Íñigo Errejón, aparte de político, es un friki de los partidos y los movimientos sociales. Su biblioteca, ya catalogada por temas y orden alfabético en su piso, está inundada de libros al respecto. Hace tiempo que se dio cuenta de la autopista que le brindaban PSOE y Podemos. Y la ha aprovechado en Madrid. Pero también sabe que podría poner el coche a doscientos si eligiera un vehículo que todavía no se ha atrevido a probar.

En España no existe ningún partido de izquierdas que mantenga una relación desacomplejada con el patriotismo. En los mítines de Podemos, jamás se agitan las banderas nacionales, como sí se hace en las concentraciones de algunos movimientos análogos europeos. Su coqueteo con el nacionalismo les condena a una paradoja ciertamente risible: hay banderas de todas las Comunidades, pero no del país.

¿Qué pasaría si de pronto Errejón diera una rueda de prensa y se postulara contra los indultos? ¿Y si soltara amarras con el nacionalismo? Al PSOE, claro, se le pondrían de corbata. Lo reconocen, fuera de micro, algunos de sus líderes críticos con el abrazo de Sánchez a los separatistas.

Me tocó escribir la fundación de Más Madrid. Recuerdo, en un patio soleado, la conversación con dos chavales de mi edad, que hoy tienen protagonismo en la organización. Les quemaba que, en España, aquello del himno, las banderas y el patriotismo “sea algo de derechas”. Confiaban en que el proyecto naciente diera un paso al frente y combatiera esa “apropiación de los símbolos” que, en realidad, es más una “cesión” por parte de la izquierda.

Errejón, el pasado mayo, transmitió a su electorado “una idea de la Comunidad de Madrid”. Es decir: huyó del tablero de la guerra civil y la Memoria Histórica planteado por PSOE y Podemos para hablar de salud mental, servicios públicos en los barrios, semana laboral de cuatro días y cosas por el estilo. Cumplió, quizá sin saberlo, con el mandato de Julio Anguita. Recuerdo al califa rojo en el café frente a su casa de Córdoba, muy cabreado: “¡No se puede construir la Tercera República mirando continuamente a la Segunda!”.

El propio Íñigo, en algunas de sus primeras intervenciones como líder de Más País, deslizó ese proyecto a largo plazo de diseñar un movimiento popular progresista al que no le dieran alergia los símbolos nacionales y no le incomodara la palabra “patriotismo”. Y ahora le ha llegado la oportunidad. Sabe que ese carril está vacío. Es consciente de la deriva identitaria de PSOE y Podemos. La cuestión es: ¿se atreverá? 

Errejón ha cambiado. Me lo dijo él mismo en una entrevista de esas distendidas de confinamiento: ya no cree en el mito de la revolución. Ha dejado atrás sus querencias por el populismo de Laclau y los sueños bolivarianos. Sabe que debe mostrarlo con hechos, y no con palabras gruesas, porque comparte un porcentaje nada desdeñable de su electorado con Podemos.

Cuando PSOE y Podemos manosearon la división de poderes y propusieron aquella reforma del CGPJ que pretendía dejar al gobierno de los jueces todavía más sometido ante el poder político, Más País se plantó y dijo “no”. Fue una decisión meditada, pero audaz. Igual que lo sería recorrer el carril desierto del que ahora hablamos.

Su filósofo más querido -que hace las veces de asesor áulico- también se lo ha dicho. José Luis Villacañas, catedrático y escritor, ha charlado con Errejón en varias ocasiones acerca de esa idea de lo “nacional-popular”. “Lograr más sentimiento de afecto y pertenencia a España debe ser una de las metas de Más País (…) En sus mítines debería haber las banderas que no hay en los de Podemos”, me dijo una vez Villacañas.

Los movimientos verdes han tomado bien el pulso a Europa. Más País se ha subido a esa ola. Pero el resto de partidos verdes nacieron sin el complejo nacionalista con el que echó a andar Podemos. Errejón lo tiene a punto de caramelo, pero encontrará serios obstáculos si su proyecto de expansión nacional pasa por alianzas con Compromís o los anticapitalistas de Teresa Rodríguez en Andalucía. El miedo, en este caso, funcionará como los vasos comunicantes. Si Errejón lo pierde, lo tendrá el PSOE.