Que no digo yo que Pedro Sánchez haga lo que los antiguos reyes: rodearse de bufones y bufonas como los inmortalizados e inmortalizadas por Velázquez, para resaltar su porte, elegancia y buen tino. Pero es lo cierto que ha sido salir Alberto Garzón a escena, y dejarse de hablar de la cuesta de enero y del precio de la luz para empezar a debatir de lo verdaderamente importante: los bulos de la extrema derecha, la macroindustria salvaje y la Agenda 2030.

El ministro de Consumo no será destituido, por tanto, y lo suyo sería que concediera todos los meses una entrevista al Guardian para mantener entretenida a la parroquia, al menos hasta el final de la legislatura.

Puede que Luis Planas, de la parte contratante socialista, haya aportado un nuevo elemento al apuntar que "esto no es literatura pastoril" y que con la carne no se juega, sobre todo después de ver cómo otra parte de la parte contratante, en este caso Compromís, acaba de aprobar unos cursos forzosos de "bienestar animal" dirigidos a los ganaderos valencianos para garantizarse que realizan el sacrificio "con el debido respeto". Amén.

Hay rebelión en las granjas, sobre todo en las de Castilla y León, donde el aguzado olfato de Podemos ya ha detectado 631 macroexplotaciones, pero ni tan mal estamos. Basta asomar el morro fuera y ver a ese Boris Johnson pillado en el partygate, montando fiestas en Downing Street mientras confinaba en apartamentos con moqueta a millones de británicos.

Porque hay que poner todo esto en el contexto internacional. Atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta -que diría Leire Pajín-, con la visita el próximo lunes a España del canciller Olaf Scholz para reunirse con Sánchez: la confirmación de que la socialdemocracia va a salvar a Europa empujando también desde Alemania con propuestas como dar el derecho a voto a los mismos que no se les concede criterio suficiente para sacar una cajetilla de tabaco en la máquina del bar o esa otra de legalizar la venta de porros con fines recreativos.

Unas polémicas manifestaciones de Emmanuel Macron para defender la necesidad de inmunizar a todo quisqui de la Covid (Je veux emmerder les non-vaccinés), que podrían traducirse como "voy a joder a los no vacunados", han ocultado un pensamiento tan discutible como interesante de su argumentación: "Cuando mi libertad viene a amenazar la de los demás, me convierto en un irresponsable. Y un irresponsable ya no es un ciudadano".

Aquí, un ministro ha emmerdé la marrana y cabe preguntarse legítimamente, siguiendo al presidente de la República, si acaso un irresponsable puede seguir siendo ministro.