Uno de los juegos infantiles que imagino en vías de extinción si no ya extinguido es el del teléfono escacharrado o teléfono loco. Consistía en formar un hilera con los participantes, de tal forma que el primero, que iniciaba el juego, susurraba al oído un mensaje a quien estaba inmediatamente a su lado. Éste a su vez lo transmitía en voz baja, inaudible para el resto, al siguiente. Y así uno tras otro. El último debía decir en alto el recado recibido para comprobar cuánto se había distorsionado en relación al original. Eso se llama hoy "Twitter". Lo juegan millones de adultos cada día.

El relato iba mutando en ese sotto voce encadenado, no tanto por la dificultad de repetir al pie de la letra las palabras musitadas por el predecesor, como por el humano afán de dejar cada uno su impronta, recreando con exageraciones y postizos la narración inicial. En realidad, cuanto más contraste existía entre el primer mensaje y el último más divertida resultaba la cosa. Un aliciente extra para fantasear.

Los políticos han aprendido del teléfono escacharrado que sus mensajes deben ser  simples y breves. Exposiciones complejas, que incorporen matices o requieran de oraciones subordinadas son una bomba de relojería. De ahí, por ejemplo, que Cayetana Álvarez de Toledo haya sido linchada por afirmar que el momento que atraviesa hoy España "es más difícil" que cuando ETA mataba.

Será vano cualquier intento que haga el resto de su vida por aclarar el sentido de sus palabras, pese a que no entrañaban una especial dificultad tal y como quedaron plasmadas en su entrevista al Correo. Da igual. Los indignados se cuentan por miles. No pocos son de su propio partido. Las Redes han dictado sentencia.

Cualquiera está expuesto a las consecuencias desagradables del teléfono escacharrado. Entre las búsquedas más solicitadas este miércoles en España estaba "pedo Alsina", y me atrevería a decir que por encima de "Felipe VI", "investidura" o "Pedro Sánchez".

Ocurrió que en el transcurso de la conversación que Carlos Alsina mantenía en Onda Cero con Manuela Carmena se coló una escandalosa ventosidad por los micrófonos que dejó atónito al periodista. No así a la ex alcaldesa, que o bien hizo oídos sordos o encajó con deportividad el escatológico regalo de unos de los colaboradores del programa.

A lo largo del día fueron variando las versiones en el boca a boca. Al final de la jornada llegué a escuchar que el locutor había expelido tremendo gas en riguroso directo ante Carmena, tras lo cual había hecho un gesto de satisfacción con el índice señalándose como número uno y autor de la hazaña.

Que desista Alsina. Para muchos españoles será ya, para siempre, el ejecutor del cuesco. Es lo que hay.