Desde el comienzo de la pandemia (parte I, marzo 2019) el concepto de vivir ha cambiado mucho. Se nota en el cine, por ejemplo. Una de las películas españolas que se ha estrenado últimamente es una clara muestra de lo que digo. Se titula Vivir era eso, pero por el mismo precio podríamos llamarla Carpe diem, que significa tres cuartos de lo mismo. 

La otra noche, mientras escuchaba, aturdida, la triste despedida de Verónica Forqué en palabras de Pedro Piqueras, mi nuera Sandra, que es melosa como el dulce de leche, arremetió contra el afán viajero de los españoles, ansiosos de gastar.

Gastar es un placer (que me lo digan a mí). No hay nada como un español con el bolsillo desmadrado y el pasaporte entre los dientes. Somos la hostia. Nos dejamos meter por la nariz todos los bastoncillos del mundo con tal de cruzar una frontera para ir al otro lado del charco. 

Decía antes que el cine rebosa optimismo y esperanza, símbolo de los tiempos que nos han reconciliado con esa vida que prometía ser más fácil. La televisión a la carta está sobrada de temas sensibles: series para cincuentonas, historias del cáncer que siempre terminan a lágrima viva, adulterios de quita y pon, amén de biografías de reinas o santas, esos nichos vulnerables que están hechos para sufrir o soñar.

De todo cuanto he dicho, lo que más me conmueve es la familiaridad con la muerte. No hay día que la radio no me sorprenda con una noticia luctuosa. Empezó el rosario de difuntos en la primera pandemia, con motivo del funeral del empresario Plácido Arango, en el que se contagiaron muchos de los que ahora son objeto de homenaje. El templo de los Jerónimos estaba petado y medio Madrid se abrazaba expresando sus condolencias.

Sin embargo, ha sido en la tercera pandemia cuando nos han faltado dedos en las manos para contar el número de contagiados de las distintas variantes, muchos de los cuales han resultado finalmente fallecidos.

Me abruma decirlo, pero estos últimos días los muertos por distintas causas (incluida la del virus) están siendo incontables. Todo el mundo se despide de alguien: Almudena Grandes, Manolo Santana, Oriol Bohigas, Alfonso Sastre, Antonio Escohotado, Joan Margarit, Raffaella Carrà, Verónica Forqué…

Que pase de nosotros este cáliz.