Tan prostituida está la política que las palabras han perdido su significado. “Retratar” ya no implica revelar la complejidad del ser a través del texto o la pintura, sino extraer de él únicamente lo negativo para ridiculizarlo. ¡Con lo cerca que está el Congreso del Museo del Prado!

Desesperado ante el desprestigio que asola al retrato, me propuse hace algo más de un año intentar el más difícil: Pedro Sánchez. La galería está repleta de ellos, pero ninguno alcanza, creo, la verdad. Por un lado está el presidente sin escrúpulos que asesinaría a una anciana con tal de mantenerse en el poder. Y por el otro está el magnánimo gobernante que, con su bondad, garantiza la prosperidad de “las Españas” (sí, en plural).

Para no hacerte perder el tiempo, lector, te diré que yo también he fracasado en el intento. No estoy seguro siquiera de que mis hallazgos aporten más que lo anterior. Pedro Sánchez es indescifrable. Esa es la conclusión que he alcanzado después de entrevistarme con algunos de sus colaboradores más estrechos. Algunos de ellos me permiten revelar su nombre, otros no. ¡Vamos allá!

Agarré el pincel guiado por la pregunta elemental. ¿Cuál es la ideología del presidente del Gobierno? Pensarás, lector, que soy idiota. Y aciertas. Todas las semanas siguiendo las comparecencias de Sánchez y no saber responder a eso… Me tranquiliza que Margallo, todo un exministro de Exteriores, me dijera el otro día: “¡No he encontrado a nadie que sepa responder a tu pregunta! A quien lo hiciese, le daría el Nobel”.

Pertrechado de la lupa y el monóculo, me planté en el inicio. Tomé café con Carlos Westendorp, ministro con Felipe González y primer político que contrató a Sánchez. En aquella cafetería, alrededor de la mesa, había por lo menos una decena de idiotas como yo. Cuando pregunté a Westendorp por la ideología del presidente, todos pegaron la oreja. Sin disimulo.

El diplomático, ¡muy diplomático!, me dijo: “Pedro es un buen tío”. Pero de esa expresión no puede deducirse siquiera la solidaridad socialdemócrata. Cuando insistí en la pregunta, me dio un par de detalles que nada aclaran sobre su pensamiento político, pero sí sobre su personalidad.

Westendorp, en Bosnia, enseñó a Pedro (entonces “Pedrito”) a negociar con “culo de hierro”. Se lo repetía así: “Pedrito, culo de hierro”. Y el discípulo aprendió la lección. Llegó a Moncloa y hoy no lo mueven ni con una grúa.

El otro razonamiento de Westendorp también me resultó esclarecedor en lo humano: “Ya entonces era ambicioso, pero lo suficientemente listo como para no demostrarlo”. En las novelas (¡y en la vida real!) sucede con los mejores escaladores: sólo exhiben su deseo de poder cuando lo tienen. Así manifiestan que nada conseguirá arrebatárselo. Me despedí algo desilusionado. No había podido aclarar si Sánchez pactaría con los guerrilleros de Cristo Rey en caso de que fuese necesario. 

Adelanté varios capítulos y viajé hasta su conquista de la secretaría general del PSOE. Óscar Puente era entonces el portavoz de su candidatura y continúa siendo el portavoz nacional del partido. Remó codo a codo con “Pedro”. Aproveché una entrevista en su despacho del Ayuntamiento de Valladolid para preguntarle.

Puente no se calla y confirmó mis sospechas al poco de empezar: “Sánchez es muy difícil de descifrar”. ¡Pues si no lo “descifra” su portavoz quién va a hacerlo! Insistí, pero no obtuve nada relacionado con su pensamiento político.

Me dijo que “es difícilmente perturbable” y que su “voluntad es muy sólida”. También que resulta “una buena persona”. Ante Westendorp y Puente glosé los continuos cambios de opinión del presidente en asuntos tan importantes como el nacionalismo, la reforma del Código Penal o el Consejo General del Poder Judicial. Nada.

Con las manos vacías (“me faltan tantas cosas que me duelen las manos”, escribió Idea Vilariño) di el salto a la presidencia. Su etapa actual. Aquí, espero que lo comprendan, llegan las opiniones anónimas. Les prometo, queridos lectores, que intenté hacer valer su suscripción todo lo que pude. Insistí apasionadamente. ¿Qué es Sánchez? ¿Democristiano? ¿Socialdemócrata? ¿Socialista liberal? ¿Socialista radical? ¿De derechas? Nadie lo sabe.

Pero, fíjense, los consultados volvieron a referir, aunque con otros términos, ese “culo de hierro” del que me habló Westendorp. Cuando yo les di la enhorabuena por mantener en la Moncloa a un tipo que aparenta tan pocas condiciones, me reprendieron: “No te equivoques. Su determinación y su resistencia son las mejores cualidades en la política de hoy. Sabemos que, venga lo que venga, no se derrumbará”.

Y tienen razón. De nuevo, me percaté de mi estupidez. El día que jugué a ping pong con Sánchez, se despidió así tras ser vapuleado: “La revancha, en la Moncloa”. Yo, para qué engañarles, apreciados lectores, me reí mucho. Ninguna encuesta lo vaticinaba. Aunque hace tiempo que dejé de reír. Esto es muy serio. Conducimos… a ciegas.