La última vez que fui a la sauna me encontré con un hombre gordo que sudaba a borbotones. Era uno de esos tipos que aparecen en las saunas de las películas. Mientras se peinaba el pelo con las manos, me dijo: "Chaval, he vivido mucho. Nunca te fíes de alguien que no tiene libros en casa". Tenía razón.

Desde entonces, he intentado construir frases similares conforme la política me ha ido decepcionando. Una de ellas dice: "Nunca te fíes de alguien que habla de una dictadura de derechas cuando le preguntas por una de izquierdas. ¡Y viceversa!". España está llena de ellos. Les preguntas por Fidel Castro y ponen sobre la mesa los peores crímenes de Franco; les preguntas por Franco y recitan metódicamente los apellidos de los asesinados por Lenin.

Por eso, ahora que hablamos de Cuba, conviene más que nunca centrarse en los hechos. Porque las soluciones nacen del análisis sosegado. De los diálogos revolucionarios (¡tú lo sabes bien, Españita!), sólo nacen mitades irreconciliables.

En Cuba existe un gobierno antidemocrático que restringe las libertades civiles desde hace décadas. No hay por dónde cogerlo. Es imposible. Cualquier ciudadano del mundo, en su sano juicio, pensará: "El Gobierno de España, sin demasiados miramientos, habrá condenado el castrismo y habrá puesto todo de su parte para trabajar a la contra".

¡Pues no! Si no nos fiamos de alguien que responde a una dictadura con otra, ¡qué vamos a decir de un Gobierno que guarda silencio ante un régimen como el de Castro! Después de ver las cargas policiales y escuchar el llanto de un pueblo, Moncloa emitió un comunicado de vértigo. Tremendamente medido, como si fuera un poema.

Cuatro párrafos. El primero no dice nada (o lo dice todo). Que España, "como país iberoamericano", "sigue con mucho interés y muy de cerca la situación en Cuba" y que "está a la expectativa".

El segundo menciona que España "defiende el derecho fundamental a manifestarse libre y pacíficamente de todos los ciudadanos y pide a las autoridades cubanas que lo respeten". ¡Como si lo que pasara en Cuba fuera una manifestación algo ajetreada en cualquier otro país europeo!

En el tercero llega lo peor, la prueba de que un silencio hecho con palabras puede llegar a ser terriblemente elocuente. "Cuba sufre una crisis en la que confluyen varios elementos". ¡Cuba sufre una crisis motivada por un solo elemento del que emanan los demás a modo de metástasis! La ausencia de democracia.

Pero ese párrafo va a peor. Habla de la crisis económica y de la caída del turismo. Pero no de que se golpea y encarcela al disidente, tampoco de que no existen los medios libres. Ni siquiera de que no hay separación de poderes. "Es necesario incrementar el ritmo de las reformas" sigue el texto. Lo mismo dice España de sí misma.

El cuarto y último párrafo añade: "Expresamos nuestra preocupación por las graves carestías a las que está haciendo frente su población". Como si fuera una plaga bíblica lo que le ha tocado a Cuba, y no el yugo de la tiranía.

¿Qué más da lo que luego haya dicho Pedro Sánchez en la televisión? ¿Qué importa la palabra de los ministros? Este comunicado es la clave porque se ha cocinado en el núcleo duro de Moncloa y refleja la opinión más meditada del Gobierno al respecto. Estoy seguro de que el señor que conocí en la sauna no se fía de Pedro Sánchez. Yo tampoco, pero le invitaría a un cubalibre para convencerlo. ¡Es tan evidente todo esto!