Nuestro país tiene motivos para conmemorar este sábado el Día Internacional Contra la Violencia de Género con una mezcla lacerante de tristeza, impotencia y bochorno. Llegamos a esta jornada de reivindicación y concienciación contra los crímenes machistas con un espeluznante balance de 50 mujeres y ocho menores asesinados a manos de sus parejas, padres y padrastros.

Este luctuoso ranking retrotrae a hace tres lustros y supone, por tanto, una involución. También constata que algo falla estrepitosamente en nuestros protocolos y leyes, incluido el reciente Pacto de Estado Contra la Violencia de Género, un florilegio de 200 medidas bienintencionadas pero condenadas al fracaso si no se nutren de fondos.

Sí hay alarma y rechazo

El estupor por los abusos sexuales destapados por actrices españolas a raíz del caso Weinstein; la indignación revivida por la presunta violación de una joven el año pasado en Sanfermines -cuyo juicio se celebra ahora en la Audiencia Provincial de Navarra-; y el estupor generalizado por el caso de la mujer embarazada asesinada este viernes por su expareja en Vinaroz, tras conducir 1.500 kilómetros desde Alemania con el propósito de matarla, demuestran que la alarma y el rechazo social sí existen.

El problema es que esa lógica repulsa deviene frustración cuando nos preguntamos qué está pasando y no hallamos respuestas claras. Es preciso que toda la sociedad se involucre desde todos los ámbitos. Dentro de las familias para comprometerse con la igualdad y no dar pábulo a roles de dominación. En la escuela para que uno de cada cuatro adolescentes no siga considerando la violencia de género como “una conducta normal en el seno de la pareja”, según los escalofriantes datos del último barómetro del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud. Y en el trabajo y en el barrio y entre los amigos para no tolerar desigualdades ni comportamientos impropios y animar a denunciar ante el mínimo indicio.

Pisos puente

Las administraciones tienen que ponerse las pilas, garantizar el apoyo psicológico continuado y que la respuesta ante una denuncia no sea la activación de un mecanismo coercitivo sin seguimiento y vigilancia posterior. Es imprescindible habilitar pisos puente para que todas las mujeres agredidas y sus hijos -habitualmente víctimas propiciatorias- se sientan a salvo.

En EL ESPAÑOL seguimos comprometidos por la igualdad y contra la violencia de género como principio editorial, a través de nuestras informaciones, y de la serie La vida de las víctimas. Sabemos que la resignación no es una opción y que el mejor modo de conmemorar un día como hoy es que todos y cada unos de nosotros nos preguntemos: ¿Qué puedo y debo hacer yo?