Imagen del cuadro del Museo Naval tras el ataque de las activistas el pasado 12 de octubre. EFE
¿Quiénes son las 'activistas', las que se cargan los cuadros o las que los restauran?
Hay una nueva legión de descerebrados en busca del gamberrismo de redes sociales, que en su mente tiene un punto glamuroso. Es mucho más fotogénico arruinar un cuadro en un museo que quemar una papelera.
Lo primero sería no referirse a ellas como "activistas", y me refiero a las dos elementas que el pasado 12 de octubre entraron en el Museo Naval y arrojaron pintura sobre el cuadro Primer homenaje a Cristóbal Colón, de José Garnelo.
En cuanto fueron detenidas, las gamberras (pues eso es lo que son), se apresuraron a aclarar que la pintura que chorreaba por el cuadro era "inocua". Ya.
Las agresoras pertenecen a un colectivo (o algo así) llamado Futuro Vegetal, que tanto podría ser una organización dudosa como un club de veganos que anima a comer zanahorias crudas y tallos de brócoli.
LLas activistas de Futuro Vegetal que vandalizaron el cuadro de Colón. RR.SS.
Tal vez despertarían ternura si fuesen más jóvenes, pero las dos han dejado atrás la edad airada, así que sólo levantan en mí una profunda antipatía y un deseo casi irracional de que tengan que pagar una buena multa. Más cuando las vi al día siguiente, de regreso en el lugar del crimen, para tomarse una foto haciendo la señal de la victoria delante del edificio del museo.
Hay una nueva legión de descerebrados y descerebradas en busca del gamberrismo de redes sociales, ese que en su mente desquiciada tiene un punto glamuroso. Es mucho más fotogénico entrar en un museo nacional y arruinar un cuadro que quemar una papelera. Uno no puede subir a Instagram una foto dándole candela a un contenedor. Nadie pone un corazoncito a una salvaje que patea un cubo de basura.
Pero, ah, qué bien queda en Facebook el cuadro arruinado y la sonrisa triunfante y bobalicona del bárbaro o la bárbara que acaba de protagonizar el momento más emocionante de su seguramente triste existencia.
Las del pasado hortofrutícola (o algo así) salieron triunfantes, contentísimas con su pírrica victoria: habían manchado un cuadro porque salía Colón. Qué subidón, Maripili.
Casi al momento en que estas dos desdichadas salían por las malas del Museo Naval, cinco mujeres de su misma edad organizaban un improvisado ejército para salvar el cuadro dañado. También, supongo, sintieron el latigazo de la adrenalina, la punzada de la exaltación, el peso del deber cuando interrumpieron su día libre para hacer el boca a boca a la pintura dañada.
Y a diferencia de las dos asilvestradas que se cargaron el cuadro, no perdieron tiempo en hacerse fotos. Tenían trabajo que hacer. Si el de las del Futuro Vegetal es el de cargarse las cosas, el de estas mujeres es restaurar el patrimonio de todos.
Como tantas otras, esta es una historia de bloques. Dos ignorantes contra cinco mujeres ejemplares. Dos gamberritas maleducadas frente a cinco profesionales. Dos brutas, dos incultas ante cinco señoras cultivadas y comprometidas. Y este país seguirá en pie porque los buenos –las buenas– siguen siendo mayoría.
Aquí las activistas son esas cinco conservadoras que salvaron el cuadro. Las del brócoli, la resiliencia feminista y el ecologetismo son sólo macarras sobre las que espero que caiga todo el peso de la ley.