Lleva el PSOE tanto tiempo repitiendo que el PP no es una derecha asimilable a la europea que algunos queríamos saber ya qué extraños y sublimes fragmentos de política de alto nivel surgirían de un choque dialéctico entre Pedro Sánchez y el centroderecha del norte de los Pirineos en ese acelerador de partículas que es el Parlamento Europeo.

Manfred Weber, junto a Dolors Montserrat, gesticula frente a Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo.

Manfred Weber, junto a Dolors Montserrat, gesticula frente a Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo. E.E.

Y ya puestos a pedir, ¿por qué no un debate con la democracia cristiana alemana, presunto modelo de todas las virtudes políticas y ejemplo de conservadurismo civilizado y civilizacional? El de Angela Merkel y Helmut Kohl, nada más y nada menos. 

¡Ojalá, en fin, ser testigos de un duelo entre el presidente español, que en España se ha visto obligado a sobrellevar en el Congreso y el Senado los bramidos predemocráticos de la derecha más cavernícola de Europa, con un oponente a su altura política! 

Dudas despejadas. Ayer tuvo lugar al fin el tan ansiado rumble in the jungle entre la socialdemocracia española y la sofisticada derecha europea. Y el resultado es que la primera trató a la segunda como trata a Alberto Núñez Feijóo en España. Como ha tratado en el pasado a Pablo Casado, a Albert Rivera, a Inés Arrimadas y a cualquiera que ha ejercido la oposición al PSOE. A pedradas.  

Es decir, con la elegancia de Gustavo Petro, los argumentos de Jean-Luc Mélenchon y la sofisticación intelectual de Yolanda Díaz, Gabriel Rufián y Carles Puigdemont.

La constatación de que no hay más cera que la que arde en el socialismo español ha resultado iluminadora. A ver si va a ser el PSOE el que no es asimilable a la izquierda europea. Digo, como posibilidad hipotética. Abro el debate. 

Si Alberto Núñez Feijóo se preguntaba cómo sería la relación entre su partido y el PSOE si los populares se amoldaran a la idea de derecha europea que tienen los socialistas, ahí tiene la respuesta. Porque Manfred Weber, el líder de los populares europeos, se llevó puesta una insinuación delirante sobre el Tercer Reich y unas cuantas preguntas retóricas de esas que sólo tienen lógica en la cabeza de los periodistas monclovitas españoles.

El problema de creerte el líder del antifascismo mundial, es decir el martillo contra el resurgir del nazismo, como se lo cree Sánchez, es que todas las cabezas te parecen clavos ultraderechistas. Incluida la de Weber.

Resulta difícil adivinar qué cálculo político ha llevado a Sánchez a trasladar su delirante argumentario nacional al escenario internacional, pero no se me ocurre ninguna hipótesis que no conduzca a España a convertirse en la punta de lanza de un grupo muy poco recomendable de regímenes refractarios a la democracia liberal

"¿Y qué haría usted en mi situación?" le preguntó Sánchez a Weber, probablemente esperando una respuesta como "pues mire, ahora que lo pienso, lo mismo que usted, pactar con terroristas, delincuentes y ultraderechistas de provincias tras concederles el perdón de todos sus delitos y un futuro referéndum de independencia". 

Pero Weber le respondió, coma arriba coma abajo: "Pactar con el PP, claro". 

La pena es que el presidente español no oyera la respuesta de Weber. Porque Sánchez, como hace también en el Congreso, se marchó a media respuesta, dejando al líder de los populares europeos con la palabra en la boca

Sánchez perdió así la oportunidad de dejarle a Weber encima de la mesa un ejemplar dedicado de Tierra Firme al grito de "toma, para que leas y aprendas". Probablemente, el presidente salió del Parlamento Europeo pensando que quizá es la derecha europea la que no es asimilable a la ultraderecha catalana. La misma que le acababa de amenazar frente a toda Europa sin que a Sánchez se le moviera una ceja.