El acto solemne de apertura de la legislatura celebrado este lunes en el Congreso de los Diputados ha servido para testar cuál es el doloroso peaje que Pedro Sánchez ha de pagar para mantenerse en la Moncloa.

Sus socios de investidura ERC, Bildu o el BNG se ausentaron del Hemiciclo y leyeron un comunicado en el que catalogaban falazmente como "franquista" a la institución monárquica, representada en esta ceremonia por Felipe VI, la Reina Letizia y sus dos hijas.

Doble juego

A este plante se sumó JxCAT, y lo hizo 72 horas antes de que Pedro Sánchez se reúna con Quim Torra en Barcelona, demostrando así que quienes más se llenan la boca con la palabra "diálogo" son en realidad los más intolerantes

Y a todo ello hubo que sumar el doble juego de Podemos. Mientras Pablo Iglesias e Irene Montero aplaudían el discurso de Felipe VI, su portavoz parlamentario, Jaume Asens -entre otros- se negaba a hacerlo. Una actitud idéntica mantuvieron otros aliados del presidente como el PNV.

Intransigencia

Lo que dejó meridianamente claro la jornada de ayer es que el tan cacareado entendimiento con los separatistas es imposible. Para Sánchez va a ser muy difícil explicar qué puede construir de provecho junto a quienes tratan de erosionar en cada ocasión los cimientos del Estado de Derecho, faltando a normas básicas de respeto democrático. De la misma forma que no es creíble sus intentos por presentar a PP y Cs como extremistas mientras tiene a estos fanáticos de compañeros de viaje.

Las palabras de concordia del Rey aún hicieron más evidente la intransigencia de quienes aprovecharon la jornada para sacar su pancarta. Si querían poner en evidencia al Monarca, a quien dejaron al descubierto fue al presidente de Gobierno, tan empeñado en justificarlos como interlocutores.