La belicosidad con que las fuerzas independentistas han reaccionado a la decisión adoptada este lunes por el Tribunal Constitucional de suspender la última resolución separatista del Parlament indica que estamos abocados al choque de trenes. Para Joan Tardà, de Esquerra Republicana, suspender cautelarmente los pasos dados hacia la desconexión de España es "violencia judicial". Tardà ha avisado además de cuáles son las intenciones de su partido: "si hay que desacatar, desacataremos".

Sin embargo, quien más lejos fue en su respuesta al Constitucional fue Anna Gabriel. Según la dirigente de la CUP, en el caso probable de que se acabe inhabilitando a la presidenta del Parlament por tramitar iniciativas encaminadas a lograr la independencia, habrá "una respuesta de país".

Si la colisión entre las instituciones catalanas con las del resto del Estado se limitara a la esfera institucional, como ocurrió con el plan Ibarretxe, la situación podría abordarse por los cauces establecidos y sin mayores sobresaltos. Sin embargo, de las palabras de los dirigentes independentistas se deduce que su plan b consiste en echarse al monte y agitar a las masas.

El mundo al revés

De entrada, y llegados a este punto, no es ocioso subrayar que los separatistas insisten en ver el mundo al revés: hablan de las "amenazas" que sufren por parte del Estado y aseguran que se les trata de "infundir miedo", cuando son ellos quienes intimidan a los tribunales y a las instituciones del Estado de Derecho agitando el fantasma del conflicto en la calle.

Dicho lo cual, y dado que parece que los separatistas están dispuestos a llegar hasta el final en su desafío, ni al Estado ni al Gobierno al que le toque afrontarlo les puede temblar el pulso. Quienes más tienen que perder son los independentistas, que no sólo se exponen ahora a la imposición de multas, a la inhabilitación y tal vez a penas de cárcel, sino a algo peor para sus intereses: el ridículo internacional.

Ridículo internacional

Porque nadie va a creer que los once magistrados del Constitucional que han venido pronunciándose con absoluta moderación y por unanimidad sean peligrosos facinerosos que responden a intereses espurios. Como nadie se va a tomar en serio que trate de presentarse a Cataluña como una comunidad oprimida, cuando cuenta con una de las mayores rentas per cápita de Europa y disfruta de unos niveles de autogobierno desconocidos en el continente. Por no hablar de la pretensión del Parlament de intentar romper un país de la UE con más del 50% de la población de Cataluña en contra.

Este lunes el TC ha vuelto a dar una lección de seriedad y compromiso institucional al reunirse en agosto y fuera del calendario ordinario para suspender cautelarmente la última resolución de la Cámara catalana, sólo tres días después de que la Abogacía del Estado solicitase su intervención. Si el resto de poderes están a su altura no habrá nada que temer.