La renuncia de Aznar a la presidencia de honor del partido que fundó no es sólo el último episodio de un divorcio largamente larvado: sobre todo desde que Rajoy confundió la mayoría absoluta con un cheque en blanco que le exoneraba de los compromisos ideológicos del PP. Tampoco es sólo el colofón de una 'semana de pasión' en la que la fundación FAES ha repudiado la negociación del Gobierno con los independentistas, la subida de impuestos de Montoro y la política de entendimiento con el castrismo.

La renuncia de Aznar a un cargo que le corresponde -por haber sido presidente del Gobierno- constituye un ejercicio de coherencia, después de muchos años de discrepancias, que debe interpretarse teniendo en cuenta su voluntad expresa de seguir siendo militante. Desde que nombró sucesor a Rajoy, Aznar no ha podido sino sentirse concernido con las decisiones que aquél adoptaba, incluso no gustándole muchas de ellas. Aunque sus críticas han sido numerosas y notables -además de legítimas y fundadas- la presidencia de honor del PP constituía una especie de membrana de la que se ha liberado.

Llamada a Rajoy

En su misiva, Aznar aduce que, como presidente de FAES, puesto que la fundación dejó de estar vinculada al PP en octubre y ninguno de sus patronos es cargo del partido, él no va a ser una "excepción". Esta explicación no deja de ser una concesión a la elegancia y las buenas maneras, como el detalle de llamar por teléfono a Rajoy antes de hacer pública su decisión. Si Rajoy no se hubiera apartado de los principios fundacionales del PP -que Aznar conoce de primera mano-, su fundador no habría encontrado razón alguna para dar portazo.

Otro dato a tener en cuenta es que la renuncia se ha producido mientras el PP ultima la preparación del congreso nacional de febrero. De hecho, el propio Aznar destaca en su misiva que por primera vez desde 1979 no asistirá a un congreso. Su ausencia es lógica además de congruente con su carácter, pues nadie puede imaginar a Aznar haciendo de convidado de piedra. También constituye una enmienda a la totalidad de un proceso en el que Rajoy ya ha preparado su reelección a la búlgara, por lo que Aznar se hubiera visto en la obligación de hablar en campo hostil.

Democracia interna

El procedimiento de designación de delegados -dado a conocer este martes- convierte en una burla descarada la simulación de democracia interna. Que sólo en el 17% de las agrupaciones -208 de 1.200- haya habido votaciones prueba que el PP seguirá siendo un partido monolítico mientras Rajoy siga al frente.

Después de un largo proceso de divergencias y de la posterior separación de FAES del PP, Aznar ha decidido divorciarse del rajoyismo. Además, al cortar el último lazo que le unía con la actual dirección y romper amarras con Rajoy, pero manteniendo el carné de militante, Aznar se procura un margen de maniobra. Libre ya de las obligaciones formales del cargo, sólo el tiempo dirá si la nueva posición que adopta es un primer paso para recuperar los principios ideológicos que dieron sentido al PP, dentro de este partido o desde un proyecto político alternativo.