Este lunes se han fijado las bases del entendimiento político en España. Después de cinco semanas desde que se declaró el estado de alarma, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición han mantenido el primer encuentro para abordar la crisis del coronavirus. Si Pablo Casado ha asumido el imprescindible diálogo con el Gobierno, Pedro Sánchez ha valorado la actitud del PP dentro de la "lealtad institucional" y del "compromiso democrático".

Al margen de los epítetos, lo cierto es que es importantísimo que ya se haya puesto, por fin, la primera piedra para unos nuevos pactos. No serán en la Moncloa, pero sí en una comisión parlamentaria con "luz y taquígrafos" en el Congreso.

Podemos y Vox

Es sintomático que, de entrada, los nacionalistas hayan expresado su desazón. El PNV, por ejemplo, no ha tardado en oponerse a la iniciativa alegando que Sánchez ha obrado con "improvisación". Aseguran también que el paso dado por el presidente abona la "desconfianza". 

Sin embargo, Podemos y Vox, en los extremos, se han visto impelidos a sumarse,  amenazados por una corriente que podría llevárselos por delante. ¿Qué hace pensar que no tengan que hacer lo mismo en la comisión parlamentaria, condenados a adherirse o a quedar marginados en la irrelevancia?

Cae el mito

Sólo el hecho de que PSOE y PP se hayan puesto de acuerdo, rompe el mito de que ambas formaciones no pueden sentarse para discutir e intentar llegar a pactos concretos en la situación más difícil que se le ha presentado a España en décadas. 

La unidad de la clase política es fundamental en las actuales circunstancias y en las que habrá que afrontar a corto, medio y largo plazo. Si las negociaciones ofrecen sus frutos, España podrá, ya mismo, negociar desde una mejor posición en Europa. Pero, sobre todo, se habrán sentado las bases para que la política se haga de una vez por todas desde la centralidad, sin chantajes de minorías ni de los extremistas.