Hay razón en la sombra de ojos de Ayuso. Esos sus ojos que lloraron en La Almudena en aquellos días en que en Madrid morían por miríadas.

Hay razón cuando se queja de la fobia al madrileño, que es una pulsión que el sanchismo se ha sacado de la manga para meter en un gazpacho moral las residencias/matadero, la foto de Colón, y emponzoñar el liderazgo tranquilo de Martínez Almeida.

Y eso que fuimos muchos los que nos encerramos en un sótano madridí, los que le tuvimos miedo a las cuatro esquinas cotidianas. Fuimos muchos los que por responsabilidad nos quedamos aquí, en el epicentro. Después, cuando la cosa se desconfinó lloramos a José María Calleja o a Juanma, de Ciclismo a fondo. Eran los habituales del café y se los llevó la pandemia.

Dicen que en Murcia y Alicante y en Benalmádena hay episodios tranquilos de fobia al madrileño. Es oler la M en la matrícula y a los que andan al nivel del mar les sale un cantonalismo y un putear al madrileño como inaudito: las bajas pulsiones, sí, que vienen a enraizarse en un país que tiene una curiosa relación con el centralismo: lo odia pero lo añora.

La madrileñofobia es ya lo último que le quedaba a este país asimétrico y desescalado en tanto que se va quebrando por las costuras más carlistonas. El odio al madrileño, al español que ha sido mártir y no ha exigido cuentas, es lo que ya nos faltaba para empezar la reconstrucción como pollos sin cabeza.

Los madrileños nos mereceríamos el aplauso, precisamente por la calma tranquila en esos días que fueron tan dantescos que hasta nevó en pleno abril. Fueron 70 días con sus noches en un sótano sin luz, bajos de Argüelles, cuidando de un anciano -mi compañero de piso- que tenía de la a la z todas las patologías previas. Y nadie en Madrid ha venido a reivindicarse como colectivo de riesgo que precisa paguita.

Madrid, como rompeolas de todas las pandemias, tiene ahora que sufrir esta monomanía de odio al capitalino -al mesetarian supremacista lo están llamando- que es lo que el PNV y Pujol cultivaron en todos estos años previos a la epidemia.