Por qué hay que leer EL ESPAÑOL: hágase periodismo aunque perezca el mundo

Por qué hay que leer EL ESPAÑOL: hágase periodismo aunque perezca el mundo

Columnas EL PANDEMONIUM

Por qué hay que leer EL ESPAÑOL: hágase periodismo aunque perezca el mundo

En EL ESPAÑOL no somos perfectos. A veces no tenemos flecha, o diana, o arco. A veces, en los días malos, no tenemos ninguno de los tres. Pero cuando los tenemos todos, la flecha parte sí o sí. 

Publicada
Actualizada

El 19 de noviembre de 2018, cinco meses después de la llegada de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, Vicente Ferrer, subdirector de Nacional, publicó una noticia importante en EL ESPAÑOL.

La noticia reproducía un whatsapp del portavoz del PP en el Senado, Ignacio Cosidó, en el que este presumía frente a sus compañeros del acuerdo que su partido acababa de alcanzar con el PSOE para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

El mensaje de whatsapp decía, literalmente, que ese acuerdo le permitía al PP “controlar la sala segunda por detrás”.

La sala segunda era (y es) la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Es decir, la que iba a juzgar a los golpistas del procés catalán.

Cosidó sólo estaba fanfarroneando para vender frente a sus compañeros de partido las presuntas virtudes del pacto alcanzado con el PSOE.

Fanfarrón o no, el mensaje era claro: el PP tendría, si no derecho a voto, sí capacidad de presión sobre los jueces que iban a juzgar a los líderes independentistas.

La afirmación de Cosidó era, en el mejor de los casos, wishful thinking (el Tribunal Supremo no es el Tribunal Constitucional, convertido hoy en una agrupación local más de Ferraz). Pero, puesta negro sobre blanco, la frase sonaba horrible y alimentaba entre los ciudadanos la idea de que la justicia era una marioneta corrupta en manos de los políticos.

El resto es conocido. El PSOE se apresuró a teatralizar su indignación hiperventilada y a romper el acuerdo con el PP. El PP escapó como pudo del embrollo. Y el Consejo General del Poder Judicial inició un largo bloqueo que duró cinco años y medio.

Ese bloqueo convino mucho al Gobierno de Pedro Sánchez, que se quitó de encima un acuerdo no especialmente beneficioso para sus intereses, y a los nacionalistas catalanes, que pudieron así cebar a sus votantes y sus medios con el pienso de la España franquista de los jueces fascistas donde no rige el imperio de la ley sino el contubernio, el amaño y la corrupción sistémica del Estado.

Pocos lamentaron tanto la ruptura del acuerdo como EL ESPAÑOL, cuya línea editorial defiende los grandes pactos de Estado entre PP y PSOE, y que ha tenido que ver cómo el bloqueo del CGPJ alimentaba la polarización política, era utilizado cínicamente por Pedro Sánchez como presunta prueba de la incompatibilidad de la derecha española con la democracia, y trituraba la paciencia y la imagen de los jueces españoles, convertidos hoy en piñatas de todos los garrotes.

De esas lluvias, la del whatsapp de Cosidó, llegaron luego los lodos del lawfare, de “los jueces que hacen política”, de los “magistrados de la fachosfera”, de ese Tribunal Constitucional del 7 a 4 inamovible, y de la degradación de la imagen del Poder Judicial entre los españoles.

El whatsapp de Cosidó es el ejemplo más perfecto posible de cómo un sencillo artículo periodístico de menos de mil palabras puede cambiar el rumbo del país y generar una cascada de consecuencias imposibles de prever, una buena parte de ellas radicalmente indeseables.

El infierno está empedrado de buenas intenciones, pero sobre todo de excelentes exclusivas.

Hace unos meses, en la sala de reuniones de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez, Mario Díaz, Arturo Criado, María Peral, Jorge Calabrés y yo andábamos esperando a Vicente Ferrer, que como el conejo de Alicia llega siempre tarde a todas las reuniones.

Así que aproveché para preguntarle al director algo que tenía ganas de preguntarle hace tiempo.

– Pedro, de haber sabido el desastre que ocurriría después, ¿habrías publicado la noticia del whatsapp de Cosidó?

– Por supuesto. Cuando la flecha está en el arco, tiene que partir.

Y ese “hágase periodismo aunque perezca el mundo”, tan alejado de la caricatura del periodista cínico, tacticista y calculador que no publica una sola palabra sin elaborar antes una completa auditoría de beneficios y perjuicios, me parece el mejor motivo posible para leer este diario.

En EL ESPAÑOL no somos perfectos y, como en el chiste, a veces no tenemos flecha, o no tenemos diana, o no tenemos arco. A veces, en los días malos, no tenemos ninguno de los tres, para cabreo del director. 

Pero cuando los tenemos todos, la flecha parte sí o sí