igualdad de condiciones. 

Es necesario que a igual actividad exista la misma legislación. Por eso no se puede permitir que las “torres de marfil” de los reguladores europeos permanezcan impasibles. Deben ponerse a la labor para frenar el avance de unos actores que compiten con deslealtad con entidades que asumen riesgos y requisitos normativos muy elevados.