Yolanda Díaz. Europa Press
Las opciones de Yolanda frente a Sánchez: poner morros, patalear, berrear y hacer el bicho-bola
Las tragaderas de Yolanda Díaz son tan grandes como sus ganas de quedarse donde está.
Yolanda Díaz se opone al gobierno que ella misma vicepreside. No está de acuerdo ni con el aumento en gasto militar de más de 10.000 millones, retrayéndolo de otras partidas “más sociales”, ni con la compra de armas a Israel, “el opresor del pueblo palestino”.
Dice que ella y los suyos “exigen una rectificación inmediata”.
Muy bien, ¿y si no, qué? ¿Qué pasa si no rectifican?
Yolanda tiene varias opciones a su alcance.
1. Poner morros
Enfadarse muchísimo con la cara, fruncir el ceño y apretar mucho los labios. Se suele usar para conseguir una chuchería o para que te perdonen las lentejas.
2. Pataleo
Golpear rápidamente el suelo. Si se está sentado, se puede hacer con los dos pies y se mejora el efecto si se hace rápidamente. Si se está de pie, es mejor dar un solo golpe, pero muy fuerte. Es una muestra muy eficaz de lo enfadadísimo que se está, pero no suele servir para nada.
Yolanda Díaz. Europa Press
3. Despecho
Darse la vuelta y fingir que no te importa nada. Se basa en la vieja sabiduría de que no hay más desprecio que no hacer aprecio. Indica superioridad e indiferencia, y sitúa a la persona despechada a la altura del betún. Pero si no se usa bien, puede producir el efecto contrario: “Que se fastidie el sargento, hoy no como rancho”. O sea, peor para ti. En el patio del colegio se dice “ya no te ajunto”, y significa que se odia muy intensamente, pero no por mucho tiempo. Mañana volverán a ser amiguetes.
4. Bicho-bola
Consiste en arrugarse mucho, replegarse sobre uno mismo abrazando muy fuerte las rodillas y encorvando la espalda con la cabeza entre las piernas. Es como desaparecer para que el otro se sienta fatal. Algo parecido al avestruz, pero en vez de meterse en un agujero, uno se introduce dentro de sí mismo, como los popples ochenteros que Yolanda o yo teníamos en la cama. Los hay que todavía son muy de peluches y cosas chulis.
5. Berrear
Consiste en imitar a los ciervos machos en el momento del apareamiento. Gritar atronadoramente para conseguir que el que está muy lejos te oiga y, de lo insoportable que resulta, acepte la sumisión sin resistencia. Es un chantaje violento que funciona muy bien en espacios públicos con mucha gente, como una comida en un restaurante, el cine o una ceremonia religiosa. No sé si en el Congreso funcionaría, porque no llamaría mucho la atención.
6. Irse y punto
Esta opción es más propia de adultos. Los críos no suelen hacerlo porque no tienen un concepto de dignidad desarrollado e, inconscientemente, saben que sin papá o mamá no tienen nada que hacer. Así que la descartamos. Yolanda Díaz no se va a ir.
Por enésima vez, se enfada, monta el espectáculo, se enfurruña, se hace bola y aprieta muy fuerte los labios, pero no se va. Amenaza y exige “una rectificación inmediata”, pero todos sabemos, incluidos sus votantes, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, que no va a pasar nada.
O al menos nada propio de un adulto.
Las tragaderas de Yolanda Díaz son tan grandes como sus ganas de quedarse donde está. Porque ella lo valía, y por eso acabó con todos los que le hacían sombra. Para quedarse con un cachito de poder todo el tiempo que pudiese. Como el niño que se tira al suelo cuando hay una piñata y barre con los brazos todos los caramelos.
Yolanda Díaz se comporta como la niña que nunca dejó de ser, como la que nunca lo fue, y como la que nunca se irá.